Representación de Titivillus en una miniatura (s. XIV)

¿Cuántas veces no ha sucedido que en medio de una conversación decimos una palabra incorrecta y esto nos avergüenza? ¿Cuántas otras hemos escrito algo y, a pesar de nuestras revisiones, tiene errores y estos no dejan de aparecer jamás aunque corrijamos una y otra vez el texto? Si eso te ha sucedido, has sido víctima de Titivillus, el demonio de los errores.

La primera referencia que se tiene de este terrible demonio es en el Tractatus de Penitentia de Juan de Gales, que data del año 1285. La labor de Titivillus consiste en hacer caer en el error a las personas y que esto los lleve al pecado y, por tanto, al infierno. Su maliciosa influencia se da tanto en la palabra dicha como en la escrita, en donde esparce errores por doquier.

Mantén a los ladrones de libros a raya con estas espeluznantes maldiciones medievales

La historia de Titivillus es muy peculiar porque personifica esos terribles errores que, a pesar de los esfuerzos y dedicación (o tal vez por ellos), persisten y aparecen para vergüenza de quien escribió, quién, además, tendrá que soportar el señalamiento, los comentarios ofensivos y el descrédito de todo su trabajo, a veces por un solo typo o por un significado puesto ahí por equivocación y no por ignorancia.

El terror de los escribas

Virgen de la Misericordia de 1485 de autor desconocido, se cree que el diablo con el hatillo de libros es Titivillus

En las primeras etapas de la historia del libro, Titivillus hizo de las suyas y amasó una tremenda reputación pues, recordemos, al no existir un sistema de reproducción mecánica los libros eran transcritos de uno en uno por escribas. Las largas jornadas, la poca luz y la dedicación constante a una misma tarea hacía que los escribas tuvieran errores. Estos errores fueron adjudicados a Titivillus pues la explicación más congruente fue que los errores eran susurrados e influidos por una fuerza demoníaca para ganar almas para Lucifer.

Uno de los escándalos más sonados provocados por Titivillus es el de la llamada "Biblia maldita", en donde no sólo costó la vida al editor de la misma, sino que este demonio incitó con el error que coló en las Sagradas Escrituras a que las personas cometieran un pecado mortal, uno de esos con los que quedas condenado al infierno para siempre.

La historia se resume así: en el siglo XVII Carlos I de Inglaterra encargó la edición de una Biblia a Robert Baker y Martin Lucas, impresores reales de gran reputación. Cuando la edición estuvo lista los ejemplares se vendieron con facilidad pero lo que no sabían los editores, los compradores y el mismo rey es que el sexto mandamiento tenía un grave error. Decía «Cometerás adulterio»... bueno, sí lo dice la Biblia... El punto es que Titivillus había hecho de las suyas en esta edición y las consecuencias de esto fueron bastante graves, no sólo por el pecado que conminó a cometer sino porque el castigo al que fueron sometidos los editores.

Cuando el rey supo del error ordenó destruir la "Biblia maldita", les retiró la licencia para imprimir libros y los multó con 300 libras (alrededor de 463 mil dólares actuales). Esto llevó a la quiebra a Barker quien en 1635 fue encarcelado por su deuda, luego de 10 años de salir y entrar de cárcel finalmente murió en 1645.

En un tratado devocional inglés anónimo del siglo XV, Myroure of Oure Ladye, Titivillus se presenta a sí mismo: «Mi nombre es Tytyvyllus ...» y habla de errores y como los hace comiéndose sílabas y palabras enteras. Ya vimos que sus intenciones es hacernos caer en el pecado, colar absurdos y trampas en nuestro decir y escribir. Titivillus es un demonio que nos pone el pie y nos hace tropezar con nuestros propio material; cuela fallos que no sólo nos llevarán al infierno teológico sino a uno peor: al escarnio de nuestros lectores que en un error encuentran la "evidencia" de que sólo escribimos sinsentidos, disparates y que nuestro trabajo no vale nada.

El antiguo y hermoso tratado de los colores ilustrado completamente a mano