A pesar de que los Premios Oscar, que concede la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos a las que sus miembros consideran las mejores películas de cada año, no son los galardones más representativos del cine internacional por no tratarse de otra cosa que la industria yanqui reconociéndose a sí misma, no podemos negar que son los más conocidos para los espectadores y los más codiciados para los cineastas del mundo entero. Por esa razón, siempre es noticia de interés qué obra estatal elige cada país para que opte al Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Más tarde, un comité de académicos hollywoodienses selecionan a sólo cinco candidatas y se acabaron las aspiraciones del resto. Y lo último es probablemente lo que le ocurrirá a **Campeones, el filme escogido por la Academia de Cine española para representar al país en los próximos Oscar**.
Dirigida por el madrileño Javier Fesser y con su tocayo Gutiérrez (Crimen ferpecto) como Marco Montes, un entrenador de baloncesto de primera fila caído en desgracia que se ve obligado a trabajar con un equipo de jugadores con discapacidad intelectual de un barrio obrero de Madrid, ha conseguido ser la película española más taquillera en lo que va de 2018, con casi 19 millones de euros de recaudación. Procurar conocer los motivos de su popularidad no es algo sencillo, pero no parece ningún disparate suponer que su humor tontorrón, en ocasiones irreverente y hasta descarado y no demasiado lejos de lo surrealista y su espíritu amable y muy emotivo tendrán relación con ello. Sin embargo, hacer reír y saber conmover al público que sólo busca pasar un buen rato ante la gran pantalla y sacudirle sin que lo note un buen bofetón a sus prejuicios sobre los discapacitados tiene su aquel.
En los tiempos del auge de los internautas obtusos y los activistas de clic que ven ofensas por todas partes y no controlan su intolerancia, no debería ser sorprendente que las **escenas de Campeones que giran en torno a la comicidad provocada por la incomprensión entre Montes y su descacharrante equipo indignaran a personas así. Pero el verdadero alarde de incomprensión sería el suyo al no ver que no hay ninguna mofa en el propósito de convertir en comedia las interacciones de estos discapacitados y su atónito entrenador, y que otra cosa sería un completo sinsentido según el meollo desprejuiciado del filme. De hecho, los actores que interpretan a Marín (Jesús Vidal), Juanma (José de Luna), Paquito (Fran Fuente), Collantes (Gloria Ramos) y compañía son obviamente discapacitados de veras, y su labor aquí supone una innegable demostración de idoneidad o de talento ante las cámaras**.
A estas alturas del partido que juega Fesser en el cine español, no va a venir nadie a exponerle cómo debe provocarnos **las carcajadas que cosecha Campeones, en la que su coguionista David Marqués* (Dioses y perros*) y él lucen una gran capacidad para la concatenación cómica, es decir, para dispararnos un chiste detrás de otro en la misma escena. El debut del director fue El milagro de P. Tinto (1998), prodigiosa comedia surrealista incomprendida por muchos, tras la que vino La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003), adaptación fallida de los cómics de Francisco Ibáñez con un mal libreto. En la magnífica *Camino (2008), Fesser dio rienda suelta a un sentimentalismo nada indigesto con una feroz crítica soterrada; y en Mortadelo y Filemón contra Jimmy, el Cachondo* (2014) se redimió y supo armar la divertidísima adaptación animada que estos personajes merecían.
Por supuesto, Campeones constituye un coherente eslabón más en la lógica de la carrera de Javier Fesser, el cual termina cayendo en picado sobre una emotividad empalagosa que se acerca a lo inverosímil sin llegar a abrazarlo, y por esto último se salva. Así, queda como una obra menor que, no obstante, permanece en la memoria de los espectadores pero de ningún modo debería ganar el Oscar a la Mejor Película de Habla No inglesa. Sin embargo, cualquiera sabe lo que sucederá en Hollywood: de los cuatro filmes españoles a los que han otorgado ese Oscar, se encuentra la aburrida resaca del cine clásico que es Volver a empezar (José Luis Garci, 1982), el increíble despropósito humorístico de Belle Époque (Fernando Trueba, 1993) y el drama finalmente desbaratado de Todo sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1999). Más decente es Campeones, claro, pero no digna de semejante premio.