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Liquidadores dirigiéndose a la central

Este mismo año se ha incorporado por primera vez al calendario el Día Internacional de la Memoria de la catástrofe de Chernobyl, una fecha que se celebra el 26 de abril en memoria del espantoso accidente que a día de hoy todavía queda en la memoria de la gente. En 1986 una explosión en la central nuclear de Chernóbil propagó una nube radioactiva en gran parte de lo que fue la Unión Soviética. La sombra de la nube estuvo amenazando al mundo entero durante semanas, hasta que su peligro se diluyó, en parte, en el viento. La cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito que se estimó fue unas 500 veces mayor que la liberada por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945. Pero en la memoria, además de la huella de la radiación, siempre quedará la historia de los héroes que sacrificaron su salud, o incluso sus vidas, por el resto de conciudadanos: los liquidadores.

"Bio-robots"

En las primeras horas del desastre nadie sabía qué había ocurrido. A medida que pasaba el tiempo, sin embargo, el desastre estaba cada vez más claro: el núcleo de la central había estallado. Era lo peor que podía pasar. De inmediato, a medida que la información iba fluyendo, comenzó el plan para parar la creciente contaminación radioactiva. Para ello se reclutó a nada menos que 600.000 personas. Los liquidadores, o 'ликвида́торы', en ruso. Hay quien dice que los liquidadores de Chernóbil fueron engañados sin saber a qué se iban a enfrentar. Pero probablemente esto es del todo falso. Porque de los testimonios liberados con el tiempo, soltados por la férrea mano de la desaparecida Unión Soviética, y del sentido común sólo nos llega una información: ante tamaño desastre sólo los hombres más preparados podían dar un paso al frente. Bomberos, ingenieros y científicos. Enfermeros. Policías. Militares. Los liquidadores de Chernobyl no eran incautos confundidos y estultos. Sabían a lo que iban y lo que podía pasarles.

Bajo órdenes dracónicas, ciclos de apenas sesenta segundos y bajo un trabajo infernal, los liquidadores iban gritándose medidas y tiempos, avisándose y sustituyéndose para desescombrar y verter, abrir vías o colocar tubos. Bajo la tensión, entre el humo negro, el calor sofocante y el sabor metálico de una radiación creciente, los liquidadores se convirtieron durante días en auténticos autómatas, capaces de trabajar donde fallaba todo lo demás. La disciplina y el deber era el motor y el combustible para realizar una tarea que, en muchos casos, suponía la muerte. Los primeros liquidadores fueron los bomberos de la central, quienes sobrevolaron con el helicóptero la zona del accidente para evaluar daños y apagar el fuego. Estos pilotos morirían pocas semanas después a consecuencia de la radiación. Pero el nombre de "bio-robots" se lo ganaron aquellos liquidadores que tuvieron que despejar el techo semiderruido de la central de materiales radioactivos. Estas personas llegaron donde los robots se estropeaban debido a la radiación.

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Protegidos con una improvisada coraza de plomo que pesaban unos 30kg, 3.000 personas, divididos en grupos de "bio-robots", salían a la azotea y arrojaban paladas de restos contaminados al fondo del reactor, trabajando durante dos minutos como máximo. Aún así, la radiación recibida por estos liquidadores supera unas 200 veces la dosis mortal por minuto. A día de hoy, el 50% de ese grupo particular de liquidadores ha fallecido, y el resto, presentan en casi la totalidad de los casos, daños irreversibles. No fueron los únicos. En algunos casos extremos incluso se llegaron a alcanzar los 40.000 roentgens, equivalente a 50.000.000 de veces la cantidad que una persona puede soportar en circunstancias normales. Esto supuso la muerte en pocos minutos de quienes sufrieron esos niveles de exposición. Aún así, los liquidadores realizaron su trabajo, matando a un monstruo que amenazaba al resto del mundo.

Gracias, liquidadores

Desde Chernobyl, se conoce con el nombre de liquidador a los voluntarios y participantes en la tarea de descontaminación y preparación ante un desastre nuclear. En Fukushima, los 800 liquidadores también se expusieron a altas dosis de radiación. Aunque, por suerte, las consecuencias fueron menos nefastas. Setenta personas murieron a causas de las explosiones de la central, en Japón, y muchos de los liquidadores sufrieron hasta 10.000 más radiación de la permitida en humanos. Por el contrario, en Chernobyl cientos de miles de personas fueron las que participaron en las tareas de remediación. Se estima, a día de hoy que entre 60.000 y 100.000 de los liquidadores han muerto como consecuencia de la salud deteriorada por el desastre. Otros 165.000 habrían quedado incapacitados.

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Muchos de los liquidadores fueron condecorados con el título de Héroe de la Unión Soviética en su momento. A estos se les concedió una medalla en la que se aprecian las partículas alfa, beta y gamma sobre una gota de sangre. Los liquidadores supervivientes actualmente son beneficiarios de remuneraciones sociales, además de ser honrados como veteranos de guerra, en el caso de los militares. Pero todo esto es poco para "pagar" el servicio que le hicieron a la humanidad bajo los gritos, el humo y el terror a morir cocidos por la radiación. Un servicio que ha librado al mundo de una catástrofe que podría haber sido aún mayor que la de Chernobyl.

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