La anheladísima adaptación de la novela homónima del estadounidense Ernest Cline, realizada por un titán del cine como su compatriota Steven Spielberg, es la mejor película de este cineasta en al menos trece años, y no nos tiembla el pulso ni un poco al decirlo.Es muy posible y por completo razonable que, para quien el día a día transcurre entre visionados de filmes y series de televisión por cuestiones laborales, su mayor deseo en esta etapa de su vida sea algo tan sencillo como dar con **una obra realmente notable y valiosa** que le haga salir de la proyección entusiasmado y feliz por lo que acaba de ver; no tanto debido al buen o al mal rollo que desprenda la película en cuestión sino por su calidad difícil de poner en duda. Es lo que nos contaron días atrás sobre las reacciones en los primeros pases de prensa de **Ready Player One (2018)** y lo que muy probablemente ocurrirá cuando los espectadores de todo el mundo, más o menos ávidos de zampársela, acudan al cine con esa intención; y tener la oportunidad de afirmarlo aquí y en las redes sociales aumenta la alegría que produce haber visto el filme.
Con un carrerón de cincuenta y cuatro años, treinta y seis largometrajes en su haber y un buen puñadito de ellos sobresalientes de veras —El color púrpura (1985), Indiana Jones y la última cruzada (1989), La lista de Schindler (1993), Minority Report, Atrápame si puedes (2002) o Munich (2005)—, Spielberg no necesita presentación alguna. Y lo que cualquier cinéfilo sabe es que su pericia cinematográfica en lo que se refiere al denostado género de aventuras es, según acostumbra, algo incuestionable, y tampoco se le da nada mal la ciencia ficción, que suele unirse al primero en su filmografía hollywoodiense: ahí nos encontramos, entre aventureras, de ficción científica y su cóctel, las destacadas Encuentros en la tercera fase (1977), E.T., el extraterrestre (1982), El imperio del sol (1987), la ya mencionada Indiana Jones y la última cruzada, Parque Jurásico (1993), Inteligencia artificial (2001), la aludida Minority Report, La guerra de los mundos (2005), Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) o Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio (2011).
Todas ellas las hemos gozado muchísimo, y sirven como la más convincente de las demostraciones de que el cine comercial también puede brindarnos auténticas joyas, que no desmerecen ni se ven empequeñecidas al colocarlas junto a los peliculones de aquellos a los que normalmente se considera los cineastas más sagaces a la hora de analizar y exponer los dramas humanos. Que tuerzan el gesto todo lo que les plazca los críticos y analistas más engolados y esnobs y los que aún sostienen que el cine admirable más virtuoso es de la tercera edad al leer lo que sigue: **las emociones que nos arranca el bueno de Spielberg durante el metraje de sus mejores aventuras cinematográficas es oro puro, tanto como el asombro audiovisual que nos procura durante sus espectáculos más conseguidos. Y eso es lo que refulge, lo que brilla hasta la ceguera en Ready Player One**.
Brilla ese oro puro entre el engañoso caos de las secuencias increíbles de acción y las variopintas multitudes que en él participan, entre las cascadas de colores y avatares, en mil y un escenarios nuevos y conocidos de la cultura popular, entre las tropecientas referencias a la misma, muy estimulantes, que Spielberg nos dispara como desde el cañón de una ametralladora, imposibles de descubrir en un solo visionado las menos evidentes a no ser que ya las conozca uno por haber leído la novela de Cline, que desde luego ansía uno estudiar tras habérselo pasado como un goloso en un bufé de pastelería durante la proyección. Sentarse a disfrutar del barroco entretenimiento de Ready Player One es como volver a ser niño e ir a la feria a montarse en todas tus atracciones preferidas; y no se trata de una comparación caprichosa en absoluto: el bombardeo pop es tal, y el Rey Midas de Hollywood nos lo arroja con tanta maña, que uno tiene dónde elegir qué escena del filme amará hasta los topes según el hito de esta cultura que le marcase en algún momento de su vida y que aparece en él.
Los que adoren el eclecticismo de la posmodernidad, para los que la muy inferior ¡Rompe Ralph! (Rich Moore, 2012) ya supondría cierto deleite, habrán hallado una de sus obras cinematográficas más definitivas en su clase con Ready Player One; y el envoltorio de este regalito que les entrega Spielberg casi no podía ser más adecuado: el cineasta está en plena forma, una energía que tal vez no cuadre con su edad y un conocimiento de su oficio que sí se corresponde con ella fluyen en la película a borbotones, como ese otro setentón que es George Miller con *Mad Max: Furia en la carretera* (2015), y lo demuestra claramente en cada elección visual que toma. Los encuadres y los movimientos de cámara en las secuencias más vivarachas y bulliciosas son extraordinarios, y la imaginación que derrocha en la puesta en escena del conjunto, con toneladas de CGI o sin él, nos garantiza una complejidad audiovisual que, eh, menudo curre el de Spielberg con esta película. Porque esto no es una fanfarria enmarañada e incoherente, sino el fruto de una elaboración obsesiva por parte del equipo, que manejaba un material casi inabarcable.
Siendo del todo honestos, no se puede eludir una cosa tan evidente como que Ready Player One cojea en el alcance emocional de las inquietudes íntimas de sus personajes, a lo que Zak Penn (X-Men: La decisión final) y el propio Cline deben responder como guionistas, y que el virtuosismo de su desarrollo como aventura es un tanto irregular y no concluye en lo más alto. Pero sus bondades y su fuerza, ya señaladas, suplen con creces estos menoscabos que impiden que la obra termine siendo incluso superior. Alan Silvestri (Regreso al futuro) nos ofrece una partitura inspirada y con ecos sinfónicos muy reconocibles. Y los actores también ayudan lo suyo a tirar de la cuerda hacia el buen lado: Tye Sheridan (El árbol de la vida) como Wade Watts, Olivia Cooke (Motel Bates) en la piel de Art3mis, Lena Waithe (Bones) como Hache, Ben Mendelsohn (*Rogue One) interpretando a Nolan Sorrento, el habitual Mark Rylance (Dunkerque) como James Halliday, Simon Pegg (Star Trek, 2009) encarnando a Ogden Morrow, T. J. Miller (Deadpool) como i-R0k, los novatos Win Morisaki y Philip Zhao prestando rostro y voz a Daito y Shoto y Hannah John-Kamen (Tomb Raider*) como F’Nale Zandor.
Conclusión
Si podemos afirmar sin titubeos que Ready Player One es de lo mejorcito que ha rodado Steven Spielberg en su interesantísima trayectoria, tampoco hay duda alguna de que entusiasmará a los amantes de los videojuegos inmersivos y de la cultura pop, y a todos aquellos a los que les chiflen las posibilidades futuristas de la realidad virtual.
Pros
- La enorme pericia y el asombro audiovisual del director Steven Spielberg, que demuestra estar en plena forma.
- Las extraordinarias secuencias de acción y la imaginativa puesta en escena.
- Las estimulantes mil y una referencias a la cultura popular.
- La banda sonora inspirada y con ecos sinfónicos muy reconocibles de Alan Silvestri.
Contras
- Que cojea en el alcance emocional de las inquietudes íntimas de sus personajes.
- Que el virtuosismo de su desarrollo como aventura es un tanto irregular y no concluye en lo más alto.