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El veterano realizador mexicano Guillermo del Toro (El laberinto del fauno) no para. Después de que su último filme, La forma del agua(2017), se llevase cuatro Oscar en la pasada edición de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood, incluyendo el de Mejor Película y el de Mejor Director para él, ha viajado a su ciudad natal para impartir varias clases magistrales durante el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), que concluye el próximo día 16 de marzo.

“Hacer cine en la adversidad te prepara para el futuro, así que, si pudiste ser cineasta en México, puedes serlo en cualquier lugar”, declaró el pasado sábado, día 10, ante el expectante auditorio en su primera clase. Él lo sabe bien, pues ha rodado en distintos países desde que empezó su carrera, en 1986, como sus compatriotas Alfonso Cuarón (Gravity) y Alejandro González Iñárritu (Birdman). Y, un poco más tarde, Del Toro manifestó lo siguiente: “Hay una razón por la que hoy estoy aquí: los jóvenes. Creo que lo único que deja uno de valor [al morir] es un camino (…). Si dentro de cien años nadie se acuerda de mí pero dejé un camino (…), habrá merecido la pena”.

Para demostrarnos a todos que no hablaba por hablar delante de la juventud que había abarrotado la sala para escucharle y con ello en mente, ha decidido ponerse manos a la obra, y los organizadores del Festival dieron después la noticia de que habían creado la Beca Internacional de Cine Jenkins-Del Toro, un premio anual de 60.000 dólares para algún aspirante a cineasta de México que estudiará en un distinguido instituto de cine, fuera del país. “Si cambiamos una vida, si cambiamos una historia, cambiamos a una generación”, dijo entonces Guillermo del Toro. “El primer impulso es muy importante”. Y no hay duda de que esta beca es un buen primer paso para conseguirlo.