La historia de nunca acabar y que se repite por cualquier rincón del mundo: ahorrarse aunque sean unas monedas, incluso si son sólo un par de euros, con tal de no pagar las odiosas comisiones.

Si esa comisión además es por algo que somos capaces de hacer nosotros mismos, o de algo que realmente no vemos —como son los famosos gastos de gestión—, la cosa se hace aún más grande. Y no estamos hablando del fisco o grandes corporaciones cotizando en bolsa; este tema afecta directamente a BlaBlaCar, una pequeña pero gran empresa que vive, precisamente, de esas comisiones.

El principio del "problema"

Se podría decir que fue el principio del fin, pero no ha sido tal cosa. Porque, de hecho, BlaBlaCar gana adeptos día a día. Como marca la norma para las empresas del sector, todos los datos sensibles se mantienen en la más estricta confidencialidad al menos en su versión desglosada por países o regiones. De todo esto podemos saber que BlaBlaCar cuenta con algo más de 3 millones de usuarios en España y la cifra no para de crecer, —aunque no sepamos exactamente cuánto—. Y algo parecido ocurre con los ingresos, globales eso sí, de la compañía: viento en popa a toda vela.

Desde su llegada a España en 2010 hasta 2015, BlaBlaCar había estado operando "de gratis" como quien dice. Viviendo de las rondas de financiación y los inversores, entre los que participó Cabiedes, y dejando que la comunidad de usuarios creciese por inercia. En ese momento, el objetivo no era ganar dinero con el servicio, sino gestar adeptos. La actividad de compartir coche estaba mal vista en España; por desconocimiento o por falta de costumbre, la misión se centraba en concienciar a la gente de las bondades de la economía colaborativa. Logro desbloqueado y, por fin, en julio de 2015, la compañía se lanzó a la piscina e impuso el cambio más grande para la plataforma a nivel local: añadir las comisiones. Algo que venía funcionando en Francia desde hacía dos años podría suponer el punto de inflexión y la caída en picado de la compañía al sur de los Pirineos. Tras las quejas tradicionales de algunos, el trabajo para afianzar la estabilidad de la compañía durante los cinco años anteriores dio sus frutos en poco tiempo y el pago de las comisiones se instauró como algo completamente normal. Muchos no entienden por qué han de pagar por un servicio, quizá no sepan que los ingenieros también comen, pero es lo que hay.

De un 10% aproximadamente por viaje contratado para BlaBlaCar lo que se pretende con esta medida, además de sostener las cuentas de una empresa, es proporcionar un marco de seguridad respecto a la información que se maneja dentro de la plataforma. Según rezan las condiciones legales de la propia compañía, los gastos de gestión se calculan en función de la aportación que el conductor establece par el viaje; es decir, al precio que establece el conductor ya se le suma la tarifa pertinente.

Pero, pese a la aceptación, lo cierto es que los mayores problemas por esa medida no han venido por parte de los usuarios, sino de la compañías de transporte por carretera que, viendo desde hacía tiempo con malos ojos la actividad de BlaBlaCar, encontraron en esta medida el clavo ardiendo que necesitaban para enfrentarse a ellos en los tribunales. Salió a relucir el ánimo de lucro.

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Y llegó WhatsApp

Las reacciones de los usuarios, salvo algunas excepciones, no fueron más allá de los simples comentarios. De hecho, la tasa de absentismo en los acuerdos se redujo de un 30% hasta casi el 5%; a nadie le gusta perder dinero. Un dinero que, pese a saberse necesario para la app, algunos usuarios nos comentan que es abusivo por determinar que a fin de cuentas "ellos no hacen nada".

Sin embargo, el miedo de BlaBlaCar ante una fuga masiva ahí estaba. ¿Y si los pasajeros y conductores usaban la plataforma para conectar y luego terminaban la transacción fuera del marco de la app? El trayecto se iba a realizar de todas maneras, los usuarios pagarían igualmente, pero la compañía no vería su comisión. En otras palabras, BlaBlaCar habría conseguido instaurar el concepto, pero no saldría financieramente beneficiado de esto. Para ello se impuso una norma: los teléfonos de contacto no se intercambiarían hasta haber formalizado la operación. Con mecanismos manuales y automáticos se revisan una a una todas las conversaciones dentro de los chats privados de BlaBlaCar. Poner los teléfonos con letras tampoco es una opción. Y hasta aquí todo en orden porque las medidas funcionan para la empresa, aunque no tanto para los usuarios. Uno de ellos nos comenta que, tras estas medidas de seguridad, "la interacción a través de la aplicación se ha convertido en una tortura, poco fluida y que apenas te permite saber nada de tu conductor". Otro añade que, "BlaBlaCar no tiene cuidada la parte de chat de su app, que es bien malo y desespera, aunque funcione y cumpla con su cometido"; lo cual, para subirte en el coche de un desconocido tampoco es positivo. Y en este punto, Jaime Rodríguez de Santiago, country manager para España de BlaBlaCar, es algo en lo que trabajan porque "después de un cambio siempre hay que mejorar cosas".

Pero llega el día del trayecto y el conductor y el pasajero empiezan a charlar. Los españoles son animales sociales por naturaleza y la confianza se gana rápido. Se dan cuenta de que fines de semana alternos hacen el mismo trayecto a, más o menos, la misma hora. ¿Para qué pagar a BlaBlaCar una comisión cuando nosotros ya nos apañamos solos? También son animales pícaros, más que en otros lugares. Intercambio de teléfonos —ya tenemos la confianza que nos han dado 4 horas de viaje—, y quedamos para la próxima. Y aquí llega el problema de fondo: BlaBlaCar ha sabido blindarse para las primeras experiencias y tomas de contacto, pero no para las consecutivas. Cuestiones como la seguridad de la información, seguros de cancelación del viaje y demás servicios de cobertura de la compañía poco o nada importan si se pueden saltar el paso intermedio. Otro usuario asiduo de la actividad nos da otro punto de vista: "El objetivo de BlaBlaCar es cobrarte por conectar conductores y usuarios, ¿no? Y eso está muy bien. Pero, si yo ya he conectado una vez con esa persona, ¿por qué les voy a pagar de nuevo? ¡No pueden evitar que la gente se conozca!". Y en el fondo, en este punto tiene razón.

En el fondo, es verdad que "cada uno establece las relaciones sociales como quiere y si alguien hace un amigo en BlaBlaCar es cierto que para qué va a recurrir a nosotros; ya lo hará en otros trayectos". Y, aunque según sus cifras, este fenómeno ha menguado con el paso del tiempo, principalmente por el tema de los seguros según su experiencia, según Jaime, este efecto "existirá, existe y ha existido". Pero que, en cualquier caso, nunca se han visto demasiado afectados por esta cuestión y, en definitiva, todo apunta al arraigo de la actividad de compartir coche dentro de una gran comunidad.

En Forocoches, incluso, rizan el rizo de la trampa y ofrecen algunos consejos para saltarse incluso la comisión del primer trayecto. Y aunque el proceso es ciertamente enrevesado más de uno recurre a ello. Lo que se propone es añadir en la descripción del trayecto una referencia a Facebook, de esta manera te enteras de todos los detalles del trayecto a través de BlaBlaCar pero cierras la transacción a través de la red social y por extensión en WhatsApp, y todo esto sin poner números de teléfono de primeras.

Existen, incluso, numerosos grupos de whatsApp que florecen por España y que funcionan como un BlaBlaCar paralelo. Hemos tenido acceso a varios relativamente grandes que conectan Sevilla y Huelva. Aunque rudimentarios y confusos en un primer momento por la gran cantidad de gente que ahí se congrega, lo cierto es que en términos generales, son eficientes. Similares a los creados para vender y compartir asientos de grupo en trayectos del AVE. Pero, sobre todo, a precios mucho más económicos y sin comisiones.

Más opciones propuestas bajo el lema de "hecha la ley, hecha la trampa". Poner el mínimo precio permitido en la aplicación pagando la menor comisión posible pero luego acordar el precio real una vez se tienen los teléfonos. De esta forma se benefician de los seguros de la empresa, por aquello de quedarse más tranquilos, pero se deja de percibir el precio real del trayecto.

En épocas de gran afluencia de viajes —Semana Santa, Navidades o verano— el tema crece aún más por una razón muy simple: hay más posibilidades que nuestros contactos habituales hagan el viaje al destino que compartimos. Y gran parte de los usuarios de los servicios de la compañía hemos tenido una conversación similar en alguno de nuestros trayectos; algunos de ellos llegando incluso a quedar en reiteradas ocasiones. El problema de fondo es que, en realidad, lo que ocurre fuera de la plataforma no puede contabilizarse y por lo tanto no se puede determinar con exactitud la magnitud del problema. Y aunque en términos agregados esta situación no es más que una piedrecita en el zapato de BlaBlaCar, como empresa, el hecho de dejar beneficios aunque sean pocos es algo de lo que preocuparse.

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