El ZTE Axon M llegó en un estado que no aportó nada a la industria. El Samsung Galaxy X no se puede permitir lo mismo.

Entre bombos y platillos, ZTE logró atribuirse la medalla de fabricar uno de los primeros teléfonos móviles plegables del mundo. No es la primera medalla que se cuelgan en este 2017. La compañía también puede presumir de haber fabricado el primer smartphone con capacidades 5G del mundo, algo que logró en el Mobile World Congress de Barcelona y con lo que lograron captar titulares de toda la prensa mundial.

No obstante, lo más destacado de ambas medallas no es el supuesto logro tecnológico o el vanguardismo que denotan: es el humo y la mediocridad que representan. En el caso del teléfono Gigabit, por ejemplo, ZTE desveló un producto conceptual más que un producto real: especificaciones incompletas, diseño no final, escasos detalles sobre el lanzamiento... El objetivo era atraer titulares y generar repercusión en lugar de ofrecer un producto verdaderamente disruptivo (que debería ser el verdadero objetivo aquí).

ZTE debería dejar de intentar llamar la atención con proyectos tan extraños y centrarse, en su lugar, en hacer buenos productos.

Con el recién desvelado Axon M, la situación es algo diferente. En este caso sí hay un producto real que, según desveló la compañía, llegará a las tiendas de AT&T muy pronto. No obstante, el aroma a mediocridad y desesperación que emite la compañía también ha quedado impregnado sobre este nuevo terminal. De hecho, el hedor es tan intenso que puede apreciarse incluso desde largas distancias.

El nuevo teléfono ofrece, muy resumidamente, unas prestaciones de gama media/alta junto a un diseño mediocre y una característica "diferenciadora": la doble pantalla plegable. Esta pantalla puede operar en diversos modos e incrementa la superficie total si el usuario así lo desea. De esta forma se pueden ejecutar dos tareas simultáneas (una en cada pantalla) o visualizar contenidos en un mayor área.

Crónica de un fracaso crowdfundado

La idea es diferente y, en cierto modo, original. El problema está en la ejecución, la utilidad real y, sobre todo, el historial y la reputación de la marca ZTE. Todo eso es lo que siembra dudas y deja entrever que este nuevo producto no será más que una nueva cortina de humo.

Pero como decía anteriormente, el del Axon M no es el primer caso de este estilo. Otros productos como el Hawkeye o el Gigabit Phone también han reflejado este afán incesante por captar miradas para acabar fracasando estrepitosamente. Probablemente sería una genial idea que la compañía abandonara esta estrategia tan sumamente cortoplacista e infantil y, en su lugar, intentara fabricar teléfonos atractivos, desarrollara buenas estrategias de distribución y marketing y abandonara, de una vez por todas, la mediocridad que envuelve a todos sus productos que aterrizan en occidente.

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