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Gage Skidmore (Flickr)

A la edad de dieciséis años, un joven procedente de Alemania desembarcó en el fuerte del Castle Garden, en el extremo sur de Manhattan. Como él, millones de jóvenes europeos buscaban una oportunidad en el Nuevo Mundo, en una época en la que ni siquiera se había terminado de construir la Estatua de la Libertad. Su llegada en 1885 hubiera pasado desapercibida sino fuera porque aquel adolescente, cuyo nombre original era Friedrich Drumpf, se convertiría décadas más tarde en el abuelo del actual presidente de Estados Unidos.

La historia del inmigrante Trump, que cruzó el océano Atlántico para reunirse con su hermana, que ya llevaba años en territorio norteamericano, era parecida a la de millones de europeos que hicieron las Américas en busca de un futuro mejor. El joven Friedrich Trump, que comenzó trabajando como barbero sin saber una palabra de inglés, lo consiguió, erigiendo un imperio económico gracias a una cadena de hoteles y restaurantes que funcionaron como prostíbulos.

Tras convertirse en millonario, Friedrich Trump intentó establecerse de nuevo en su país de origen. Dado que el magnate emigró cuando apenas era un adolescente, no pudo realizar el servicio militar, por lo que el Gobierno de Bavaria decretó su expulsión cuando intentó volver a casa. A pesar de los ruegos del abuelo de Donald Trump para que no le deportasen de vuelta a Estados Unidos, la historia es bien conocida: Friedrich tuvo que volver a hacer las maletas con destino al continente americano, donde permanecerían todos sus descendientes, incluido su nieto, actual presidente del país.

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Mapa de principios del siglo XIX donde se muestra la ruta migratoria que seguían los alemanes para desplazarse a Estados Unidos.

Las migracionas masivas con destino a América

El viaje de Friedrich Trump es bastante conocido, aunque no se sepan exactamente cuáles fueron las razones de su marcha. Desde los años sesenta, los estudios realizados sobre los movimientos migratorios desde el sudoeste de Alemania con dirección a América habían defendido que estos desplazamientos se debieron a aspectos políticos, económicos, religiosos, agrícolas y al crecimiento de la población.

Un nuevo trabajo, publicado en la revista Climate of the Past, evalúa el papel que pudieron jugar factores como la temperatura o el nivel de precipitaciones en la huida de miles de alemanes durante el siglo XIX. Los resultados de los investigadores de la Universidad de Friburgo sugieren que el clima jugó un papel relevante en las migraciones masivas de jóvenes como el abuelo de Trump y de otros magnates como Henry John Heinz, fundador de la famosa multinacional alimentaria.

Según sus resultados, todas las olas migratorias acaecidas en el siglo XIX, y los picos masivos de huidas con dirección a Estados Unidos estuvieron fuertemente influenciados por las condiciones climáticas. Una circunstancia paradójica, teniendo en cuenta la posición de Donald Trump frente al calentamiento global y su menosprecio a todas las investigaciones relacionadas con el clima. El trabajo apunta que las condiciones climáticas desfavorables causaron unas peores cosechas y bajos rendimientos en los cultivos, lo que a su vez llevó al aumento de precios de los cereales y a diferentes movimientos migratorios de diversas generaciones de alemanes.

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Ilustración que muestra a alemanes embarcando en Hamburgo con dirección a América. Fuente: EGU.

El impacto del clima, sin embargo, fue desigual a lo largo del siglo XIX. Los análisis del equipo de Annette Bösmeier sugieren que los efectos perjudiciales de las condiciones climáticas fueron más pronunciados entre 1816 y 1817, con las temperaturas más frías de toda la centuria. Durante los siguientes períodos migratorios, que se sucedieron entre 1829-1833, 1845-1848, 1850-1855, 1863-1869 y 1880-1886, la influencia climática fue reduciéndose gradualmente. Estas épocas también estuvieron marcadas por diversos conflictos bélicos, la creciente atracción hacia el Nuevo Mundo, el deseo de reunificación de muchas familias y una actitud positiva para favorecer la emigración desde los gobiernos, que incluso apoyaron económicamente la marcha de sus conciudadanos, como sucedió con el Gran Ducado de Baden.

“Hemos descubierto que el clima explica de forma indirecta hasta un 20-30% de la migración desde el sudoeste de Alemania hacia América del Norte en el siglo XIX”, afirma Rüdiger Glaser, catedrático de la Universidad de Friburgo, en un comunicado publicado por la Unión Europea de Geociencias. Los movimientos migratorios fueron procesos complejos, en los que influyeron factores sociopolíticos y económicos, los deseos de las reunificaciones familiares, la presión social y el desarrollo de la población, pero las condiciones climáticas también fueron una pieza clave en este puzle, que hasta ahora había sido ignorada.

De no poner freno al cambio climático, cada vez se producirán más eventos extremos como inundaciones, sequías o huracanes, que podrían provocar de nuevo un repunte de las migraciones masivas, tal y como pasó en el siglo XIX, según el artículo publicado hoy. Estudiar lo que ocurrió en el pasado nos permite reconocer la importancia de las condiciones climáticas en los movimientos migratorios, además de recordar la necesidad de cumplir el Acuerdo de París para luchar contra el calentamiento global. Un esfuerzo del que se ha descolgado —irónicamente— Estados Unidos desde que Donald Trump accedió a la Casa Blanca, a pesar de que su propia historia familiar haya estado marcada de forma indirecta por el clima.