Los eventos de startups que se celebran en medio mundo suponen una cita obligada para muchos; incluso los escépticos que no les encuentran mucho sentido acuden por lo que pueda pasar. Y lo curioso es que algo pasa. Observando desde la distancia al stand de los chicos de Spotahome, en el 4YFN de Barcelona, durante sólo cinco minutos, se les acercó un posible inversor focalizado en expandir negocios en Estados Unidos y otro emprendedor que tiene un negocio de apertura de puertas vía app. Una pequeña muestra de lo que vivieron, hasta el punto de tener que apuntar los contactos en flayers porque, como nos cuentan, se les acabaron a las dos horas de abrir las puertas el evento.

Mientras, nuestro objetivo Alejandro Artacho, uno de los ideadores de todo, está hablando por teléfono con uno de sus nuevos inversores internacionales, aunque bien pareciera que se encontraba hablando con un amigo de toda la vida. Aún así, es una llamada importante.

Un rato después, por fin termina la llamada y podemos hablar con él largo y tendido sobre su niña bonita y de cómo, tras una curiosa historia, llegó a donde están hoy. Spotahome es una startup que quiere hacer que buscar un piso en alquiler sea algo agradable y no una pesadilla como hasta ahora. Emprendiendo en un sector que tiene poco de bonito y mucho de polémico, quieren dar la posibilidad de poder alquilar una casa desde el cómodo sofá de tu casa.

"A los chinos les flipa el aceite y beber"

La compañía tiene su sede en España desde que se fundase en marzo de 2014, pero para entender su origen debemos remontarnos a China.

Alejandro, nuestro protagonista estudiante de derecho y ADE en sus tiernos 20 años (ahora tiene 30), terminó la carrera e incurrió en lo que muchos jóvenes suelen causar a sus padres cuando no se cede ante la presión: una tremenda decepción. El sueño de ser funcionario o de trabajar en una gran multinacional no es el objetivo de todos y ni mucho menos de Alejanro, que trabajando en un despacho de abogados pasaba más tiempo leyendo artículos de Wikipedia que redactando textos legales.

Había vivido en China gracias a una beca del Gobierno del país asiático, una que sólo otorgan a 15 estudiantes al año y que aún no sabe cómo le dieron. "Al final cedieron porque era un pesado y me pasaba todos los días a tomar té por las oficinas, pero vamos, que no cumplía ningún requisito", explica. Maletas en China repletas de los productos patrios, porque como en España no se come en ningún lado, un día tuvo el acierto de regalar una botella de aceite a un amigo chino. Magia:

"El tipo se volvió loco y, como buen chino que es, que tienen contactos por todos lados, me ofreció vender aceite allí".

Dicho y hecho. Tras el disgusto de una madre preocupada que casi le cuesta el exilio del núcleo familiar y habiendo terminado la beca, volvió a China para montar su primera empresa de exportación de aceite a los 22 años. Un proyecto nada glamuroso, ni mucho menos, y que tuvo repercusión en su salud física. Porque dormir en sofás ajenos durante mucho tiempo suele tener consecuencias. Como, por ejemplo, un desplazamiento de vértebra que apañaron unos masajistas chinos ciegos. Lo típico.

Pero si hay algo que le gusta más a un chino que el aceite es beber. Por lo que la empresa viró a la venta de cava y al poco tiempo del vino. Ampliación del negocio que se suele decir. Y tanto amplió que, una noche, en un bar chino, una de esas casualidades de la vida hizo que Alejandro se encontrase con su nuevo negocio. Una chica le explicó que trabajaba para una agencia de viajes china que vendía paquetes de ocio para turistas asiáticos de alto poder adquisitivo y querían expandirse a Europa. Alejandro, ni corto ni perezoso, le dijo que él hacía precisamente eso. Mentira cochina. Pero durante las siguientes horas se pasó explicando todo lo que ofrecían tan bien que al día siguiente volvió a España para montar una agencia de viajes:

"Yo creía que iba a ser más fácil, pero que va, me llevó un mes en los que tuve que hablar con proveedores y montar los viajes. Y con esto estuve tres años en China".

También hizo de profesor de inglés, chino y español. También de doblador y traductor de juguetes. Cualquier cosa valía para un sueño chino que sólo duró tres años porque los asiáticos empezaron a prescindir de los intermediarios, de él, y directamente compraron las empresas proveedoras en España.

Una máquina que conecte al mundo

De vuelta a España y con una nueva beca en el prestigioso Instituto de Empresa, las ideas ya empezaban a bullir en el cerebro de Alejandro.

Durante su estancia en China se dio cuenta de que contratar gente desde la otra punta del mundo, para trabajar en el extremo opuesto, era excesivamente complejo. Un proceso que el añejo Infojobs no mejoraba para nada y que, durante los peores años de la crisis, no ayudaba a los profesionales a encontrar el mejor país al que emigrar. "Todo funcionaba por rumores, pero no había nada sólido y sería genial poner tus cualidades y que un sistema te hiciese un display de todas las opciones en el mundo", cuenta.

Recurrió a Bryan McEire, un amigo programador para montar una idea que presentaron a todas las competiciones de incubadoras que estaban a su disposición y aplicando a una financiación que necesitaban. Pero no duró mucho: "Trabajando hasta las cuatro de la mañana en el proyecto, yo durmiendo en el master y Byan en su otro trabajo, y 180 incubadoras terminaron diciéndonos que no". Mientras, Alejandro se puso en contacto con un grupo de emprendedores que estaban gestionando alojamiento universitario. Él terminó quedándose en Londres para montar el negocio allí y Bryan, al que también contrataron, se mudó como ingeniero a Lisboa.

El sueño de crear la plataforma de trabajo a nivel mundial se aparcaba en una estantería a la espera de poder rescatarlo algún día.

Una empresa y un fin de semana

Londres, la capital del real state por excelencia, puede ser tanto una bendición como una tortura. El tiempo que pierde la gente en busca un piso, medianamente digno, puede ser terrible. En esto, Alejandro se imaginó cómo sería un mundo en el que se pudiese hacer una visita a una casa de forma virtual y así ahorrarse el tener que ir en persona. Una especie de Booking para casas que ayudase a ahorrarse los miles de millones que se pierden cada día por tener que visitar las casas en persona.

Con esta idea, Alejandro viajaba a Lisboa para volver a convencer a Byan. Sólo le costo un viernes y una hamburguesa el hacer que su antiguo socio se uniese a la idea. Pero eran pocos y necesitaban más gente, por lo que al día siguiente contactaron con Hugo Monteiro, otro compañero de trabajo, el cuál se unió a los cinco minutos de proponérselo. Ya eran tres y faltaba el cuarto. Bruno Bianchi, un argentino que conocieron ese mismo domingo y que sólo tardó una semana en pensárselo:

"Yo le conté mi zumbaera y el me contó la suya. Le expliqué durante casi ocho horas por Skype, mientras veía cómo se caía el sol y habiendo comido sólo dos cookies. Uno que me estaba inventando, pero que le convenció".

Ya estaba el equipo formado y el 5 de marzo de 2014 se lanzaron al mundo como Spotahome.

Primer cliente: un japonés que reservó a las dos horas de lanzar

Empezaron sólo con nueve propiedades en alquiler en Madrid, que comparadas con las 30.000 que tienen ahora, suponen un gran salto. Esas primeras fueron las que más les costaron: entre que los propietarios no se fiaban, que pensaban que estaban locos y que se les vendía la idea de que los inquilinos no visitarían la casa para alquilarla, todo estaba en su contra. Pero nada más lanzar, a las dos horas, el primer inquilino hizo su reserva por un año y medio:

"Tardamos cinco días en cerrar la reserva y todo era un poco desastroso. Bruno se acercó un domingo a recoger el dinero en efectivo de la reserva con una gafas de sol que parecía que iba a robar a alguien. Pero el japonés se fió".

De esos días ya queda poco y hoy ya cuentan con más de 30.000 casas, algunas con acuerdos de exclusividad con empresas inmobiliarias, en 9 países, 16 ciudades y con más de 140 personas en el equipo de 27 nacionalidades diferentes.

Comparados con Airbnb en muchas ocasiones, lo cierto es que su actividad no tiene nada que ver puesto que se dedican a las largas estancias. Otras compañías de alquiler de pisos estarían más cerca de su modelo de negocio, pero no igual. Ellos crean todo su material y no dejan que los propietarios toquen la información que se sube a la web. Si huele mal se dice, si la casa esta fea se explica y cualquier cosa que sea relevante decir, pues también. Y sobretodo se diferencian porque Spotahome visita cada una de las casas y hace vídeos largos –próximamente incluirán la realidad virtual– para enseñarlas a fondo.

De esta forma se limita la ratio de cancelación, pero se aumenta el gasto. Necesitan un equipo que visite todo y que lo controle; de las 80 horas que tardaban en transaccionar un piso hace tiempo han pasado a una media de 12 horas. Y esto cuesta caro. Al menos, la plataforma de pago ya está desarrollada y Bruno no tiene que hacer de intermediario, ni hacer cuentas a mano del fee que se queda Spotahome por su servicio. Porque ese es su modelo de negocio: cobran su comisión por el tiempo que se haya alquilado la casa durante los primeros días de estancia –el primer día el inquilino siempre puede echarse para atrás si no le gusta lo que ve–, y luego el dueño del piso trata directamente con el inquilino.

Las cribas de casas son importantes. Tres valoraciones negativas de un propietario dejan fuera a la casa de las opciones disponibles. Además del espinoso tema de los precios abusivos que se controlan para no subir la media de la zona.

Tomando ejemplo de Wallapop

Al igual que hace Wallapop, ninguna de las rondas de financiación de la startup es noticia. No porque no las hagan, sino porque como explicaba a el CEO de Wallapop a Hipertextual Agustín Gómez, "esas noticias no aportan nada, ni para el negocio ni para los usuarios". Spotahome ha tomado la misma idea y, según palabras de Alejandro, "estarían a punto de entrar en el top de startups españolas más financiadas y valoradas por decenas de millones", junto con Cabify, Wallapop & company.

Sus cifras dicen que durante 2014 transaccionaron 1 millón de euros, en 2015 5 millones de euros y en 2016 unos 20 millones. Para este año ya han cubierto la cuarta parte de las previsiones y seguramente cierren con unos 60 millones de euros sacando un beneficio del 50% a cada operación que cierran.

En total han cerrado tres rondas de financiación por unos importes desconocidos. La primera de ellas en enero de 2015 con Howzat Partners, Gabriel Leupin y Charlotte Street Capital, que tardó diez meses en cerrarse. "Una y no más", comenta Alejandro, "porque o estas levantando dinero o con el negocio; y si estás en las dos no eres bueno con ninguna". La segunda vino al poco tiempo por necesidad, pero el objetivo estaba en conseguirla en menos de tres semanas. En junio de ese mismo año, Alejandro marchó con una mochila a Londres y repartiendo camisetas consiguió unir a Passion Capital y revalidar la propuesta de los anteriores inversores. En abril del año pasado llegó la tercera con Seaya Ventures detrás, entre otros inversores y business angels. Y están a punto de cerrar la cuarta en la que participará un curioso grupo de inversores internacionales; es posible que alguno sea de Estados Unidos que les ayude con su conquista al otro lado del Atlántico.

El objetivo a largo plazo sería controlar todas las verticales del sector del alquiler de viviendas: mudanzas, limpieza, arreglos... Y pasar todo lo posible del mundo offline al online. El día en el que no se tenga ningún contacto físico con un casero será un gran momento. Y quién sabe si, a muy largo plazo, pasarse al mundo de las compras de pisos.