El verano es época de insectos, un placer para los amantes de la entomología y una tortura para los que padecen alergia a las picaduras de algunas especies.
Sin embargo, en algunas ocasiones no sólo suponen un riesgo para los alérgicos, ya que algunos insectos son los responsables de la transmisión de enfermedades muy peligrosas, como la malaria, el tifus o el virus del Nilo Occidental.
Por eso, en los países en los que frecuentemente habitan estos insectos se deben tomar ciertas precauciones, como evitar los estancamientos de agua, utilizar manga y pantalones largos y, sobre todo, tener siempre insecticidas y repelentes a mano. El problema viene cuando, de un modo similar al de las bacterias y los antibióticos, moscas y mosquitos se vuelven resistentes a estas sustancias, haciendo inútil su uso.
Esto ha llevado a un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Iowa a desarrollar un nuevo tipo repelente, basado en ingredientes de origen natural y con menos efectos secundarios para el medio ambiente que los habituales. Sus resultados han sido presentados recientemente en la edición 256 de la reunión anual de la Sociedad Americana de Química.
Más allá de los piretroides
Los piretroides son un grupo de compuestos químicos artificiales, que comenzaron a fabricarse a finales de los años 40, con el objetivo de emular la actividad insecticida de la piretrina, presente de forma natural en el crisantemo.
Desde entonces, se han convertido en el ingrediente principal, tanto de los insecticidas de uso cotidiano como de los que se emplean como plaguicidas en el sector agropecuario.
Suelen ser muy efectivos, pero con el paso del tiempo muchos insectos se han hecho resistentes a ellos, haciendo necesario explorar nuevas alternativas.
Esto es lo que ha llevado al doctor Joel R. Coats y sus dos estudiantes de posgrado, James S. Klimavicz y Caleb L. Corona, a desarrollar un nuevo compuesto artificial, basado también en sustancias naturales, como en su día ocurrió con los piretroides.
En su caso se han centrado en los sesquiterpenoides, que son un grupo de moléculas de origen vegetal, con un gran potencial como repelente de insectos. El problema de estas sustancias es que tienen un tamaño molecular muy elevado, por lo que resulta complicado aislarlos de las plantas y purificarlos y fabricarlos en el laboratorio.
Todo lo que no sabías sobre los mosquitos
Esto les ha llevado a recurrir a moléculas más pequeñas con una composición similar, como los monoterpenoides y los alcoholes fenilpropanoides. Esos compuestos son mucho más sencillos y también actúan como insecticida, pero tienen un peso molecular muy bajo, de modo que al usarlos como repelentes se volatilizarían rápidamente, desapareciendo así su efecto.
Por eso, tuvieron que realizar algunas modificaciones en su estructura. "Hicimos reaccionar esos alcoholes o fenoles con un ácido orgánico pequeño, como el ácido butírico o el ácido isovalérico", ha explicado Coats a Hipertextual. Tras este proceso, conocido como esterificación, se obtenía una nueva molécula con un peso molecular aproximadamente un 50% mayor, cuyo efecto podía prolongarse durante más tiempo.
Han conseguido un total de 300 compuestos, aunque de todos ellos son especialmente efectivos tres: el α-terpinil isovalerato, el citronelilciclobutanocarboxilato y el citronelil 3,3-difluorociclobutanocarboxilato.
Efectivo frente a los insectos más temibles
Con el fin de comprobar su eficacia, Coats y su equipo utilizaron una cámara tubular, rematada con dos papeles de filtro en cada extremo. En uno de ellos no se puso ninguna sustancia, mientras que el otro se impregnó con el repelente a base de terpenoides.
A continuación, se introdujeron mosquitos de diferentes especies y *se utilizó un time-lapse para monitorizar durante dos horas y media la actividad de los insectos, especialmente observando si tendían a alejarse de la zona del repelente.
Los resultados fueron muy positivos, tanto con Culex pipiens*, que actúa frecuentemente como vector del virus del Nilo Occidental, como con Aedes aegypti, responsable de la transmisión de la fiebre amarilla, el dengue y el Zika. Además, también ahuyentó al mosquito Anopheles gambiae, transmisor de la malaria.
Ahora, según los investigadores, el siguiente paso será comprender con mayor precisión el mecanismo por el que estas sustancias actúan sobre los mosquitos.