Uber lo quiere hacer muy bien en Londres. La continuación de su negocio le va en ello y no tienen más remedio que incentivar las medidas de seguridad y control en la capital británica. Hay demasiado en juego, especialmente en términos de volumen de negocio, y los juicios sobre las licencias de la compañía norteamericana en Reino Unido están aún pendientes.
Uber en Londres: una historia de amor y odio
Sin tener una fecha fija para el juicio que dictaminará si la retirada de la licencia de operaciones es lícita o no -de momento, y hasta que se diga lo contrario, sigue activa- la compañía está cumpliendo la promesa de Dara Khosrowshahi, el actual CEO de Uber. El líder de la tecnológica asumió que, durante mucho tiempo, ciertos asuntos referentes a la actividad de la empresa en el país no se habían gestionado de la mejor manera: cuestiones vinculadas a la seguridad, la vigilancia a los funcionarios del Gobierno dedicados a controlar la actividad de la propia compañía... El objetivo del CEO a partir de ese momento sería cambiar el rumbo de la compañía en el país.
Su primera medida, de momento, es la de controlar las horas de trabajo de sus propios empleados. La compañía se ha dado cuenta de que sus conductores trabajan sin descanso. Esto genera dos problemas. El primero de ellos es el obvio: la seguridad, tanto de pasajeros como de los propios conductores. Y, por otro lado, el control de la densidad de coches circulando en cada momento. Junto con Nueva York, Londres es la región de las controladas por Uber que más coches gestiona; en este caso llegaría a unos 40.000. Y a menos coches más multiplicadores en la tarifa dinámica que emplea la compañía. Sería, en términos generales, un juego a dos bandas del que Uber sólo puede seguir ganando.
En este sentido, Uber obliga a sus conductores (sin posibilidad de negarse) a descansar durante al menos 6 horas después de estar trabajando durante 10 horas conectados a la aplicación. Llegados a este punto, el sistema de solicitud de trayectos se desconectará de forma automática.
Realmente, esto no es una novedad. Ni para Uber, ni para el sector del taxi a nivel global. Por un lado, en Nueva York, la medida de control de horas lleva implantada desde 2016. ¿Los motivos? Similares a los de sus compañeros de Reino Unido. Con una saturación de vehículos de Uber que supera a la de taxis, tenerlos a todos ellos circulando por la ciudad sería contradictorio para los intereses de la tecnológica. Esto, sumado al hecho de que las leyes del estado no permiten que los conductores trabajen más de 12 horas, dibuja un panorama similar al británico. Y ciertamente al español, donde el gremio de los taxistas también cuenta con límites horarios estrictos: 16 horas para los que cuentan con su propia licencia, 18 para las flotas.
El taxi gana: Uber es oficialmente una compañía de transporte
Ahora bien, esto supone añadir un punto más a las razones del Tribunal de Justicia de la Unión Europea a su posicionamiento que establece que Uber es una compañía de transportes con todas las letras.