El popular director francés Luc Besson regresa a los cines con una nueva película futurista de ciencia ficción y space opera, que es la primera adaptación de una longeva serie de comics franco-belga.La historieta conocida hoy como Valérian y Laureline apareció por primera vez en la revista Pilote durante el lejano mes de noviembre de 1967, así que se ha pretendido que el estreno de su versión cinematográfica coincida con el cincuenta aniversario de su lanzamiento original, tal vez el momento más oportuno para realizarla por los medios tecnológicos ingentes con que cuenta el séptimo arte hoy en día. Es obra del guionista Pierre Christin, el dibujante Jean-Claude Mézières y la colorista Évelyne Tranlé, y hasta hace una década, la serie se llamaba *Valérian: Agente espacio-temporal, nombre que no resultaría comprensible a la vista de la historia de esta adaptación, cuyas *más que probables secuelas pueden hacer las delicias de los espectadores los que les apasionan los relatos de viajes en el tiempo, y no son pocos, si Besson juega bien sus cartas**.

valérian y la ciudad de los mil planetas

En sus treinta y cuatro años como director de largometrajes, nos ha ofrecido varias películas famosas y al menos un par consideradas de culto pero, en general, su filmografía carece de demasiado interés; desde El gran azul o Azul profundo (Le grand bleu, 1988) y Nikita, dura de matar o La cara del peligro (1990), su primer filme de culto, hasta la sobrevaloradísima El profesional o El perfecto asesino (Léon, 1994) y El quinto elemento (Le cinquième élément, 1997), también de culto y quizá su mejor y más entretenida obra. Lo que sí nos ha dejado clarísimo y saben perfectamente los analistas y los seguidores incondicionales del cineasta es su preferencia por tramas llenas de acción, aventuras y ficción científica, que constituyen las de al menos doce de sus dieciocho filmes, y las de cuatro con todos esos ingredientes, incluso Valérian y la ciudad de los mil planetas (Valérian and the City of a Thousand Planets, 2017).

Tras el apático recibimiento que se le dio a la simplona y espectacular Lucy (2014), para la que planea una continuación en cualquier caso, **parece que Besson ha querido volver a la buena época de El quinto elemento, su triunfo más sonado sin discusión posible hace justo dos décadas. Y eso se nota en multitud de los componentes narrativos del guion y en el colorido diseño, barroco y abigarrado, de la sociedad futurista, que resulta de lo más atractivo** para el público ávido de maravillas visuales y sobre el porvenir ultratecnológico, cosmopolita y galáctico de la humanidad, cosa que debemos agradecerle a Christin, Mézières y Tranlé como inspiradores, al propio Besson como guionista y, por supuesto, a Hugues Tissandier precisamente por diseñar la producción de la película.valérian y la ciudad de los mil planetas

Valérian y la ciudad de los mil planetas comienza con energía considerable, buen ritmo, una perfecta elección musical e incluso cierta brillantez y propósito fascinador en una secuencia rápida e interesantísima sobre el origen y el desarrollo de siglos de la ciudad espacial Alpha, que volverá locos a los que adoran la propuesta de futuro organizado, racionalista y halagüeño de Star Trek (VV. RR., desde 1966). Mantiene los buenos modales y encandila la gran idea interdimensional del mercado y la descripción de la ciudad cosmopolita y multiambientada. Pero, tras estas secuencias bastante estimulantes, el guion del filme va decayendo hasta una dinámica mucho más convencional y, al tiempo, la puesta en escena se vuelve anodina, derribando con ambas circunstancias todo cuando había construido en sus primeros cuarenta y cinco minutos.

No obstante, el mayor error de Valérian y la ciudad de los mil planetas, insoslayable incluso para el crítico más indulgente del panorama, no hay más remedio que señalarlo en la ligeramente divertida secuencia de los Boulan Bathor, durante la que vemos a una encantadora Rihanna como Bubble y a un Ethan Hawke algo desubicado como Jolly, el Chulo. Sobra al completo, sus veinte minutos totales: no sirve para nada en absoluto, más que para alargar la película sin necesidad alguna, porque no influye ni un tanto así la evolución de la trama principal. Es como un interludio lúdico en el que conocemos a la linda criatura que es Bubble y a otra desagradable raza extraterrestre de la diversa y superpoblada Alpha, y luego regresamos a lo que importa.

valérian y la ciudad de los mil planetas

Lo imperdonable de esta secuencia sin razón de ser se debe al compromiso adquirido por todo buen guionista, si se precia de su labor concienzuda, que el de vaciar de paja sus libretos, el de podarlos y no permitir que sobresalga nada inservible, con el objetivo de que cada ingrediente, cada personaje, conversación y referencia sean útiles para la historia que se propone narrarnos. Todo lo demás no viene a cuento ni para la verborrea de Quentin Tarantino, y las menciones habituales a tal o cual guion acerado o muy pulido nos indican que su resistencia se basa en su precisión y su entero aprovechamiento.

Por otra parte, no sabemos muy bien si Dane DeHaan y Cara Delevingne tampoco están muy aprovechados como el mayor Valérian y la sargento Laureline o si, sencillamente, los protagonistas de esta aventura espacial no son todo lo atractivos que pudieran; al mismo nivel que Clive Owen como el comandante Arun Filitt. Pero, como el compositor Alexandre Desplat a cargo de la banda sonora, cumplen sin deslumbrar a los espectadores en ningún instante.

YouTube video

Conclusión

Hay que decir que Valérian y la ciudad de los mil planetas parecía de lo más prometedora como ejercicio de ciencia ficción y aventuras y, aunque al final se ha quedado en nada del otro jueves, es posible que sus naturales continuaciones suban el listón al adaptar la fructuosa novela gráfica de Christin, Mézières y Tranlé.

Pros

  • El propósito fascinador de la secuencia inicial.
  • Los enérgicos primeros cuarenta y cinco minutos de metraje.
  • La gran idea interdimensional del mercado y la descripción de la ciudad cosmopolita y multiambientada.
  • El atractivo diseño de producción de Hugues Tissandier.

Contras

  • El decaimiento hasta un desarrollo convencional y una puesta en escena anodina.
  • Los veinte minutos de la inútil secuencia de los Boulan Bathor.
  • El escaso aprovechamiento de los actores principales.
  • El desubicado Ethan Hawke como Jolly, el Chulo.