Alex Garland es uno de esos creadores del mundo del cine que uno le apena que no se haya prodigado más durante su carrera. Y es que a sus 47 años, además de escribir tres libros y colaborado en dos videojuegos, ha guionizado 28 días después, Sunshine, Nunca me abandones y Dredd (película que, según múltiples fuentes, dirigió "en la sombra") y tuvo en Ex Machina su fenomenal y estiloso debut.
Su última obra, que ha escrito y dirigido, es Annihilation y llega hoy mismo a Netflix en gran parte del mundo tras estrenarse en un número reducido de salas estadounidenses hace unas semanas. Y esto es así, principalmente, por la valentía y el valor de apostar por una visión creativa concreta hasta sus últimas consecuencias: distribuida originalmente por Paramount Pictures, los primeros pases eran demasiado “complejos” y “poco orientados al público mayoritario” con lo que la compañía exigió un remontaje más accesible; Garland, temiendo perder la identidad del proyecto, terminó yendo por un camino menos ambicioso pero más justo con su idea, de la mano de Netflix.
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Y sí, Annihilation no es una película para todos los públicos y es más que probable que, con un presupuesto bastante más abultado que su ópera prima, hubiera termina siendo un relativo fracaso en las salas. Ahora bien, en la firme apuesta de Garland por una adaptación sincera y arriesgada reside el gran valor de un film que cala, que deje poso y del que subyacen un puñado de ideas que juntas conforman una de las obras de ciencia ficción más destacadas de los últimos años, acercándonse a la inconmensurable Arrival de Denis Villeneuve.
La película funciona como una adaptación, aunque con notables diferencias, del libro con mismo nombre, parte de la trilogía Southern Reach, de Jeff VanderMeer; el film tiene, eso sí, funciona como un ente individual ya que el propio Garland declaró que inició el trabajo en la película cuando todavía restaban por publicar la segunda y tercera entregas de la saga literaria y que ve su obra como una ficción autoconclusiva con identidad propia.
La obra se centra en el personaje de Lena, interpretado de manera sobresaliente por una siempre acertada Natalie Portman, y su expedición junto a un grupo de científicas de distintas áreas a la conocida como Área X, una misteriosa zona con cierta influencia de origen aparentemente extraterrestre a la que han acudido muchos pero no ha vuelto nadie. En dicho grupo encontramos a una psicóloga (Jennifer Jason Leigh), una topógrafa (Tessa Thompson) o a una antropóloga (Gina Rodriguez) que forman un grupo sumamente interesante, principal vehículo narrativo de la película.
El motivo principal tras la decisión de visitar esta misteriosa zona por parte de Lena, más allá del puramente científico, es el de saber qué le ocurrió a su marido (un Oscar Isaac que repite a las órdenes de Garland), integrante de la undécima expedición que acudió al Área X; de esta forma, Garland sabe poner el foco en el drama personal para generar empatía y desarrollar el personaje de Portman para, poco a poco, virar hacia un enfoque eminentemente científico y, en su último tramo, un planteamiento del todo inclasificable.
Y es que, de nuevo confirmado por el director y escritor británico, la última media hora de Annihilation es lo que eleva a la película a otro nivel, pasando de ser un pausado e interesante thriller sci-fi a ser un ente cinematográfico con una identidad arrolladora y a la que se le nota especialmente ese cariño y esfuerzo por llevar una visión, compleja y poco comercial pero de notable calidad, hasta las últimas consecuencias.
Esto no quiere decir, ojo, que la primera hora y media sea un mero trámite, pues ahí es donde encontramos una plétora de excelentes interpretaciones (fenomenal el trabajo de casting) que siembra y hace crecer uno de los núcleos de la película, la reflexión sobre la tendencia hacia la autodestrucción del ser humano; por el camino, además, encontramos una terrorífica y memorable escena que se recordará fácilmente durante los próximos años.
Pero, como decíamos, es en sus coletazos finales donde Annihilation se desmelena y, sin importarle lo potencialmente complejo de aquello que se cuenta, presenta una conclusión que confundirá a muchos, frustrará a otros tantos y que ha conseguido, entre otras cosas, que un servidor siga reflexionando sobre el film y sobre su propuesta días después del visionado. Es difícil, por los motivos citados y más, recomendar Annihilation sin reparos pero, por el contrario, se hace fácil afirmar que cualquier aficionado de la ciencia ficción más dura disfrutará, de un modo u otro, de la que es una de las producción más arriesgadas y destacadas cualitativamente de Netflix.