El razonamiento motivado es el resultado de la implicación de nuestras emociones en nuestros razonamientos y decisiones hipotéticamente racionales. El fenómeno se estudia en la ciencia cognitiva y la psicología social y su teoría sostiene que nuestras motivaciones subconscientes, deseos y miedos forman y configuran la información que recibimos para que encaje con lo que ya creemos. De esta forma, somos menos minuciosos examinando evidencias que concuerdan con nuestras creencias, porque ya estamos de acuerdo con ellas y, en cambio, buscamos cada posible fallo en las opiniones que son contrarias a nuestra opinión actual.

Lo que los científicos llaman "razonamiento motivado”, responde, en resumen, a nuestra tendencia a ver como aliadas a ciertas informaciones o ideas. Queremos que ganen, queremos defenderlas. Y las que contradicen esa opinión son el enemigo y queremos vencerlas. Nos lo tomamos como algo personal. Cuando la gente se aferra a creencias falsas, a pesar de la abrumadora evidencia, se produce este fenómeno porque no sienten que estés atacando su idea, sino a ellos mismos.

Si te gustan los deportes, es posible que hayas sido víctima de este fenómeno alguna vez. Cuando el árbitro pita falta a tu equipo, por ejemplo, la mayor parte de las veces razonarás que el árbitro se equivoca. Pero si pita falta al otro equipo lo ha hecho bien, no hace falta revisarlo, y aún si no lo ha hecho bien no serás tú quien se queje de lo contrario y menos aún con el mismo fervor del caso opuesto. Esto ocurre porque no sientes que esté perdiendo tu equipo, en tu subsconsciente crees que estás perdiendo tú.

«¿Deseas defender tus propias creencias o deseas ver el mundo lo más claramente posible? Porque a veces no es posible hacer las dos cosas» — Julia Galef.

Inconscientemente, nuestro juicio se ve influido por el lado que queremos que gane. Y es algo general. Afecta la forma como vemos nuestra salud, nuestras relaciones, cómo decidimos votar, qué consideramos justo o ético… Incluso, qué queremos escuchar. Probablamente sea el causante de la burbuja informativa o cómo no quieres escuchar, leer ni saber acerca de cosas que contradigan tu propia visión actual.

Lo que más asusta del razonamiento motivado es lo inconsciente que es. Podemos creer, y solemos hacerlo, que somos objetivos e imparciales, y que tenemos “la voz de la razón”, pero seguramente a ti mismo se te ocurrirán millones de casos históricos en los que ambos bandos estaban absolutamente seguros de hacer lo correcto. En la mayoría de casos con consecuencias desastrosas.

«Sin duda es un error no enmendar un error» — Confucio.

¿Qué hacer? La investigación sugiere que ser racional es psicológicamente más fácil cuando hay distancia entre la opinión y los sentimientos. En este sentido, las emociones dan “color” a cómo se perciben los "hechos". La intención de ser exactos, minuciosos e imparciales, mejora el proceso racional, mientras que la intención de llegar a conclusiones personales tiende a provocar que se llega por defecto a la conclusión deseada. Tenemos que separar la opinión de la persona, como decía Confucio: "Ni aprobar a una persona por expresar determinada opinión, ni rechazar una determinada opinión por provenir de determinada persona"; si le damos la vuelta, no por provenir de determinada persona —nosotros mismos— algo por defecto está bien.

En este sentido, Julia Galef, en esta charla, sugiere que veamos las ideas con “mentalidad de explorador”. Dice que actualmente nos comportamos como soldados, queremos ganar cada guerra moral como una cosa personal; ella cree que actuar como exploradores, sólo absorbiendo información sin nada que perder o que ganar, y sin ninguna intención inicial más allá de aprender puntos de vista, nos haría más imparciales. Y que necesitamos, en definitiva, aprender a sentirnos intrigados en lugar de defensivos cuando encontramos información que contradice nuestras creencias.