Era un sistema cuanto menos ineficiente. Con más problemas que virtudes y que causaba una dudosa gestión del proceso. Los códigos de reserva, que tantos quebraderos de cabeza han dado a pasajeros y usuarios, han pasado a mejor vida por una buena causa. Se podría decir que, junto al problema de la migración a WhatsApp, por parte de usuarios asiduos que prefieren trasladarse fuera de las fronteras de la compañía y ahorrarse la comisión, el otro gran problema de la aplicación de coches compartidos ha sido precisamente el de los códigos.

Ha sido común el dilema de cuándo dar el código de descuento. En más de una ocasión alguno ha pensado que si, por causalidad, se le ocurría dar el código antes de empezar el viaje o a mitad de camino, lo más seguro que es terminasen sin coche o abandonados a un lado de la carretera sin coche y sin dinero. La picaresca española llega muy lejos incluso en lo que a la imaginación respecta. Pero además de las dudas por parte del que iba a pagar un viaje en el coche de un desconocido, y cuando se habla de dinero el concepto de lo desconocido marca la diferencia, estaba la fricción que suponía para el conductor el tener que recopilar códigos, registrarlos y esperar a que todo fuese bien para poder cobrar por el viaje. Demasiado trabajo para un usuario que, aunque sea por definición, puede ser bastante vago por naturaleza. Si a esto le sumamos las dudas, el pastel ya estaba servido.

BlaBlaCar lo anunciaba a través de un mail a sus usuarios: a partir de ahora se encargan de casi todo. Una vez terminado el viaje, los usuarios se despiden y se van a sus casas, tomando el papel de pasivo en todo el proceso. El conductor, en vez de recopilar códigos, confirma en la plataforma que ha viajado como todo estaba previsto y si nada lo impide, BlaBlaCar ingresa el dinero del trayecto en 24 horas. El motivo de todo este proceso es que, como comentan desde BlaBlaCar, el código daba más problemas que beneficios. El objetivo subyacente, que era evitar contactar con el equipo de atención cliente, no terminaba de funcionar y las molestias para el equipo de la compañía seguían ahí. El coste de gestión, por lo tanto, no crece y muy posiblemente se reduzca, porque los problemas descienden.