En abril de este año un hombre llamado Rob Arnold fue -como cada primavera- a la playa Tregantle en el Reino Unido. Sin embargo, en lugar de encontrar calma, Arnold encontró un paisaje hostil cubierto de basura.
En menos de un día, Arnold logró reunir un grupo de voluntarios y en cuestión de horas recolectaron 35 bolsas grandes de basura. Los deshechos fueron separados y clasificados por Arnold, quien encontró patrones en los restos de juguetes, envases y objetos varios.
Gran parte de lo que Arnold encontró en el mar son miles de piezas Lego que cayeron al mar en 1997 y que hasta el día de hoy continúan llegando a las costas británicas.
Hace 20 años, el buque de carga Tokyo Express, impactó contra una ola que le hizo tirar veinte de los contenedores que transportaba, entre ellos, uno que contenía casi 5 millones de piezas Lego provenientes de Nueva York.
Curiosamente, las piezas Lego que cayeron al mar tenían motivos marítimos con figuras como pulpos, algas, piratas, buzos, entre otros. El conteo que la compañía hizo en 1997 estimaba que de las 4.8 millones de piezas perdidas, 3.1 millones eran lo suficientemente ligeras para flotar.
Un artículo del año 1998 estimó que las corrientes marinas podrían llevar a los Legos a las costas Noruegas y en cuestión de 12 años podrían llegar hasta Alaska.
Como las piezas siguen llegando principalmente a las costas británicas, algunos grupos han usado los Legos de pretexto para incentivar la limpieza de las playas. Para otras personas, el recolectar Legos simplemente se ha convertido en un pasatiempo e incluso existen grupos de Facebook para compartir los hallazgos de los coleccionistas. Los pulpos y los dragones son algunas de las piezas más codiciadas entre los conocedores.
No hay lugar libre de plástico
Aunque el incidente con los Legos es un acontecimiento muy peculiar, lo cierto es que cada año los mares se llenan con más plásticos. En 2014 los oceanógrafos estimaban que había más de 5.6 billones de piezas plásticas en los oceános.
La expedición española Malaespina, llevada a cabo entre el 2010 y el 2011, reveló que todos los océanos y mares contaban con restos de microplásticos, los cuales son especialmente peligrosos para la vida marina.
Mientras el plástico se sigue expandiendo por los mares, las expresiones artísticas que denuncian este problema se hacen más comunes. En 2010, el fotógrafo mexicano Alejandro Durán visitó Sian Ka'an, una reserva protegida por la Unesco en el Golfo de México, cuyas playas estaban repletas de basura plástica pese a la poca población que habita las zonas colindantes.
Durán comenzó a recolectar basura, separarla por colores y formas, la instaló cuidadosamente en el paisaje y después la retrató. Entre otros hallazgos, Durán encontró basura y envases plásticos provenientes de 53 países diferentes.
La fundación Plastic Oceans estima que cada año se producen 300 millones de toneladas en productos plásticos, de las cuales, 8 millones terminan en el océano.