Una de las últimas películas que ha recibido la aprobación casi unánime de la crítica especializada y del público, ambos veleidosos a su manera, ha sido **A Quiet Place, dirigida por el yanqui John Krasinski este 2018**, lo que sin duda no es moco de pavo si se tiene en cuenta que la obra se incluye en un género a cuyos cineastas, por lo visto, les resulta muy difícil destacar: el de terror, un estercolero infame donde todos los años se lanza gran cantidad de filmes sin una sola gota de inventiva, talento, estilo propio o buen gusto ni, así, el más mínimo interés, y que parece revelarse como el más complicado de llevar a buen puerto —aunque sea ofrecer algo sencillo y decoroso, no ya una maravilla absoluta—, junto con la comedia inteligente.
La carrera de Krasinski como actor comenzó en el año 2000, pero su primer papel en una película de alguna relevancia lo obtuvo para Kinsey (Bill Condon, 2004) como Ben, y luego ha participado en otras tales como Jarhead (Sam Mendes, 2005) con su cabo Harrigan, Dreamgirls (Condon, 2006) con su Sam Walsh, Away We Go (Mendes, 2009) con su protagonista, Burt; o Promised Land (Gus van Sant, 2012) con su Dustin Noble. Pero el personaje le lanzó a la fama fue el Jim Halpert de la comedia televisiva *The Office* (Greg Daniels, Ricky Gervais y Stephen Merchant, 2005-2013); y pronto le veremos como Jack Ryan en la serie homónima creada por Carlton Cuse y Graham Roland para Amazon, adaptación de las novelas de Tom Clancy ya antes llevadas al cine.
Ha sido la decente trayectoria de Krasinski la que le ha proporcionado la ocasión de desarrollar sus inquietudes como cineasta, y si le permitieron dirigir tres episodios de The Office entre 2010 y 2012, tal vez sería porque en 2009 había estrenado el aceptable largometraje **Brief Interviews with Hideous Men**, más amargo que cómico, con el que trasladó sin brillantez a la gran pantalla un libro de relatos de David Foster Wallace; al que le siguió la agradable comedia independiente **The Hollars en 2016*, con libreto de Jim Strouse. En ambas películas interpreta a un personaje, a Ryan en Brief Interviews y al protagonista en The Hollars*, John; del mismo modo que en A Quiet Place encarna a Lee Abbott, el padre de la familia acosada por unos curiosos monstruos alienígenas.
Y digamos sin ambages que este filme de ciencia ficción terrorífica es el mejor que el joven Krasinski ha rodado en su aún breve pero promisorio recorrido como realizador. Abraza las historias postapocalípticas de las que tanta prodigalidad hay en el séptimo arte pero se aleja por completo de los tópicos del horror, rehúye el impulso hacia la innecesaria sanguinolencia y lo estúpidamente truculento en el que otros profesionales de los suyos se tiran de cabeza y, además, nos ofrece un noble ejercicio de estilo en el que vale la pena sumergirse, **con ecos evidentes de las superiores Signs** (M. Night Shyamalan, 2002) **y War of the Worlds** (Steven Spielberg, 2005), pero sin la hondura emocional y el ingenio de de la primera ni la apabullante brillantez en la planificación visual de la segunda.
Pese a ello, luce la misma lograda tensión mordiente de ambas, no se extravía en digresiones inútiles y va al grano como un tiro, exponiendo sin titubeos y con detalle pero también la economía de los más estrictos la asombrosa e inconcebible situación de la familia protagonista, prudente y solitaria, con el límpido libreto de Bryan Woods y Scott Beck (Nightlight), casi siempre compañeros pero cuyos guiones para largometrajes, seis en total, no habían destacado lo más mínimo hasta el de A Quiet Place, que afinó luego a su gusto el propio Krasinski; sin olvidar la importante y meritoria edición de sonido de Erik Aadahl (The Tree of Life) y Ethan Van der Ryn (*The Lord of the Rings, King Kong*) y la partitura desasosegante del experto Marco Beltrami (*The Sessions, Logan*).
Y nada negativo se puede decir del reparto pequeño pero la mar de esforzado: aparte de Krasinski, su esposa Emily Blunt (*Looper, The Girl on the Train*), Millicent Simmonds (Wonderstruck) y Noah Jupe (*The Night Manager, Wonder*) en la piel de Evelyn, Regan y Marcus Abbott, y brevemente, el primerizo Cade Woodward como Beau Abbott y el veterano Leon Russom (*The X-Files, Prison Break*) como el hombre desconocido del bosque, comprensiblemente anecdótico. Estos actores, y los demás integrantes del equipo, nos han obsequiado en definitiva con un sencillo juguete de cine que satisface y se padece con agrado lo que dura hasta el punto de que la secuela ha sido confirmada por la Paramount. Y a nadie le puede extrañar.