doctor strange

No resulta muy disparatado afirmar que *la película Doctor Strange*, realizada por Scott Derrickson en 2016 adaptando los comics del guionista Stan Lee y el dibujante Steve Ditko surgidos en 1963**, es una de las más atractivas por su distinción dentro del Universo Cinematográfico de Marvel, en el que constituye su décima cuarta entrega. Así, tenemos un motivo más para sentarnos a contemplarla si aún no lo hemos hecho, con la oportunidad que se nos presenta por su estreno en Movistar+ este 9 de junio, y completar un universo de superhéroes dentro de la plataforma con películas como Capitán America: Civil War, X-Men: Apocalipsis o la serie Powers íntegra. Y es que la historia de Stephen Strange narra la lucha y la defensa contra las amenazas místicas, a diferencia de la del resto, y en este filme concretamente, de cómo llegó a implicarse en ella.

Como es lógico, en toda adaptación se cambian elementos de la obra original por cuestiones de conveniencia narrativa y la evolución de los tiempos. La de Doctor Strange no se libra de esta circunstancia, y es de lo más apropiado que abordemos sus diferencias con el cómic de Lee y Ditko por lo que sabemos de su desarrollo creativo, según las declaraciones que el coguionista C. Robert Cargill, habitual con Derrickson, nos brindó en una entrevista para Double Toasted. “[En Marvel Studios] están constantemente tratando de desarrollar el concepto de película de cómic”, explicó Cargill. “En lugar de decir: «Esto es lo que funciona; vamos a seguir haciendo lo mismo», lo que dicen es: «¿Qué es lo que no hemos hecho todavía?, ¿qué locuras podemos hacer?» (…). Ellos quieren que todos estos personajes existan en su propio mundo de la misma manera que existen los comics”.

Para empezar, si bien la apariencia psicodélica de las otras dimensiones del multiverso del filme es meritoriamente similar a la de los comics, para el uso de la energía mágica de una fuente extradimensional, sea esta o no la Dimensión Oscura de Dormammu, en los tebeos se recita el conjuro correspondiente, mientras que en la película de Derrickson parece ser un proceso mental, efectuado sólo con el pensamiento, sin que haga falta abrir la boca siquiera. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), por otro lado, es algo más que un neurocirujano arrogante en las páginas ilustradas, alguien que, si no pudiera ser el mejor en su disciplina, no estaba dispuesto a practicarla en absoluto. Carece de sentido del humor, su trato con los pacientes no es agradable y, además, su adiestramiento como hechicero fue larguísimo, de varios años, agotador en un grado que no expone el filme.

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En cuanto a su aspecto, luce las mismas canas en las sienes, pero a su cabello se lo ve más descuidado e ingobernable que el peinado hacia atrás del cómic. Para su capa de levitación se respeta el cuello alto, pero no acaba en dos extremos puntiagudos arriba, y el interior diseñado como un tablero de ajedrez es exclusivo de la versión cinematográfica, igual que la posibilidad de utilizar la capa como una alfombra voladora lo es por lo pronto del tebeo. Han optado para su traje por el de distintas prendas azules y no por la túnica de los primeros números, y su cinturón es mucho más elaborado. Y el amuleto que cuelga de su cuello, el Ojo de Agamotto, parece menos místico que en el cómic, donde lo lleva bajo el cuello pero no colgado, y su naturaleza y poderes difieren no poco de los originales.

Una de las decisiones más llamativas de la adaptación de Doctor Strange es el cambio personal del Barón Mordo (Chiwetel Ejiofor) y del Anciano (Tilda Swinton): en la obra de Lee y Ditko, el primero es un blanco caucásico, y el segundo, un señor mayor oriental, mientras que en el filme, como ya indican los actores que los interpretan, Mordo es negro, y el Anciano, una mujer. Esta alteración está motivada por el claro propósito de Marvel Studios de escoger un reparto verdaderamente representativo y plural del mundo de hoy, lo que al menos le proporciona a la película un plus de verosimilitud; y gusta contemplar a una mujer poderosa como el Anciano de Swinton, o que Strange necesite la ayuda de la Enfermera de Noche que es Christine Palmer (Rachel McAdams).

El carácter y la esencia de Mordo y su trato con Strange en la adaptación no tiene nada que ver con la del cómic, si bien va variando pasito a pasito hacia ella con indiscutible parsimonia; y los orígenes del Anciano, como quizá su étnica obliga a que no puedan escogerse de otro modo, son muy ajenos entre sí, y la explicación de su destino en las páginas, evidentemente, no la que nos colocan en el filme, sino mucho más mística y cohesionada con el universo mágico y espiritual de Strange. Kaecilius (Mads Mikkelsen) mantiene toda su malignidad, y respecto a Dormammu, su estampa es la que debe por su enormidad, impresión y barullo físico, pero no vemos el cuerpo antropomórfico ni la cabeza llameante que sí tiene en el tebeo.

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Dicho todo lo cual, hemos de decir que los seguidores de la obra de Lee y Ditko pueden estar satisfechos con la traslación al cine de Doctor Strange, que se podrá ver en Movistar+ desde este 9 de junio, tanto para lo que se refiere a su fidelidad a la misma en rasgos generales, si eso les preocupa, como en cuanto al fruto que ha caído de Marvel Studios ante las justas sacudidas de Derrickson al frente de su equipo creativo. Y esta aportación es sólo el comienzo de la aventuras de Stephen Strange en la gran pantalla, y si sigue así, bienvenidas serán las secuelas.