Agregar gritos, terror y una pizca de asesinatos —lo último se añade al gusto—. El día de hoy fue extraño, conocí a un hombre peculiar con quien charlé un rato frente a las miles de personas que nos rodeaban. —Soy Benito, algunos me conocen como Mussolini— le dije amigablemente, a lo que me respondió: —Sie sehen aus wie ein Schwein, das auf dem Hof Nazi zu füttern verwendet. Creo que este es el comienzo de una gran amistad.
Querido diario, he conocido a un hombre encantador al que poco le importan mis insultos en alemán. Creo que ha dicho algo sobre ser amigos, debería mostrarle mi poesía. Nos vemos mañana, debo asesinar a unos cuantos millones de personas y peinar mi pequeño bigote.
Bien, si creen que se pueden reunir sin mí me quedaré en el regazo de mi madre Rusia, ya verán cuando termine de desarrollar esos Avtomat Kaláshnikova —se queda dormido llorando después de la segunda botella de Vodka—.
¿Hermoso, verdad? El mundo interno de hombres —si es que todavía se pueden considerar como tal— que en el ínterin de atroces crímenes contra la humanidad compartían risas y, sin que nadie lo supiera, desarrollaban su prosa.
En el libro Bloemenvan het Kwaad o Flores del mal se ha reunido una buena suma de poemas con la particularidad de ser escritos por terribles dictadores y genocidas de la historia. Investigando un poco más sobre el tema resulta que muchos de ellos compartían nuestros intereses antes de unirse al club de la fama de asesinos despiadados.
Tanto Hitler el cinéfilo como Mussolini el escritor de ensayos filosóficos nos acompañan en el camino de explorar muchas de las mentes siniestras y el mundo de imágenes, color y fantasía que en ellos habitan.