Una ironía moderna: las personas se sienten significativamente más felices al aire libre que en interiores; sin embargo, pasan menos del 5 por ciento de sus horas de vigilia en la naturaleza. Al menos, esos son los resultados que muestra Mappiness, una aplicación para el iPhone que a su vez forma parte de un proyecto de investigación de la Escuela de Economía de Londres.

El proyecto, que se publicó en la revista Global Environmental Change, utilizaba la aplicación para rastrear la ubicación y el estado emocional correspondiente de más de 20.000 participantes. La idea es averiguar cómo la felicidad de las personas se ve afectada por su entorno local —la contaminación del aire, el ruido, los espacios verdes, entre otros— para comprobar si el hábitat urbano nos afecta.

En promedio, los participantes son significativamente más felices al aire libre, y sustancialmente más felices en cualquier tipo de hábitat natural o verde, de lo que son en los entornos urbanos. Estos resultados son robustos y este estudio ofrece un fortalecimiento sobre la evidencia existente de la relación positiva entre el bienestar subjetivo y la exposición a ambientes verdes o naturales en la vida diaria.

Es bueno descubrir que la naturaleza puede ser terapéutica, pero también se torna preocupante el hecho de que cada vez accedemos menos a esta. Sí, es un hecho, la naturaleza es cada vez más ajena a nuestra cultura. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Wisconsin encontraron que incluso las referencias a la naturaleza han ido disminuyendo de manera constante en las novelas, letras de canciones o películas desde la década de 1950. Ya ni hablamos de ella, es tan obvia pero a la vez poco común que se la ignora.

En el otro lado de la moneda, el burnout está en auge y se habla todo el tiempo de él o de sus hermanos: el estrés y la ansiedad. “El síndrome de burnout es un padecimiento que a grandes rasgos consistiría en la presencia de una respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo; que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido”. La combinación del aumento de la competencia global, los dispositivos digitales que nos obligan a estar en línea 24/7, y un entorno político frecuentemente inestable está dejándonos como resultado grandes cantidades poblacionales con problemas psicológicos —el 40 por ciento de los estadounidenses está deprimido—. Los datos de los centros para el control y la prevención de enfermedades muestran que el uso de antidepresivos ha aumentado en un 400 por ciento desde mediados de la década de 1990, y la ansiedad está ahora mismo en su punto más alto en la historia.

Cómo la naturaleza puede ayudarnos

En The Nature Fix, Florence Williams, una periodista ganadora del premio Los Angeles Times Book Prize in Science and Technology, describe que la naturaleza sirve como un respiro de las interminables demandas y estímulos constantes de la vida moderna. Expone argumentos convincentes de por qué la naturaleza no sólo nos hace sentir mejor manera subjetiva, sino que también altera nuestra biología sometiendo nuestra respuesta al estrés.

Lo de la biología no es un invento de la señora: esta investigación, de la Universidad de Stanford y publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, encontró que después pasear por la naturaleza por 90 minutos a pie, frente a un paseo urbano de la misma duración, la gente informaba de una disminución en el pensamiento rumiante, y también demostraba una disminución de la actividad neuronal en la parte del cerebro asociada con la ansiedad y la depresión (la corteza prefrontal subgenual). Y no es el ejercicio, la Universidad de Michigan encontró que incluso sólo mirando imágenes de naturaleza ya se puede tener este efecto.

Claramente no hace falta pasar a imitar a Thoreau en la laguna Walden, pero se están acumulando pruebas de que la naturaleza podría ser un tratamiento prometedor para la mayor parte de lo que nos aflige y el burnout tiene probablemente la relación más clara. Si te sientes extrañamente cansado, poco motivado, dirías que incluso un poco deprimido o cuanto menos falto de alegría, date un paseo por la naturaleza. Es seguro que mal no te hará.