coche autónomo

La carrera por el coche autónomo ya es una realidad. Ford y otros fabricantes del sector ya trabajan en vehículos capaces de operar de forma autónoma, sin la intervención de un ser humano. Para ello, se apoyan en múltiples sensores y unidades de procesamiento de información que interpretan el entorno del vehículo y controlan todas las partes motrices del mismo. Gracias a ellos, un vehículo es capaz de detectar si el vehículo situado frente a él está acelerando o desacelerando, si está cambiando de carril, etc.

No obstante, engañar a estos sensores y, por consiguiente, poner en riesgo a los pasajeros del vehículo autónomo, es relativamente sencillo. De hecho, muchos de los vehículos que actualmente circulan por las carreteras de todo el mundo son, a ojos del vehículo autónomo, obstáculos complejos de detectar y monitorizar. Y la razón no es otra que la pintura.

Los vehículos negros reducen las señales reflejadas en un 50% respecto a vehículos con pintura blanca.

Las pinturas de color oscuro absorben una mayor cantidad de luz infrarroja que los colores claros, alterando el funcionamiento de los sensores basados en láser. Según PPG, los vehículos negros reducen las señales reflejadas en un 50% respecto a vehículos con pintura blanca. Este tipo de señales y ondas, utilizadas por los sensores LIDAR para medir distancias, son vitales en los vehículos autónomos actuales.

Este particular suceso también ocurre en el ojo humano. Cuando un objeto es interpretado por el cerebro como negro, significa que la superficie de dicho objeto no refleja ninguna de las longitudes de ondas del espectro visible. En el caso de los sensores LIDAR, la longitud de onda que no reflejan los objetos oscuros es la comprendida entre 800 nm y 2500 nanometros, espectro muy próximo al color rojo (visible por el ser humano) y conocido como "infrarrojo cercano".

Los materiales, obviamente, también influyen en la reflexión de este tipo de ondas y señales. El plástico no refleja con la misma efectividad que el aluminio y el acero.

Los materiales, obviamente, también influyen en la reflexión de este tipo de ondas y señales. El plástico no refleja con la misma efectividad que el aluminio y el acero, dificultando la detección de estos vehículos por parte de sensores LIDAR. Lo mismo sucede con las pinturas metálicas, problemáticas con algunos de los sensores de aparcamiento automático utilizados en los vehículos autónomos.

Durante los próximos años es más que probable que los fabricantes de vehículos y empresas como PPG desarrollen nuevos tipos de pintura más amigables con los sensores que los vehículos autónomos montarán. Asimismo, se trabajará en el recubrimiento de este tipo de sensores, perjudicial en muchos casos para el rendimiento del propio sensor.