Quizá de pequeño viste alguna vez la serie animada de Los Pitufos. Y quizá ahora como adulto te lo pases en grande viendo uno tras otro capítulos de The Big Bang Theory. Estas dos series, que por sí mismas no tienen nada de malo, son, sin embargo, el ejemplo primigenio y uno de los más recientes de los roles que muchas veces adquieren los personajes femeninos en las producciones audiovisuales.
Aunque la concienciación y el empoderamiento de la mujer en los últimos años ha conseguido que cada vez sean más los guiones que presentan personajes femeninos principales, fuertes y poliédricos (la teniente Ripley en Alien, la propia Wonder Woman o la última trilogía de Star Wars son buenos ejemplos), la industria del cine sigue pecando de asentar tópicos sexistas. Uno de los últimos estudios que han analizado con datos esta brecha fue publicado en 2017 por la Universidad de Southern California. En él, usando herramientas de análisis de guiones, se rastrearon más de 1.000 películas desde la década de los 70 hasta la actualidad. La conclusión es que los papeles masculinos tenían el doble de diálogos y que en muchos casos, si se eliminaban a los personajes femeninos, el argumento apenas sufría variaciones.
De igual modo, y aunque el avance ha sido notorio, sigue existiendo una brecha étnica importante. A pesar de que pueda parecer que en la actualidad la presencia de actores de raza negra o asiática es un hecho normalizado, los datos nos dicen lo contrario. Según una encuesta publicada por la Academia del Cine de Nueva York, entre los años 2000 y 2013 un 75,8% de los papeles de las películas que se presentaban a los Óscar eran de actores de raza blanca, siendo solo el restante de otras.
Ante la evidencia de estos datos, algunos creadores, guionistas y bloggers han creado en los últimos tiempos pruebas para intentar discernir hasta qué punto el cine y la televisión siguen abusando de clichés en lo que respecta a temas de género y raza. Son solo algunas normas básicas de las que no se puede extraer, en ciertos casos, conclusiones completas pero que sí que deslizan un paisaje bastante evidente de que en la cultura popular quedan aún bastantes barreras que derribar.
El principio de Pitufina
Este patrón fue denominado así por la crítica Katha Pollitt en un ensayo publicado en _The New York Times_ en 1991. Debe su nombre a la aparición de Pitufina, quien fue durante muchos años el único personaje femenino entre un montón de compañeros azules.
Su teoría, que se basa en la incursión de un personaje femenino entre un elenco predominantemente masculino solo como aspecto diferenciador —y a menudo con una imagen cargada de tópicos— ha recobrado fuerza en los últimos años como una buena forma de demostrar que no demasiadas cosas han cambiado. El personaje de Penny en The Big Bang Theory cumplía este mismo rol en las primeras temporadas hasta la aparición de Bernadette o Amy, pero también lo hacía la Princesa Leia en la trilogía original de Star Wars, o La Viuda Negra en Los Vengadores de Marvel. El problema de este tipo de rol, según describía Pollitt, no era tanto debatir si lo políticamente correcto es aspirar a elencos más igualitarios, sino que se exponía, especialmente en series infantiles, al grupo masculino como la norma y a la chica como la excepción.
El Test de Bechdel
Seguramente la prueba más conocida por la difusión que ha tenido en los últimos tiempos es el Test de Bechdel. Este test fue introducido por la artista Alison Bechdel en una tira de su cómic Dykes to Watch Out For en 1985. Es sencillo a la par que clarividente. Se basa únicamente en el cumplimiento de tres reglas principales para saber si una película supera el umbral mínimo.
- En la película o serie aparecen dos personajes femeninos con nombre.
- Las dos personajes tiene una conversación en algún momento.
- Dicha conversación no trata sobre un hombre.
La primera trilogía de Star Wars (Episodios IV al VI) es uno de las obras más populares que no pasa el test, a las que se añaden algunas como Avatar o la transgresora Trainspotting. De hecho, entre 2000 y 2016, un 46% de las películas nominadas a los Óscar no superaron el test.
La web Bechdeltest.com mantiene un listado detallado de más de 7.000 películas donde se puede consultar cuáles pasan y cuales no pasan la prueba.
Test de Ellen Willis o la prueba de fuego
La periodista y activista norteamericana Ellen Willis es la ideóloga de la que para muchos es la herramienta más fidedigna para medir hasta qué punto una película tiende hacia la equidad. Es cierto que test como el de Bechdel se basan en reglas muy rígidas que a menudo pueden generar excepciones (como veremos), pero también es verdad que muchas películas, por cuestiones de guión, deben dar preferencia a un género u otro.
Sin embargo no son pocas las películas donde asumir el papel protagonista a un personaje masculino no debería ser necesario. ¿Podría funcionar El Señor de los Anillos con Froda en lugar de Frodo? Seguramente sí.
El test de Ellen Willis es sencillo y se basa en una única premisa: ¿Sigue teniendo sentido una película si cambiamos el género del protagonista? Hay muy pocas películas que soportan esta cuestión, pero una de ellas es la saga completa de Harry Potter. No cabe duda: si cambiáramos a Harry por Hermione, seguramente no pasaría nada.
La cuestión de los personajes femeninos y su presencia con escaso peso o a veces únicamente por cumplir con una cuota o aportar un papel sexualizado ha llegado a tal punto que se han creado variantes de estos test girando hacia el exceso. Tal es el caso del Test de la lámpara sexy, creado por la guionista de Marvel Kelly Sue DeConnick, y que ha generado cómicas webs en internet.
El precepto también es básico: buscar aquellas películas en las que puedas cambiar a la protagonista por una lámpara sexy sin que nada se altere. De acuerdo, a veces las mujeres más allá de tener un papel sexualizado tienen líneas de guión, para lo que internet ha inventado, El test de la lámpara sexy con un post-it. Como ejemplo reciente se suele poner el de Lois Lane en Man of Steel (2013) el reboot de Superman dirigido por Zack Snyder donde el personaje femenino, además de caer desde un rascacielos, solo intercambia algunas líneas para motivar la acción de Superman.
Hablando del mejor amigo del protagonista… que no es un perro, es una persona de raza negra
Cuestión distinta son los temas raciales, que como se ha comprobado en los últimos años, por desgracia no están tan superados como deberían. En el cine y en otros ámbitos de la cultura popular como los cómics también costó mucho derribar la barrera racial.
El mejor ejemplo quizá sea esta portada de The Spirit en 1940, que llega a cambiar el tipo de dibujo para presentar a Ebony White, un estereotipadísimo personaje de color. Con el tiempo Marvel y DC Cómics fueron introduciendo personajes de renombre de raza negra, como Black Panther o Luke Cage y aunque parezca que el camino que se ha recorrido ya sea pleno, otros test nos siguen mostrando que el cine sigue estando lleno de tropos donde el personaje de raza negra cumple dos roles principales:
- Ser el mejor amigo del protagonista blanco.
- Aquel que se sacrifica primero por los demás.
Películas como Los Increíbles de Pixar cumplen a rajatabla con este elemento del mejor-amigo-negro en personajes como Frozono. Para medir este tipo clichés el periodista Eric Deggans creó hace unos años un Test de Bechdel a su manera, poniendo la raza en el foco. También se rige por dos normas básicas:
- Hay al menos dos personajes relevantes que no son de raza blanca.
- La película no va de temas sociales.
El caso de Stranger Things, los límites de estos test y la corrección política
Pero una vez llegados hasta aquí, toca también poner a prueba a estos propios test. En 2017 al hilo del auge de Stranger Things varios medios publicaron que la serie de Netflix no superaba el famoso test de Bechdel. En efecto, si tenemos en cuenta sus tres preguntas, no lo hacía. Además también se echaba en cara a la producción que cumpliera con los tópicos de introducir un único papel de raza negra en la serie y que este fuera el de Lucas, uno de los cuatro amigos protagonistas. Sin embargo, el personaje de Eleven también ha recibido aplausos por su fuerza, y quizá haya que hilar muy fino para identificar que Lucas está ahí por cumplir con las llamadas “cuotas” en el elenco.
Esto quizá nos lleve a pensar también que en ocasiones el cine y los guiones introducen personajes de distintas razas y género por la necesidad de cubrir estas cuotas, siendo muy políticamente correctos en contextos en los que —por motivos históricos o del relato— no toca que aparezca un personaje de estas características. ¿Alguna vez te has preguntado cómo dieron a Idris Elba el personaje de Heimdall, un dios nórdico, en Thor? Tal vez solo lo hicieron para no aparecer en webs que recopilan películas que no pasan tests como estos.