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Trabajar 8 horas al día, 40 horas a la semana, 5 días de lunes a viernes. Cualquier trabajador relacionará este juego de números con la jornada laboral clásica, sus hábitos de trabajo, obligaciones, tiempo libre y descanso. O lo quizá se vea como un sueño, porque a fin de cuentas son muchos los empleos que exigen también trabajar algún día los fines de semana, estirar esa jornada laboral con varias horas extra o asumir que el próximo día festivo tocará trabajar aunque sea un rato para cerrar algunos asuntos. Pero lo cierto es que esta jornada laboral 'clásica' tiene ya casi más de 100 años, y el debate sobre si en un mundo informatizado y automatizado se debería trabajar menos está cada día más en boga.

¿Sería posible que a medio plazo todos trabajáramos menos sin que la economía se resintiera? Países como Suecia o Nueva Zelanda llevando a cabo pruebas interesantes que al menos han comenzado a buscar respuestas sobre la que puede ser (y todo el mundo desearía) que fuera la jornada laboral del futuro, con menos horas de empleo diario o fines de semana de 3 días.

La jornada laboral que hoy tenemos como habitual (8 horas por día) quedó establecida así en las primeras décadas del siglo pasado, después de que las protestas de los trabajadores rasos de las fábricas de Reino Unido primero y después de todo el mundo lucharan y consiguieran reducir sus horas de producción, que por aquel entonces se alargaban casi el doble de lo hoy establecido. Algo que, por desgracia, sigue siendo muy habitual en muchos países en vías de desarrollo.

Y es normal que nos obsesione porque el trabajo es lo que bascula la vida de la mayoría de personas. Los espacios que quedan libres son los que podemos dedicar a nuestras aficiones, amigos, familia y a algo también importante aunque a veces pase desapercibido: descansar. Por eso en los últimos años se han acrecentado los debates que proponen abordar una reducción de la jornada laboral establecida.

Nombres importantes, como el mexicano Carlos Slim, es ya conocido en estas conversaciones por sugerir hace tiempo que en el futuro lo lógico es que todos trabajemos 4 días a la semana en lugar de un mínimo de 5 como hasta ahora. Otras opiniones aseguran que lo lógico sería reducir la jornada diaria de 8 a 6 horas (de 40 a 30 horas semanales), y luego está Elon Musk, que hace solo unos días lanzó un alegato a la conciliación asegurando que para que un proyecto tenga éxito se deberían trabajar “como mínimo” 80 horas a la semana. Haciendo cuentas, el dueño de Tesla trabaja entre 11 y 16 horas diarias dependiendo de si lo hace en fines de semana, algo que no nos sorprende.

La inusitada clave para que funcione tu mejor técnica de productividad

Detrás de este debate y de estas propuestas están varias cuestiones y necesidades. En primer lugar, desde el plano puramente laboral, se suele decir – y así lo prueban ya algunos estudios- que trabajar menos horas pero de forma más focalizada ayuda a la felicidad y la productividad de los trabajadores, reduce el absentismo y las bajas por enfermedad. Pero también, desde el punto de vista estratégico, está claro que con la creciente robotización de muchos sectores o trabajamos menos los humanos y nos repartimos los empleos que dejen los robots o vamos a pasarlo mal. A no ser -y esto es un sueño- que los estados apuesten por crear una gran fiscalidad que grave los robots para que todos vivamos sin dar palo al agua, como si estuviéramos en la Arcadia. Pero eso parece obvio que, de momento, no va a pasar, por lo que es interesante ver qué es lo que están sacando en claro las primeras pruebas que han querido dejar que la gente trabaje menos, de forma obligada, para ver si con ello tenemos de verdad un mundo mejor.

Trabajar menos horas para ser más felices ¿y más rentables?: el caso sueco

Por lo que sabemos hasta ahora, es evidente que trabajar menos nos hace más felices. Existen varios estudios que lo demuestran (aunque en realidad hay que preguntarse si hace falta un estudio para saber esto), pero además hay otros datos que dicen que esa felicidad se eleva aún más cuando, además de trabajar menos horas, conseguimos sentir que en ese tiempo hemos sido productivos. Uno de los experimentos que más se citan a este respecto fue elaborado en 2015 por la Universidad de Warwick con 700 trabajadores a los que se les recortó su jornada laboral de distintas formas. El resultado fue que todos mejoraron sus niveles de estrés y de salud tras dos años de seguimiento.

Pero la otra gran pregunta es, ¿es esto rentable en la práctica? Aquí Suecia ha sido el primer país del mundo donde se intentó probar de forma seria. En 2015 también se inició una prueba piloto en la ciudad de Gotemburgo. Allí 70 enfermeras y enfermeros pasaron de tener una jornada de 8 a 6 horas para cuidar a los ancianos manteniendo el mismo salario, una iniciativa promovida desde el Ayuntamiento por su dificultad para encontrar trabajadores en una sociedad cada vez más envejecida.

Tras 18 meses de ensayo, las enfermeras que trabajaron menos horas registraron menos bajas por enfermedad y aumentaron su productividad, organizando hasta un 85% más de actividades con los ancianos que cuidaban. Fue un éxito rotundo en el plano de la calidad de vida de los trabajadores y de los pacientes que atendían, pero solo la prueba piloto costó 1,3 millones de dólares al ayuntamiento por los costes de cubrir las horas que quedaban vacías. El concejal que promovió la idea, Daniel Bernmar, resumía a Bloomberg que “había sido un éxito, pero que no se podría llevar a cabo en todos los servicios de la ciudad”. Tras dos años, el experimento se clausuró tras un cambio política en las últimas elecciones, dejando claro que todo funciona mejor con una jornada de 6 horas al día, menos la economía. Las enfermeras volvieron a trabajar 8 horas cada día.

Fines de semana de 3 días: las empresas que lo prueban (y pueden ) lo mantienen

Esto, al menos, en un trabajo asistencial donde la presencia de un enfermero era necesario sí o sí durante todo el día para cuidar a los ancianos. Sin embargo, algunas empresas de corte más creativo y con una carga de trabajo más voluble, sí que parece que han podido implementarlo con éxito.

Hace unas semanas The Guardian recogía el caso de Radioactive PR, una empresa de relaciones públicas que había decidido dar a sus empleados semanas laborales de 4 días, y que decidieron mantenerlo. “Los trabajadores quemados o enfadados no producen dinero”, decía su CEO, Rich Leight, al medio británico. Y efectivamente, estudios como el que citábamos antes también sacaban en claro que los días de mayor productividad se centran de martes a jueves, y que reducir la carga de trabajo fuera de esos días acaba generando una mayor productividad.

Cómo las largas jornadas de trabajo influyen negativamente en la salud

También de forma reciente ha tenido repercusión el caso de la empresa neozelandesa Perpetual Guardian, dedicada a la gestión de testamentos. Su caso es relevante porque cuenta con más de 250 empleados, es decir, se sale de las pequeñas empresas en las que muchas veces implementar estas pruebas. En ella, se decidió trabajar solo de lunes a jueves, 8 horas diarias, y al final han decidido dejar ese horario para siempre tras convencerse de que no había incidía en pérdidas, aunque tampoco en una mayor productividad. Eso sí, sus trabajadores, que seguían cobrando como si trabajaran cinco días, demostraban estar más contentos y menos estresados, principalmente por poder compaginar mejor su vida laboral y personal, según los reportes de dos investigadores que evaluaron el experimento para la firma.

En Alemania, los sindicatos del metal han conseguido también que sus trabajadores hagan solo 28 horas semanales en las fábricas, una decisión que tiene más que ver con la productividad, con su adecuación ante la automatización de buena parte de los procesos de estas plantas. Sin embargo, detrás de sus reivindicaciones, existía una pregunta que tiene bastante sentido. ¿Si hace un siglo se decidió que debíamos trabajar 8 horas al día después de trabajar más de 16 de media, no ha llegado aún el momento de replantearnos trabajar menos?

Seguramente la respuesta la vayamos conociendo en los próximos años, comenzando con los empleos industriales que tengan que recortar las horas de empleo humano por la robotización, porque simplemente, no habrá empleos para todos, el paso adelante que den algunas empresas de trabajo de oficina como los casos de Nueva Zelanda e Inglaterra y, por último, el empleo asistencial. Lo que está claro hasta ahora es que trabajar menos es mejor para todos, el único impedimento es el coste.

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