En 1893, Camillo Golgi describió por primera vez las redes perineurales. Sin embargo, sus teorías sobre la función de estas estructuras que rodean a algunas neuronas del sistema nervioso central eran totalmente erróneas y, de hecho, habían llegado así hasta nuestros días.

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Ahora, un equipo de científicos del Instituto de Investigación Virginia Tech ha dado por fin con el verdadero papel de estas estructuras, pero la cosa no ha quedado ahí, pues gracias a su hallazgo se podrían desarrollar nuevos tratamientos frente a las convulsiones en pacientes con epilepsia adquirida. Doble descubrimiento, prácticamente por casualidad.

Investigando la epilepsia causada por glioblastoma

La epilepsia adquirida es aquella en la que las convulsiones comienzan a desarrollarse a partir de una lesión cerebral, que puede estar ocasionada por traumatismos, infecciones o tumores. Entre estos últimos, uno de los más estudiados es el glioblastoma. Se trata de un tipo de tumor muy mortal, que se diferencia de otros tumores por no poder crecer libremente, al encontrarse aprisionado por los huesos del cráneo. Esto podría ser una ventaja si no fuera porque cuenta con una serie de mecanismos biológicos que le permiten expandirse libremente por el resto del cerebro.

Precisamente eran estos mecanismos los que estaban investigando los responsables de este nuevo estudio, que se acaba de publicar en Nature Communications, cuando dieron con una nueva función para las redes perineurales. Pero empecemos por el principio. ¿Cómo se extiende el glioblastoma?

Según pudieron observar, el tumor tiene la capacidad de secretar grandes cantidades de glutamato, un neurotransmisor que, a niveles muy elevados, destruye las células vecinas, de modo que quedaría espacio suficiente para que el glioblastoma creciera libremente. Por otro lado, también observaron que generaba una enzima que destruía la matriz extracelular, que es una especie de “cemento” que mantiene a las células colocadas en su sitio. Pero lo que más sorprendió al equipo de investigadores fue que esa enzima tenía también la capacidad de atacar a las redes perineurales. Esto implicaría que estas estructuras tienen una función protectora frente a las convulsiones. Sin embargo, eso no tendría sentido en base a la descripción de Golgi. Por eso, más de un siglo después, tuvieron que admitir que aquella teoría estaba equivocada.

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El papel protector del GABA

Además del glutamato, otro neurotransmisor tiene un papel muy importante en las convulsiones de la epilepsia; aunque, en este caso, se trata de un papel defensivo. Se trata del GABA, que “calma” a las neuronas, evitando la sobreexcitación que da lugar a las convulsiones.

Curiosamente, las neuronas que secretan este neurotransmisor están rodeadas por las redes perineurales a las que atacaba el tumor. Si Golgi hubiese estado en lo cierto, la eliminación del “corsé” facilitaría que estas neuronas pudieran comunicarse, propiciando la inhibición de las convulsiones. Sin embargo, se generaba el efecto contrario. La razón es que en realidad el papel de estas redes no es silenciar los mensajes entre neuronas, sino potenciarlos. De hecho, gracias a esta cubierta después de disparar un impulso eléctrico las neuronas pueden recargarse y volver a disparar, el doble de rápido. Por eso, al destruir las redes perineurales el tumor consigue que la acción del GABA se produzca mucho más despacio.

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Este hallazgo convierte a la enzima que las ataca en una diana terapéutica muy prometedora para la generación de nuevos tratamientos. Sería necesaria más investigación al respecto; pero, según los responsables del hallazgo, es posible que estos resultados se extrapolen a otros tipos de epilepsia adquirida, más allá de la generada por tumores. Además, como ha celebrado el doctor Harald Sontheimer, investigador principal del estudio, en un comunicado de prensa, también han resuelto un misterio de la neurociencia de 125 años de antigüedad. Este es un claro ejemplo de la importancia de desentrañar los misterios del pasado para poder caminar hacia el futuro y ellos, de momento, parecen estar avanzando por un buen camino.