Nacían en 2005, pero su origen está mucho más atrás en el tiempo. Mucho antes que el de su competencia actual más directa y que ha venido a trastocar un sistema bastante tranquilo hasta el momento. HomeAway, con origen en Estados Unidos, nacía desde el primer momento con vocación internacional y a través de compras muy bien seleccionadas.

En este caso particular, la experiencia parte como siempre de una experiencia personal de un fundador, Brian Sharples, que lejos de tener que trabajar al abrigo de un garaje en Silicon Valley y mendigando fondos, este ya venía con las tareas financieras hechas. Después de vender por una suma millonaria su anterior empresa decidió que era momento de darse un capricho, tanto para él como para su familia: un año sabático por el mundo. En este recorrido se dieron cuenta de que no había una única web a nivel global en la cual reservar alojamientos vacacionales, que no hoteles. Cada salto a un nuevo país se abría una nueva web que había que entender y aprender a usar. Un problema de ricos que bien podría ser una odisea para cualquiera en el mundo. A su vuelta, junto a Carl Shepherd y un poco de ayuda financiera de terceros –concretamente 49 millones de dólares–, nacía lo que hoy se conoce como HomeAway.

Con dos opciones de crecer, ya sea por la forma natural o por adquisiciones, la tecnológica se centró en la segunda. Como explica Joseba Cortazar de HomeAway, "los fundadores pensaron que las webs vacacionales ya existían y estaban posicionadas en el sector"; por esta razón, desde que se fundase, ha sumado un total de 22 adquisiciones estratégicas y seis inversiones a lo largo y ancho del mundo. Una muy bien posicionada VRBO en Estados Unidos, TopRural en España de François Derbaix vendida por una suma alta pero desconocida, Holiday-Rentals en Reino Unido y así sucesivamente hasta tener presencia mundial. Todo esto sustentado por un brazo financiero potente que ha aportado más de 510 millones de dólares en concepto de rondas de financiación por parte de siete inversores diferentes. Con esto, HomeAway logró entrar en el Nasdaq y tener beneficios en sus últimos registros contables publicados; al cierre de 2014 contaba con 446,76 millones en ingresos y 13,38 millones de dólares de beneficios. Sin un desglose por regiones, por aquello de la ventaja competitiva, según Joseba España ya era rentable dentro del grupo.

Y un día el comprador es comprado. El gigante del turismo Expedia se hacía con HomeAway por el módico precio de 3.900 millones de dólares. Era la primera vez que la valoración real de la compañía salía a luz en forma de precio de venta, pero seguimos sin saber los resultados desglosados de la compañía. En cualquier caso, la división de HomeAway controla 2 millones de alojamientos en el 190 países, de los cuales 100.000 de ellos están en uno de sus mayores mercados: España.

La llegada

Centrados en las framilies, ese concepto que se aleja de la concepción católica de la familia, su foco de negocio se ha fijado desde el principio en el alquiler de esa segunda vivienda en un entorno vacacional. Con un público sensibles al precio, pero no como único elemento importante, el mundo pronto se dio cuenta de que había un nuevo vecino en el barrio. En 2008 se presentaba el elemento discordante de la familia: Airbnb.

Focos distintos en el que Airbnb se centra en primeras residencias en urbes y HomeAway a las afueras en casas de vacaciones, pero competencia igual. Filosofía de posicionamiento diferente o modelos de negocio opuestos, lo cierto es que cada día se parecen más. Saben que tienen y deben competir para no desaparecer y, como comenta Joseba, "el público que tiene ahora 25 años –controlado por Airbnb– será nuestro público en el futuro". Hay que atraerles. Y, sin embargo, deben reconocer algo:

"Lo que sí es cierto es que Airbnb esta canivalizando el sector porque está teniendo una gran visibilidad, para bien o para mal. El modelo de la compañía ha tenido tanto éxito se está asimilando por el resto de las compañías, muchas de ellas anteriores a Airbnb".

Subirse al carro de la popularidad tiene sus pros y sus contras. Por una parte, los usuarios identifican a los diferentes jugadores como algo que marca tendencia; lo que, por definición, implica que las reservas aumenten. Por otro, puede que traiga muchos más problemas que beneficios. Es en este contexto cuando entra en juego la visión que tiene el mundo de las compañías y más concretamente los Gobiernos. La llegada de Airbnb ha hecho que sí, se popularice la actividad, pero también que todos caigan en el mismo saco político.

Las víctimas perfectas o cabezas de turco

Airbnb ha revolucionado un sector que siempre se ha mantenido al margen de todo; pero lo más importante es que lo ha puesto en la primera línea de la agenda política. Ha removido legislaciones y, al igual que pueda pasar con el concepto de Uber y BlaBlaCar, ha puesto en un brete a más de un grupo político que se ha tenido que mover entre ideología, equilibrio y legislación.

Después de tres años intentando hablar con ayuntamientos, delegaciones, comunidades y demás componentes de las instancias públicas, de explicar un modelo de negocio y las diferencias entre unos y otros, HomeAway no es que haya tirado la toalla, pero sí que se ha rendido al cuadriculado sistema político.

"A los cuatro años hay que volver a empezar porque cambia el Gobierno y en todo esto existe una gran falta de conocimiento por los distintos modelos que hay en el sector del alquiler vacacional. Pero si ellos entienden como economía colaborativa el hecho de poner en contacto a la gente para alquilar una casa de vacaciones pues lo somos".

El trabajo de diferenciación ha caído en saco roto y no va a ningún sitio, porque básicamente, según su experiencia, "ellos no lo entienden". Y tengan o no razón, lo cierto es que la hemeroteca habla por sí misma; ya son varias las multas por importes crecientes que se han sucedido en Barcelona, Madrid, Valencia o Baleares y en las que se ha metido a todo el sector en la misma liga. Y esto, desde el punto de vista de HomeAway, es un problema de "un sistema muy politizado e ideologizado" en donde sus mayores problemas coinciden con una línea política común que ha coincidido en estas regiones. Desde el punto de vista de las autoridades se es consciente de hay que mantener ese eterno equilibrio, sin favorecer a un mercado tradicional pero sin enfadarles tampoco, pasando por aceptar nuevas peticiones con cierto control rindiéndose a lo que la demanda quiere. Pero lo cierto es que algo está fallando.

Poniendo el ejemplo de Barcelona, cuna del turismo en España, todo explotó a raíz de unos turistas italianos causando problemas en un comercio local. De forma automática, el mundo miró al alojamiento vacacional como cebo para tipos de turistas poco convenientes. Según Joseba, "esto no es un problema de la vivienda, sino de un posicionamiento de un modelo de turismo. Y es que Barcelona ha invertido años y mucho dinero en posicionarse como uno de los líderes del mundo. Y lo ha conseguido, pero ahora tiene un problema y es que no ha crecido de forma responsable". Las moratorias aplicadas desde la llegada de Colau, que han intentado solucionar un verdadero problema, han causado quizá más problemas que soluciones. Bajo el pretexto del incremento del precio medio del alquiler de la vivienda en los núcleos urbanos, se ha establecido una moratoria a la concesión de licencias turísticas. Esto es que las que están se mantienen, las que se pierden no se renuevan y las que se otorgan deben estar fuera del centro de la ciudad. Sin embargo, de forma estimada, sólo el 10% de los pisos vacíos en Barcelona se dedican a uso turístico, por lo que la culpa de la subida del alquiler queda en entredicho. Una coyuntura económica que ha dejado de lado la posibilidad de compra de pisos en pro del alquiler, con una baja oferta histórica, puede que tenga algo que ver. Pero, como explica Joseba, "es mucho más fácil echarnos la culpa y ellos quitarse el tema de encima".

Por otro lado, queda el dilema de los problemas vecinales. Abierto el teléfono de la denuncia, al más puro estilo de la Inquisición, de 1.000 denuncias en la Ciudad Condal, sólo el 0,001% han venido por temas de residencia de vacaciones. Muchas menos que las de los hoteles.

En el lado contrario de la balanza nos encontramos a París que, tras una serie de atentados, ha visto como sus cifras de turismo han caído a niveles mínimos. Una actividad antes denostada se ha convertido ahora en uno de los recursos para intentar levantar unas cifras terribles. Como siempre en todo esto, todo depende de a quién se le pregunte y del interés que tenga en el tema.

Grandes barreras

La diferencia que mantiene HomeAway es que hay que entender requisitos diferentes para los que son fondos propietarios de cientos de viviendas para explotación turística y los que son personas normales que tienen una sola casa.

"Se está restringiendo la democratización del uso de la vivienda. Si cumplen con todos los requisitos pertinentes, por qué no pueden poner su vivienda en una plataforma. No es justo".

Si no se otorgan licencias, más de las que ya hay, lo más probable es que muchos de los propietarios opten por operar de forma ilegal; además de que las grandes barreras de entrada que exigen tener una condición de autónomo y pagos de tasas hacen que la actividad sea inviable. Para Joseba, el problema está en que "en Barcelona se ha criminalizado a los turistas desde hace un tiempo, pero es que ellos han estado dando de comer a la ciudad otro tanto".

El problema para ellos podría quedar resuelto en unos dos años aproximadamente, si las administraciones ponen algo de su parte y no se extralimitan en sus funciones. Insisten en que el control de la oferta debe ejercerse por parte de las instancias públicas y no por parte de las plataformas. La lucha entre unos se mantiene hasta nuevo aviso, todo suponiendo que no cambie de nuevo el color político.