Empecemos con una historia. Hace veintinueve siglos nació el mítico escritor de La Ilíada y La Odisea, Homero. Sus textos constituyen una de las bases de toda la literatura occidental, por lo que existen muchos académicos que dedican gran parte de su carrera a estudiar sus obras a fondo. William Gladstone fue uno de estos hombres.

Gladstone fue el primer intelectual importante en notar la siguiente anomalía en los escritos del griego. Homero describía el cielo como "color de bronce", en ocasiones hacia referencia a como el vino y el mar eran del mismo color. Afirmaba lo mismo con las ovejas. También describía la miel como verde. William notó que las descripciones homéricas, en lo que respecta al color, eran bastante inconsistentes con la realidad. Así, comenzó a analizar los libros de Homero buscando cuanta variedad de color podía encontrar: algunos amarillos y verdes, incontables blancos y negros, y ni una sola mención del color azul.

Otros intelectuales, siguiendo su iniciativa, expandieron la búsqueda del color azul a otros textos griegos de la época. Ninguna en los escritos de Aristóteles, ni siquiera en los de Empédocles el cual era un teórico del color.

Al parecer, los antiguos griegos no solo no tenían una palabra para el color azul, sino que no eran capaces de percibirlo en lo absoluto. La investigación se expandió más aún, evidenciando que los colores no aparecen todos a la vez en cada cultura, sino que, durante su desarrollo, comienzan a ser percibidos uno por uno. Naturalmente, los primeros son el blanco y el negro, luego el rojo, el amarillo, el verde y, por regla general, el color azul es el último en aparecer en cualquier civilización.

Solo para que sepan, aquí les dejo mi tonalidad preferida de rojo.

Los griegos no eran capaces de percibir el color azul, por el simple hecho de que no habían inventado la palabra para describirlo. Lo que significa que el lenguaje no es un código independiente que utilizamos para describir las cosas, sino que nos da la habilidad para percibirlas en primer lugar.

Por ejemplo, existen tribus australianas cuyo lenguaje no contempla palabras para "derecha" o "izquierda" sino que relacionan todo con posiciones cardinales. Gracias a esto, estos aborígenes poseen un sentido sobre-humano de posicionamiento. Podrían encontrarse persiguiendo en círculos a un animal, en una noche sin luna y, a pesar de todo, siempre sabrían dónde se encuentra el norte.

El lenguaje es mucho más importante de lo que parece a primera vista. Es un rasgo esencial de nuestra racionalidad que no se limita a la expresión, sino que constituye una serie de ontologías que son claves en incontables situaciones.

¿Cómo le haríamos saber a los idiotas del Internet que son idiotas si no existiera el lenguaje?

La Llegada hace énfasis en la crucial importancia del lenguaje, este es el elemento central de la cinta. Louise adquiere la asombrosa habilidad de percibir el tiempo como cualquier otro fenómeno luego de aprender un complejo lenguaje alienígena.

La forma de comunicarse de los heptópodos no hacía distinción entre pasado, presente y futuro. Es representado con círculos, los cuales son formas geométricas infinitas, sin comienzo ni fin. Quien aprendiera a codificar sus símbolos y entender sus guturales expresiones, desbloquearía una capacidad increíble. Louise aprende a contemplar el futuro, lo que la hace capaz de una serie de hazañas importantes necesarias para la supervivencia de la humanidad.

Al igual que el caso de los antiguos griegos, los humanos de La Llegada no habían adquirido la habilidad para percibir el futuro, simplemente porque nuestro lenguaje está basado en la temporalidad inherente de la percepción humana. De alguna forma, los alienígenas trascienden esto, siendo capaces de observar el tiempo desde una perspectiva abstraída.

"El tiempo es diferente para un árbol que para un hombre. Sol, tierra y agua, estás son la cosas que entiende un arciano, no días, años ni siglos. Para los hombres, el tiempo es un río. Estamos atrapados en su corriente, precipitándonos entre pasado y presente, siempre en la misma dirección. Las vidas de los árboles son diferentes. Echan raíces, crecen y mueren en un mismo lugar, y el río no los mueve". —George R. R. Martin.

Antes de todo esto, los realizadores de La Llegada exponen una curiosa paradoja lingüística. Si un león pudiera hablar en perfecto español, no podríamos comprender lo que diría. Su marco de referencia sería completamente distinto al nuestro, a pesar de expresarse con las mismas palabras.

La mayoría de los leones parlantes ni siquiera intentarían hablar con nosotros por no ser lo suficientemente cool para ellos.

Para poder comunicarse hay que compartir un mundo. Como dijo el filósofo Ludwig Wittgenstein "Imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida". Cualquier especie percibe el universo a través de sus singulares mecanismos del entendimiento. ¿Cómo podríamos imaginar el mundo en que vive un león desde nuestra perspectiva como humanos? Sería una tarea totalmente imposible.

En La Llegada, el personaje de Amy Adams se esfuerza al máximo para poder establecer una línea de comunicación con los alienígenas. Luego de meses de trabajo, apenas pudo desarrollar canales de lo más básicos basados en referencias visuales. Incluso cuando puede conversar con ellos cara a cara, el resultado es apenas entendible, y estamos hablando de la mejor lingüista del mundo, tratando de comunicarse con una especie inteligente, esto constituye una ligera ventaja sobre el ejemplo del león.

La película sugiere que la razón fundamenta el lenguaje ya que, a pesar de que los heptópodos y los humanos viven en mundos completamente distintos, pueden llegar a entenderse porque ambas especies cuentan con fundamentos comunicativos similares.

Una foto de la vida cotidiana de Amy Adams. Tiene que sostener esa pizarra para que la gente no se confunda por su falta de expresiones faciales.

Con respecto al tiempo, La Llegada se asemeja bastante a Interstellar. Cuando Louise adquiere sus habilidades especiales, es capaz de percibir el tiempo como si sucediera todo a la vez, sin distinguir entre pasado, presente o futuro. Lo que significa que todos los actos existentes están determinados. Por tanto, la libertad no existe, ya que si es posible observar el futuro directamente y con precisión, no hay lugar para una causalidad incondicionada.

En Interstellar sucede lo mismo, Cooper es capaz de observar el futuro como si se tratara de una librería común y corriente, cada fila lo acerca más hacia el futuro distante. Esto significa que todos los eventos futuros ya están determinados.

La protagonista de Louise se enfrenta con una difícil paradoja, la misma que tuvo que enfrentar el Dr. Manhattan en Watchmen. Ambos conocen todo lo que pasará en el futuro, son hechos dados que no pueden cambiarse. En este sentido, todos somos títeres, pero tenemos la suerte de no ver las cuerdas. Estos personajes sí pueden, están conscientes de que sus acciones son preordenadas por la ley de causalidad, y no son capaces de hacer nada al respecto. En otras palabras, se encuentran en una prisión temporal.

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Para nosotros es imposible concebir cómo sería percibir el mundo con esa clase de perspectiva. Imaginen que el conocimiento existiera en una esfera unitaria, está disponible completo, perfecto y acabado. No hay innovaciones, sino desarrollos predeterminados. Muchos le delegan esta omnipotencia a un dios, dado que seres finitos como nosotros no podrían aprehender el infinito que Louise conoce en la película.

Como pueden ver, los temas principales de La Llegada son la importancia del lenguaje y la naturaleza trascendental del tiempo. La combinación de ambos resulta en un interesante híbrido: aprender una nueva lengua da lugar a un novedoso entendimiento de la naturaleza del tiempo.

La Llegada merece un enorme reconocimiento por ser capaz de hacer referencia a temas filosóficos tan complejos e interesantes y combinarlos para crear una situación en que ambos puedan manifestarse en la pantalla de manera inteligente e intensamente emocional.