hambre

¿Te pones de muy mal humor cuando te entra el hambre? O tal vez conoces a alguien cercano al que le pasa justo eso. No, no es ninguna leyenda urbana. Existen personas a las que las ganas de comer le causan un humor irascible. Puedes pensar que esto nos pasa a todos, pero no es cierto. En ciertos casos ese mal humor es genuino, bastante más agresivo y puede causar episodios de conflictos entre parejas y amigos. Y, por supuesto, nuestro cuerpo está detrás de este fenómeno.

¿Qué te pasa cuando tienes hambre?

Huelga decir que ni el proceso ni las consecuencias son fáciles de describir. Lo cierto es que el mal humor debido al hambre puede parecer algo casi sin importancia. Sin embargo, algunos estudios lo han identificado como la razón principal de los conflictos existentes entre parejas, algo que afecta a millones de personas a lo largo y ancho del planeta. La cuestión ha llegado a coger bastante popularidad. Tanto que, por ejemplo, en lengua inglesa existe la palabra coloquial "hangry", mezcla de angry y hunger, para definir ese mal humor procedente exclusivamente del hambre. Pero volvamos a la cuestión científica. ¿Por qué ocurre? La culpa la tiene la glucosa, el azúcar en sangre.

Cuando comemos digerimos los alimentos, es decir, los "rompemos" y los convertimos en componentes más pequeños: azúcares, proteínas, grasas... los azúcares, grosso modo, van a parar fácilmente al torrente sanguíneo y se distribuyen por todo el cuerpo. Los azúcares suponen energía inmediata para nuestras células. Además, son el único "combustible" del que se alimenta el cerebro ya que son fácilmente transportables mediante la sangre, no como las grasas, que no todas pueden pasar fácilmente la barrera hematoencefálica que protege al cerebro. En definitiva, el nivel de glucosa en sangre es una medida de lo bien alimentados que estamos en el momento ya que es un indicativo cerebral de la cantidad de "combustible" disponible.

cerebro
Djneight (Flickr)

Cuando baja la concentración de azúcar, por tanto, nuestro cerebro detecta un problema: ¡falta alimento! Esto es a nivel celular, por supuesto. Pero lo que vale para la célula, vale para el cuerpo. Así, de pronto nos entra el hambre: hay que comer para volver a un nivel adecuado. ¿Y qué pasa mientras no comemos? El cerebro no puede esperar a que lleguemos al restaurante, necesita azúcares y los necesita a todas horas. Es entonces cuando lanza una señal de respuesta contrarreguladora. Esto quiere decir que manda una serie de señales para liberar hormonas que nos ayudarán a liberar más azúcar en sangre a partir de nuestro cuerpo. Y aquí es donde llega lo malo.

La culpa la tienen las hormonas

Cuando el cerebro detecta que hay poca glucosa en sangre (azúcar), tres son las señales que envía rápidamente. Una de ellas es al páncreas para que segregue glucagón, una hormona que ayuda a que se metabolice el glucógeno que, básicamente, es la reserva almacenada que tenemos de azúcares. Otra de las señales se envía a la glándula pituitaria para que controle los niveles de hormona del crecimiento. Hasta ahí, todo bien. Pero la tercera es una señal a las glándulas suprarrenales, encargadas de segregar adrenalina y cortisol. Estas dos hormonas actúan en los momentos de estrés: son un indicativo de que algo no va bien y que hay que poner en marcha una medida para tener energía disponible (entre otras cosas). Precisamente, la adrenalina y el cortisol disponen de azúcares a los músculos para salir corriendo o luchar. De esta manera predisponen al cuerpo para defenderse o huir en caso de peligro.

hambre enfado

Además de esto, existe otra sustancia, el neuropéptido Y, que participa en el nivel de hambre y la regulación del metabolismo de las grasas, entre otras muchas cosas. Porque también participa en procesos de la memoria y aprendizaje, por ejemplo. Pero además, existen varios subtipos de receptores para este neuropéptido. Entre ellos están los conocidos como Y1, que detectan la presencia de esta sustancia y participan en comportamientos agresivos. De hecho, las personas con grandes cantidades de neuropéptido Y en su sistema nervioso suelen mostrar una tendencia a ser más impulsivos y agresivos. Esto se debe, en parte, a la presencia de estos receptores. Por si todo esto fuera poco, el descenso de azúcar en sangre avisa a nuestro cuerpo de que falta energía.

Este puede reaccionar produciendo una sensación de cansancio y embotamiento cerebral o, incluso, reducir las habilidades sociales, lo que agrava por completo la situación. Por supuesto, esto no ocurre en todas las personas. Cada cuerpo es un mundo. Hay quien reacciona relativamente bien, manteniendo unos niveles de azúcar en sangre bastante estables. También hay quien segrega menos adrenalina, cortisol y neuropéptido Y ante la falta de glucosa. La presencia de receptores hormonales también influye. Pero lo importante es entender que a veces, el mal humor y la agresividad ante el hambre tienen una razón fisiológica que no podemos razonar. Así que antes de discutir lo mejor es tener el estómago lleno. Y todo irá mucho mejor.

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