Este viernes llega a las tiendas el esperadísimo God of War que supone el retorno de un Kratos al que no vemos en nuestras PlayStation desde hace casi cinco años, cuando pudimos disfrutar de God of War: Ascension.

En este caso, Santa Monica Studios ha decidido apostar por revolucionar la fórmula y, tanto es así, este salto a la mitología nórdica se convierte en una suerte de mezcla de reboot y secuela de lo que ya conocíamos. La historia del fantasma de Esparta y lo narrado en videojuegos anteriores se mantiene vigente pero, eso sí, God of War supone un punto y aparte a nivel mecánico y narrativo.

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Por ello, por su cualidad de ente independiente dentro de una longeva franquicia, es posible que sean muchos los jugadores que se inicien con esta nueva entrega a los que las andanzas del malhumorado dios de la guerra le sean ajenas. De ahí la razón de ser de este texto, donde sintetizaremos lo contado en la franquicia y daremos un somero repaso a la historia de uno de los personajes más icónicos del videojuego.

¿Qué pasó antes de los videojuegos?

Kratos fue uno de los soldados espartanos más destacados en una época en la que cada niño era entrenado y llevado al límite de cara a su futuro militar. Poco a poco, a golpe de éxitos en el campo de batalla, terminaría convirtiéndose en el capitán de ejército más jóven de toda Esparta y su efectividad, sed de poder y crueldad en las refriegas serían por todos conocidas.

Hasta que se topó con Alrik, un rey bárbaro que junto a su ejército puso en jaque a la fuerza espartana y acorraló a Kratos; a punto de morir, el protagonista de la saga demandó la ayuda del dios de la guerra e hizo un pacto con Ares, prometiéndole su alma a cambio de la victoria en el campo de batalla. Ares le otorgó las míticas espadas del Caos, que quedaron atadas a sus brazos, y giró las tornas de la batalla. A partir de ese momento, Kratos seguiría las comandas del dios de la guerra cegado por su promesa y, engañado por Ares, masacraría a miles de inocentes, entre los que se encontraban Lysandra y Calíope, su mujer e hija. Horrorizado por los hechos y por su sed de sangre, Kratos renunciaría a servir a Ares y daría pie al inicio de la historia que hoy todos conocemos.

¿Por qué Kratos tiene ese peculiar aspecto?

Su hermano, Deimos, también parecía albergar un gran potencial como soldado pero debido a sus extrañas marcas de nacimiento Ares lo capturó siguiendo una profecía que señalaba que un “guerrero marcado” acabaría con el Olimpo. Al oponerse, Kratos recibió un corte en el ojo que terminó dejando la cicatriz que hoy le acompaña y, en honor a su hermano desaparecido, se tatuaría el cuerpo con las icónicas marcas rojas.

Por otro lado, su característica tez blanquecina también tiene un trágico motivo: tras el asesinato de su mujer y su hija, un oráculo de la villa arrasada le condenó a portar las cenizas de éstas adheridas a su piel por siempre a modo de recordatorio de la barbarie cometida. Así se ganaría el funesto sobrenombre de “Fantasma de Esparta”.

¿Qué pasó en los videojuegos?

En God of War: Ascension, precuela estrenada en 2013, se nos contaba que tras renegar de su promesa a Areas y romper su juramento de sangre, Kratos fue capturado y encarcelado por las tres Furias. Con la ayuda de Orkos, hijo de Ares y la reina de las Furias, pudo acabar con ellas y, para liberarse completamente de su atadura con el dios de la guerra, terminó sacrificando a un Orkos dispuesto a caer en su ayuda. Tras ello y volver a ser “libre”, los recuerdos del asesinato de su familia volvieron a inundar la memoria de Kratos y provocaron su promesa de servidumbre al resto de dioses con tal de recibir el perdón definitivo y poder olvidar su pasado.

Así, en el God of War original que comenzó todo en PlayStation 2 allá por 2005. vemos a un Kratos hastiado y al límite tras un largo tiempo al servicio de unos dioses a los que repudia al que Atenea, su principal nexo de unión con el Olimpo, le encomendó la misión de acabar con un Ares cada vez más problemático y peligroso para los intereses de los propios dioses. Tras conseguir y liberar el poder de la Caja de Pandora, Kratos le plantaría cara y acabaría con él, cumpliendo su promesa. Con todo, el Fantasma de Esparta no conseguía olvidar lo ocurrido en el pasado y, tras intentar suicidarse,

Su secuela, God of War II, nos presentaba a un Kratos altivo y cruel al que el resto del Olimpo tenía en muy baja estima. Tanto así que, tras ser invocado por un guerrero espartano y acudir en la ayuda de su ejército en la batalla de Rodas, acabaría siendo traicionado por Zeus, que le robaría sus poderes y clavaría la Espada del Olimpo, mandándole directo al Inframundo. Ya allí, rescatado por Gaia, una titánide (desterrada junto a otros titanes después de la Gran Guerra) con la intención de matar a Zeus, Kratos parte en busca de las Hermanas del Destino para poder viajar de nuevo al momento donde fue traicionado.

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En una escalada de sangre y violencia, Kratos encuentra y consigue acabar con ellas, disponiéndose a asesinar al propio Zeus acto seguido. Es entonces cuando el rey de los dioses es salvado gracias al sacrificio de Atenea y ésta, ya agonizante, le cuenta a Kratos que ambos son hermanos y que, por ende, el mismísimo Zeus es su padre. Ligeramente conmovido por el sacrificio de la diosa de la paz pero sin pizca de remordimiento por Zeus, Kratos utilizó el poder de las hermanas del Destino para revivir a los titanes caídos y, con su ayuda, asaltar el Monte Olimpo en busca de venganza.

Y así se llegaba a la épica conclusión, God of War III. Empezando donde lo dejó la anterior entrega, Kratos no tardaría en acabar con Poseidón pero, para su desgracia, sería abandonado por Gaia y su séquito tras un primer y fallido encontronazo con Zeus. De vuelta al Inframundo, y traicionado por los dioses y los titanes, Kratos se ayudó del espíritu de Atenea para buscar la llama del Olimpo, clave para derrotar al dios de dioses. Tras pasar por la cuchilla a dioses y titanes sin asomo de duda, Kratos encuentraría de nuevo la caja de Pandora para descubrir que ella misma, una niña que le recordaba a su hija, debía sacrificarse para desatar el poder de la caja.

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Kratos terminaría accediendo a ello para comprobar que la caja estaba vacía y sufrir las burlas de Zeus. Iracundo pelearía con su padre y, tras la intervención de Gaia, acabaría con la titán y con él. Al menos eso parecía; Zeus volvería en forma de espíritu para reducirlo y Kratos, atrapado en sus pensamientos y empujado por su mujer Lysandra, haría uso de ese poder de la esperanza del que Pandora le habló (otenido al abrir la caja en el primer videojuego pero sepultado por su ansia de sangre y venganza) para acabar con Zeus en una memorable escena de acción. Atenea aparecería entonces para reclamar a Kratos el retorno de los poderes a la caja pero, egoísta de nuevo, Kratos se negaría y se clavaría la Espada del Olimpo en el vientre (de ahí su espectacular cicatriz en esta nueva entrega), esparciendo su poder por el resto del mundo al tiempo que esperaba la llegada de su muerte. O no, puesto que tras los créditos veríamos un rastro de sangre desde la espada hasta un acantilado, sin conocer su paradero.

¿Cómo acaba Kratos en el Norte?

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Éramos muchos los que pedíamos que Kratos diera el salto a la mitología nórdica y tras el suspensivo final de la tercera entrega y casi ocho años de espera, ese momento ha llegado. ¿Pero cómo terminó Kratos en Midgard? Lo cierto es que, ni desde Santa Monica Studios ni en el propio videojuego, apenas se da una explicación al respecto y tendremos que conformarnos con que, de una forma u otra, el Fantasma de Esparta tenga un nuevo panteón de dioses al que plantar cara. Por el camino, además, sí sabemos que el protagonista de la franquicia tuvo tiempo para encontrar otra mujer y tener un hijo, Atreus, formando una nueva familia. Ahí, en la relación entre ambos y la figura de la mujer y madre, hay mucho que contar en el nuevo God of War. A por él.