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Crédito: NASA, ESA, y J. Nichols (Universidad de Leicester).

Cuando la Voyager 1 despegó hace cuatro décadas desde la estación de Cabo Cañaveral, pocos imaginaban que lograría convertirse en la nave más alejada de la Tierra. La sonda, que actualmente se localiza en el espacio interestelar, realizó importantes descubrimientos sobre Júpiter, Saturno y lunas como Ío y Titán. Uno de los hallazgos fue realizado a principios de 1979, dos años después del lanzamiento, en el momento en el que la Voyager 1 observó por primera vez las intensas auroras en el planeta más grande del sistema solar. Las brillantes luces, que pueden verse de forma permanente en este mundo, siguen siendo todavía hoy un misterio para la ciencia.

Las auroras de Júpiter presentan un tamaño mayor que el de nuestro de planeta y son centenares de veces más energéticas que las auroras boreales o australes que aparecen de forma periódica en la Tierra. Este fenómeno, colorido y resplandeciente a partes iguales, ha sido captado por instrumentos como el telescopio Hubble, ofreciendo nuevas pistas sobre su origen. Sin embargo, la llegada de la misión Juno ha permitido revelar detalles desconocidos de Júpiter. Sus resultados más recientes, publicados en la revista Nature, sugieren que las auroras jupiterianas se comportan de forma diferente a las presentes en nuestro planeta.

Una inesperada fuente para las auroras

En la Tierra, las auroras que aparecen en las zonas polares ocurren cuando las partículas cargadas del Sol interaccionan con la atmósfera y el campo magnético de nuestro planeta. El fenómeno terrestre puede suceder mediante tres procesos. Por un lado, en el caso de las auroras más intensas, conocidas como auroras discretas, se da una aceleración de electrones en sentido descendente a lo largo de las líneas del campo magnético por culpa de las diferencias de potencial eléctrico. Por otro lado, existen auroras más débiles, llamadas auroras difusas, causadas por la dispersión de electrones atrapados dentro del campo magnético de la Tierra. Por último, existe un tercer tipo de auroras provocadas por la aceleración turbulenta de los electrones.

Dado que las luces coloridas y brillantes que se observan en Júpiter son muy intensas, los científicos pensaban hasta el momento que su origen se debía a la simple aceleración de electrones. Según las observaciones realizadas por la misión Juno, en Júpiter se dan los procesos de aceleración de electrones. Sin embargo, los datos obtenidos por el equipo de Barry Mauk, de la Universidad Johns Hopkins, han confirmado la detección de la aceleración de electrones, pero no han encontrado evidencias de que este mecanismo esté detrás de las intensas auroras de Júpiter. El estudio en Nature sugiere que las luces brillantes del planeta más grande del sistema solar ocurren por procesos similares a los que originan las auroras de intensidad intermedia en la Tierra.

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Crédito: G. Randy Gladstone y Bertrand Bonfond.

La investigación muestra que, al contrario de lo que se creía, las auroras de Júpiter no son producto de la aceleración de electrones. Las observaciones del equipo de Barry Mauk han determinado potenciales eléctricos de campos magnéticos alineados y ascendentes de hasta 400 kiloelectronvoltios, un orden de magnitud mayor que los detectados hasta la fecha en la Tierra. Según los científicos, los resultados ofrecen nuevas pistas sobre cómo los diferentes planetas del sistema solar interaccionan electromagnéticamente con sus entornos espaciales, aunque también advierten de que se necesitan más estudios para comprender cómo funcionan estos procesos.

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