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Memorial de la Masacre de Virginia Tech - NYDailyNews.com

La justicia es un concepto humano, ajeno a la incertidumbre real de la vida, que concebimos para que nuestras sociedades funcionen mejor; la idea del karma, una fantasía de los que no aceptan el inevitable descontrol del mundo; y las menciones a ciertos caminos inescrutables no son más que un intento de salirse por la tangente y no afrontar el hecho de que algo no tiene ningún sentido. Porque **tanto nuestras vidas como el mundo en el que se desarrollan no saben de merecimientos, y la historia del científico judío Liviu Librescu, que quizá no estaría de acuerdo con todo lo anterior, es un buen ejemplo de ello** en cualquier caso.

Hay personas de las que se puede decir que han logrado sus posiciones gracias, no sólo a su esfuerzo, sino también a las circunstancias favorables que les fue posible aprovechar. En cambio, de Librescu, nacido en la ciudad rumana de Ploiești en 1930, no tenemos más remedio que sugerir que consiguió lo suyo a pesar de las coyunturas que le tocaron en suerte. Para empezar, cuando la Rumanía gobernada por Ion Antonescu estrechó las manos de Adolf Hitler y abrazó a los perros rabiosos del nazismo, fue deportado con su familia a un campo de trabajo en Transnistria, una región en la que se calcula que fueron asesinados unos 410.000 judíos, y luego, al gueto de Focşani junto con miles de otros semejantes. Y sobrevivió, claro está.

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Liviu Librescu - Stetson.edu

De él dijo su primo Dorothea Weisbuch durante una entrevista posterior al triste suceso que llevó a la muerte al científico: “Era una persona extraordinariamente dotada y muy altruista. De pequeño, era muy curioso y sabía de todo, así que pensé que se convertiría en alguien muy presumido, pero no resultó así: era de una rara modestia”. Y con estos mimbres se forjó una trayectoria académica muy distinguida, llena de reconocimientos internacionales. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se decantó por el estudio de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad Politécnica de Bucarest, se licenció en 1952 y realizó un máster allí mismo. Entre 1953 y 1975, fue investigador en varias instituciones, y la Academia de Ciencias de Rumanía le premió con un doctorado en 1969 por su labor en mecánica de fluidos.

Su negativa a jurar lealtad al Partido Comunista Rumano, y al brutal régimen prosoviético del infame Nicolae Ceaușescu, perjudicó gravemente a su carrera en los subsiguientes años setenta, y hubo de abandonar la Academia cuando solicitó autorización para emigrar a Israel, que no le fue concedida hasta que el mismísimo primer ministro israelí, Menachem Begin, intercedió personalmente para que pudiese trasladarse al país con su familia en 1978. Enseñó Ingeniería Aerodinámica y Mecánica en la Universidad de Tel Aviv y en el Technion de Haifa desde 1979, y aunque se suponía que iba a disfrutar de un año sabático en Estados Unidos, a partir de 1985 impartió clase en el Departamento de Ciencias de Ingeniería y Mecánica del Virginia Tech hasta que le sobrevino la última tragedia de su vida, ante la que, sin embargo, también estuvo a la altura.

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Concentración por las víctimas de la Masacre de Virginia Tech - AllDay.com

El 16 de abril de 2007, un alumno perturbado y objeto de burlas del último curso de Literatura Inglesa llamado Seung-Hui Cho se lio a tiros de buena mañana en la residencia estudiantil West Ambler Johnston Hall, situada en el propio campus, y prosiguió su carnicería en el edificio Norris Hall, cuyas puertas había encadenado desde dentro para que nadie pudiese escapar de allí. “No tenía que hacer esto. Pude haberme ido, pude haber desaparecido. Pero no, no escaparé más. No es propio de mí. Por mis niños, por mis hermanos y hermanas a los que habéis jodido, lo hice por ellos... Cuando llegó el momento, lo hice. Tuve que hacerlo”, declaraba en uno de los vídeos que había enviado a la cadena NBC el mismo día de la matanza. “Habéis tenido cien billones de oportunidades y maneras de evitar lo de hoy, pero habéis decidido derramar mi sangre”.

Cuando se inició el tiroteo, Librescu daba lecciones de Mecánica en el aula 204 del Norris Hall, a la que Cho intentó acceder. Pero el profesor tuvo el arrojo para bloquear la puerta con su cuerpo e instó a sus alumnos a escabullirse por las ventanas del aula, lo cual pudieron hacer la mayoría de ellos antes de que las cinco balas que atravesaron la puerta y dieron de lleno en el anciano acabasen con él y su resistencia. De los veintitrés pupilos que habían estado atendiendo las explicaciones de Librescu aquella mañana, sólo a uno de ellos hubo de contársele entre las treinta y tres víctimas mortales de Cho, en la peor masacre universitaria de la historia de Estados Unidos, con otras veintinueve personas heridas.

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Notas de condolencia, gratitud y homenaje sobre la mesa de Liviu Librescu - VTechWorks.lib.vt.edu

Unas horas después de la catástrofe, a su familia le pilló por sorpresa el aluvión de mensajes de agradecimiento de los supervivientes por correo electrónico; George W. Bush, presidente de Estados Unidos por entonces, le elogió en el Museo Memorial del Holocausto frente a un buen número de supervivientes como Librescu; el presidente rumano, Traian Băsescu, le concedió la Gran Cruz de la Orden de la Estrella de Rumanía por sus contribuciones y su heroísmo; la Facultad de Derecho de Columbia estableció una cátedra con su nombre, y la Embajada estadounidense en la ciudad rumana de Bucarest se halla ahora en un boulevard con el mismo.

Si, durante los años precedentes, el científico había recibido diversos honores por su trayectoria académica, estas y muchas otras manifestaciones de gratitud y afecto fue lo que le valió el comportamiento heroico que mostró en los minutos fatales en ese día de abril de 2007, día en que, casualmente, se celebraba el Yom HaShoah o Día del Recuerdo del Holocausto: una ironía trágica más como broche para la historia de Liviu Librescu, que había sobrevivido a los nazis y al represivo Ceaușescu en su país de nacimiento y fue a toparse con la violencia de la muerte en la pretendida tierra de la libertad.