Antes de que el músico Keith Richards interpretara al **capitán Edward Teague, progenitor del incalificable Jack Sparrow, en dos películas de la saga de Piratas del Caribe*, tales como En el fin del mundo (At World's End, Gore Verbinski, 2007) y En mareas misteriosas (On Stranger Tides, Rob Marshall, 2011), sólo había actuado de veras al margen de sí mismo en una única película, el drama El rebelde (Michael Kohlhaas: Der Rebell, Volker Schlöndorff, 1969), como un soldado raso sin nombre y de poca importancia. Pero hete aquí que no pudo volver a disfrazarse de corsario para La venganza de Salazar (Dead Men Tell No Tales*, Joachim Rønning y Espen Sandberg, 2017) por sus compromisos artísticos, así que los directores tuvieron que buscar a un sustituto de una similar talla en el mundo de la música a la del componente de Los Rolling Stones.
Pensando en los nombres de los preferidos para este menester, que constituían una lista no muy larga, surgió el de Paul McCartney para colocarse en lo alto de esta, y según nos contaron Rønning y Sandberg durante una entrevista, Johnny Depp dijo: “Eh, tengo su número”. Así que habló con el ex Beatle y este aceptó participar en el quinto filme de la saga como el tío Jack, hermano del capitán Teague. Al igual que Richards, McCartney sólo había actuado en un largometraje sin ser él mismo antes de intervenir en Piratas del Caribe, como uno de los invitados al banquete de la comedia Eat the Rich (Peter Richardson, 1987), justo treinta años atrás.
Si Sparrow había visto a su padre en la Cuarta Asamblea de Hermanos, la reunión de los señores de la piratería de En el fin del mundo, y luego este le había salvado de recibir un tiro por parte de un soldado inglés a mitad de En mareas misteriosas, tercera y cuarta de estas películas, se topa con su tío Jack en el presidio, cuando le conducen a la plaza para ejecutarle por robar la caja fuerte del caribeño Banco Real de San Martín en una escena anterior. Al principio, al verle de espaldas mientras juega una partida de naipes, le confunde con el capitán Teague, lo cual tiene como objetivo recordarnos las apariciones de Keith Richards, e inmediatamente, destacar el cambio de actor y de personaje.
Y en el último tramo de su charla breve sobre las condiciones del encarcelamiento allí, la escabechina de piratas que está perpetrando el capitán Salazar (Javier Bardem) y la próxima ejecución, el tío le pregunta: “¿Te he contado el chiste del esqueleto?”. “Sí, tío Jack”, responde Sparrow con cara de hastío; “muchas veces”. Pero el hermano de su padre es incombustible, así que se lo cuenta de nuevo antes de que se lleven a su sobrino para colocarle en la novedosa guillotina: “Un esqueleto entra en un bar, pide una cerveza… y una fregona”. El chiste es acogido con las carcajadas de algún otro preso de unas celdas más allá, y Sparrow apostilla: “No falla nunca”.
Por lo visto, *durante el rodaje del drama criminal Donnie Brasco (Mike Newell, 1997), un bromista como el gran Al Pacino se dedicó a contarle una y otra vez este chiste a Johnny Depp porque no lo pillaba*, en blucle, aullando en cada ocasión; y él asegura que “podía sentir cómo sus puntos de coeficiente intelectual caían”. Hasta que pudo entenderlo, Pacino le obsequió con una inclinación de cabeza y se fue. Así que Depp quiso aportar esta anécdota para enriquecer el cameo de Paul McCartney y, de paso, homenajear a Pacino.
De modo que, si Depp se inspiró en Keith Richards para concebir la extraña gestualidad de su Jack Sparrow y la colaboración del músico en la saga fue especial por ello, no menos interesante ha resultado la del ex Beatle gracias a un simple chiste de un monstruo de la interpretación que insistió en ayudar a comprender al que luego, dos décadas más tarde, sería protagonista merecido y absoluto de todos los filmes de Piratas del Caribe, haciéndonos reír como la gracia del tío Jack a ese preso de unas celdas más allá.