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Meritxell García (Flickr)

A finales del Siglo XVIII, el cirujano James Parkinson conectó en sus escritos una supuesta miríada de enfermedades en una sola patología, lo que ahora conocemos como enfermedad de Parkinson. Gracias a sus investigaciones, hoy sabemos muchísimo de la enfermedad que lleva su nombre. Sin embargo, el camino en busca de una cura, así como por mejorar la calidad de vida de los que lo sufren, es largo. ¿En qué punto de la investigación nos encontramos? Repasemos algunos de los aspectos más cruciales para entender la enfermedad y el trabajo que nos queda por delante.

¿Qué es el párkinson?

La conocida como enfermedad de Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa. Eso quiere decir que produce un deterioro del cerebro, que es donde se origina el problema. Como ocurre con otras enfermedades neurodegenerativas, sus manifestaciones no son siempre iguales ni de la misma intensidad. Una de las manifestaciones más conocidas de esta enfermedad es el problema motor, el cual va afectando poco a poco al paciente produciendo movimientos poco naturales, rigidez muscular o el característico movimiento de "rueda dentada", que se aprecia por movimientos realizados de golpe, poco suaves. Además de la parte motora, la enfermedad de Parkinson tiene muchas otras consecuencias de carácter cognitivo y psicológico: apatía, depresión, alteraciones sensoriales, trastornos del sueño... La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa después del Alzheimer aunque su mortalidad, por suerte, ha sido reducida gracias a los tratamientos prematuros preventivos así como los eficientes seguimientos de la enfermedad. Actualmente no tenemos una cura propiamente dicha para esta enfermedad aunque existen varias vías de prevención con medicamentos como la "levodopa" o tratamientos quirúrgicos complejos. ¿Qué esconde el párkinson para no poder curarlo?

Cuatro áreas cruciales para comprender el futuro de la enfermedad de Parkinson

Por desgracia, hablar de párkinson no es hablar de algo sencillo. Nada sencillo, de hecho. Para poder comprender tanto la enfermedad como sus posibles curas es imprescindible entender su naturaleza. Estos cuatro aspectos son los que dirigen, actualmente, las investigaciones más prometedoras contra la enfermedad de Parkinson.

Entender y definir la biología tras la enfermedad

cerebro
Djneight (Flickr)

Como todas las enfermedades neurodegenerativas, las manifestaciones de la enfermedad son sólo una parte del gran iceberg. De hecho son consecuencia de un proceso más profundo y complicado. Atacar a dichas manifestaciones no siempre supone una solución. Es por esto que buscamos la razón de la enfermedad de Parkinson: ¿por qué mueren las células pigmentadas de la conocida como "sustancia negra" del cerebro? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el cerebro se va muriendo con ellas, perdiendo capacidades. ¿Qué sabemos, entonces? Sospechamos que existen dos factores clave en la muerte celular: la producción de ciertas sustancias oxidantes que destruyen la célula y la presencia de características genéticas concretas que provocan la autofagia-lisosomal (una forma de suicido celular). Con esto presente sabemos que aunque englobamos una serie de patologías dentro de la misma enfermedad, en realidad estamos hablando de la consecuencia de dos mecanismos patológicos distintos, al menos y grosso modo.

Es decir, dos causas diferentes que se manifiestan en lo que llamamos enfermedad de Parkinson. Por ello, buscar un medicamento que sirva para todos los pacientes es prácticamente imposible. Porque, además, ahora sabemos que hay aún más factores. Existen fuertes evidencias de un papel toxicológico fundamental. Esto quiere decir que, aunque no sabemos cómo, ciertas sustancias tóxicas podrían jugar un papel vital en la manifestación de la enfermedad. También tenemos evidencias de que la enfermedad comienza en el intestino y se propaga a través de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático hasta la sustancia negra y el sistema nervioso central. Por tanto, entender las características intrínsecas de esta enfermedad es imprescindible tanto para diagnosticar adecuadamente a quien la padece como para poder buscar posibles curas en una enfermedad nada sencilla de enmarcar.

Detener o parar el párkinson

En primer lugar hay que tener en cuenta que una vez que el tejido cerebral está en fase degenerativa es muy difícil recuperarlo por completo. Por tanto, la mejor opción de "curar" la enfermedad de Parkinson sería parar sus efectos para mitigar las consecuencias. Por tanto, tenemos que parar la enfermedad, pues no podemos curarla como tal. La gran mayoría de investigaciones se centran en los tratamientos que tratan de detener o lentificar el proceso. Muchos de ellos se centran en eliminar la alfa-nucleina, una proteína asociada con la enfermedad. Si estos estudios tienen éxito podríamos tener una diana para detener el proceso. No obstante, todo apunta a que no es algo tan sencillo como detener una sola molécula.

Detección temprana, la clave

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Uno de los aspectos fundamentales de la enfermedad de Parkinson es la detección temprana. Esto se debe a que se puede comenzar antes con el tratamiento farmacológico (normalmente agonistas de la dopamina), prever el tratamiento quirúrgico o proyectar la rehabilitación. De esta manera se trata de detener y lentificar al máximo los efectos de la enfermedad, así como mejorar sensiblemente la calidad de vida de los pacientes. De esta manera, la mortalidad debida a la enfermedad de Parkinson ha descendido notablemente en las últimas décadas. Por todo esto, se están empleando grandes esfuerzos en la detección temprana de la patología. Para ello se investigan test de todo tipo: desde sanguíneos y genéticos, hasta detectores en la saliva o en el aliento. De esta manera se facilita la posibilidad de encontrar la enfermedad sin que esto suponga un problema para el paciente.

Curar el mal sufrido

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Decíamos antes que no se puede curar un tejido neuronal degenerado. Pero, ¿y si esto no fuera del todo cierto? De nuevo, nos topamos con la complejidad de esta enfermedad. Y es que la terapia con células madre y los nuevos tratamientos de trasplante de tejidos podrían tener una respuesta distinta a la que esperábamos. Imaginemos que podemos recuperar parte del tejido deteriorado con nuevas células que reemplacen a las muertas. El problema es que aún pudiendo hacer un trasplante de tejidos, por ejemplo, las últimas evidencias demuestran que las nuevas neuronas trasplantadas y procedentes de otro organismo terminan por mostrar los mismos problemas que las células viejas. Eso quiere decir que la causa está en otro "sitio". Si podemos detener dichas causas, según lo que hemos visto más arriba, y además aplicar este tipo de terapias, podríamos curar casi por completo la enfermedad. Actualmente al menos dos ensayos clínicos están en el camino de encontrar una intervención quirúrgica capaz de realizar semejante milagro. Pero de nuevo, hay que tener en cuenta que, a pesar de las promesas, la enfermedad de Parkinson es muy compleja y el camino en busca de su cura, largo aún. Por suerte, parece que ya hemos andado un buen trecho.

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