La vida de un residuo va mucho más allá de cuando lo depositamos en su correspondiente contenedor, especialmente en lo que respecta los plásticos. De allí van a unas primeras plantas donde se separan por tipos y materiales. Más tarde, se compactan y preparan para recuperar lo que se pueda completando el ciclo de reciclaje. Hasta ahí sería todo idílico, pero existen un par de condicionantes: en ocasiones si hay un interesado es mucho más rentable vender los residuos que tratarlos en el país de origen, y segundo, muchas veces los plásticos acaban tan mezclados con otras sustancias que directamente no se pueden recuperar. En ambos casos, es muy posible que el plástico de la botella que depositamos en el contenedor acabe llegando hasta China.

El gigante asiático ha sido desde los años 80 el principal importador de residuos del mundo. O lo que es lo mismo, el patio trasero de buena parte de países desarrollados. China compraba altas cantidades de papel, plástico y chatarra para alimentar su creciente capacidad productiva. En el caso de los plásticos, para transformarlos en resina sintética que acababa dando forma desde nuevos productos que luego eran exportados hasta tuberías para sus crecientes ciudades. Lo han estado haciendo en varias ciudades-vertedero donde trabajaban miles de personas cribando nuestros residuos y que habían generado ya denuncias de organizaciones como la Agencia Europea de Medio Ambiente. Pero eso se ha acabado, China ya no quiere nuestra basura.

El pasado 1 de enero el país asiático vetó buena parte de las importaciones de la llamada 'yang laji' o “basura extranjera”. En concreto la prohibición hace referencia a 24 tipos de residuos sólidos, entre los que se encuentran residuos no clasificados de papel y de tereftalato de polietileno (PET), el material usado en la mayoría de las botellas que llenan nuestras neveras y también desechos electrónicos.

De forma general, China seguirá comprando basura, pero no la que no esté bien separada y tratada. La prohibición, tras un periodo de baja intensidad, se asentó completamente el pasado 1 de marzo, provocando que en algunos países comience a haber problemas y sobre todo no se sepa qué hacer con tanta basura.

Del caso extremo del Reino Unido a las consecuencias en España o México

La decisión de China llega después de unos años en los que el país ha intentado limpiar sus altas tasas de contaminación y lo ha hecho con cierta dosis de bofetada moral. La agencia estatal de información, Xinhua, publicaba la semana pasada una nota de prensa en la que recogía declaraciones del representante del Gobierno chino ante la Unión Europea Zhang Ming, quien mostraba una visión irónica sobre que los países “desarrollados” hubiesen mostrado preocupación por la prohibición. “Durante mucho tiempo los países desarrollados, equipados y acomodados, han vertido su basura a los países en desarrollo, un fenómeno no se puede pasar por alto. Es un asunto moral que va más allá de cuestiones comerciales”, dijo Zhang.

Lo cierto es que casi ningún país desarrollado queda libre de esta cuestión. China ha pasado según datos de su gobierno de importar 4,5 millones de toneladas de residuos en los años 80 a 45 millones de toneladas en la actualidad. Es decir, el acuerdo ha crecido porque era positivo para ambas partes,  los países vendedores se quitaban de encima sus desechos y China, tras trabajarlos, conseguía nueva materia prima. El único perdedor en esta alianza era, obviamente, el medio ambiente. 

Estados Unidos por ejemplo exportaba más de 13,2 millones de toneladas de residuos de papel y 1,42 millones de toneladas de plásticos cada año a China, según señalan sus estadísticas. En Reino Unido, seis de cada 10 kilos de plástico desechado acaba exportado al gigante asiático. Era una solución cómoda que se ha acabado y que en el caso del entorno de Londres, según informa The Guardian, ya ha empezado a desbordar vertederos locales.

España tampoco queda libre. De media durante los últimos años se han estado exportando desde los puertos españoles hacia China desechos de plástico por valor de 35 millones de euros anuales. En concreto, según las estadísticas de Aduanas, fueron 115.000 toneladas en 2017, a las que se suman otras 47.000 que fueron a parar a Hong Kong como país intermediario y a las que también se pueden añadir otras tantas exportadas a Holanda o Alemania, clústeres exportadores que a buen seguro no se quedaron con nuestra basura.

Las consecuencias de la prohibición para España ya se dejan notar en la estadística oficial. Según los últimos datos, en enero de 2018 solo “viajaron” hacia China 2.947 toneladas de residuos plásticos, cuando en el mismo mes del año anterior habían sido 16.437, casi seis veces más. Es decir, que solo en el primer mes de este año, España se encontró con 14.000 toneladas de residuos plásticos más en sus vertederos que en circunstancias normales habrían acabado en el gigante asiático.

En el caso de América Latina, donde las afecciones son menores, México por ejemplo vendió el año pasado a China residuos equivalentes a 210.000 toneladas.

¿Y ahora qué hacemos con los residuos?

Foto: Dominik Vanyi

La gran pregunta que queda ahora es ver cómo se gestionan estos residuos. La Unión Europea aprobó el pasado mes de enero una estrategia sobre plásticos que prevé reducir el uso de bolsas en supermercados y el exceso de embalaje, marcando que para 2030 todos fueran biodegradables o reutilizables, y abriendo la puerta incluso a un posible impuesto para los que no lo fueran. Además de esto, cada vez son más los proyectos y ciudades que optan por políticas de retorno de envases en lugar de depositarlos en contenedores.

Pero mientras todo esto llega, la visión internacional se centra ahora en encontrar nuevos “basureros” internacionales. El Buró de reciclaje internacional, una organización con sede en Bruselas que aglutina al sector del reciclaje, alertó de los problemas que podría traer la prohibición China a corto plazo y se fijó en Tailandia, Vietnam o India como posibles países interesados en la compra de desechos.

La aparición de estos países como nuevos destinatarios ya se empieza a notar por ejemplo en España, desde donde se exportó el pasado mes de enero 1.098 toneladas de desechos plásticos con destino a Tailandia, casi cinco veces más que las que se enviaron a este país hace justo un año.

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