{Guerrilla Futures | Jason Tester}

En El Salvador la confianza es un valor que está en peligro de extinción. A causa de la inseguridad, las personas han empezado a desconfiar y muchas tienen miedo de empezar nuevas amistades, de hablar en un bar con sus amigos o simplemente hablar demasiado alto. Nunca puedes saber si estás sentado junto a un criminal de la pandilla criminal de las maras. La violencia de estas pandillas fue la causa por la cual Yoseth inmigró con su familia a México.

Yoseth fue víctima de la violencia del grupo y contó con la ayuda del Gobierno de El Salvador para salir del país con su mujer embarazada de 7 meses y su hijo de dos años. La intervención del Gobierno permitió que la familia pudiera llegar como refugiada política a México, país por el que entraron por Tapachula, la ruta más utilizada por los migrantes que llegan de Centroamérica.

Lo que me motivó de salir de mi país fue la seguridad. Desgraciadamente, en El Salvador ahorita hay mucho crimen por las maras. Esta clase de personas no le dejan trabajar a uno. Piden renta [una cantidad de dinero que piden a los trabajadores y comerciantes] y si uno no la da tratan de matarlo y si uno no está de acuerdo igual tratan de asesinarlo, porque eso te convierte en una amenaza para ellos. No pueden tolerar algo que se oponga a lo que hacen.

Un año después de su llegada a la capital mexicana, el salvadoreño se ha convertido en el primer refugiado que trabaja como conductor de Uber. La ocupación de Yoseth en su nuevo hogar no fue por casualidad, ya que el salvadoreño cuenta con 30 años de experiencia como chofer. En El Salvador, trabajó como conductor de transportes pesados y, posteriormente, en un transporte colectivo. En este último trabajo fue donde Yoseth empezó a ser víctima en algunas ocasiones de la violencia de las bandas.

Cuando Yoseth y su familia llegaron a México, el patriarca empezó a trabajar en una constructora. En ese momento, contaba con la ayuda de la Casa de Refugiados, un programa que cuenta con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados. Ellos fueron los que le entregaron a Yoseth la residencia permanente en el país y le pusieron en contacto con Uber, donde le ofrecieron un trabajo en la empresa.

No fue fácil porque no conocía la ciudad ni la aplicación, no conocía nada. Pero la necesidad era grande. Así fue como Uber me dio la oportunidad, pasé sus exámenes, me dieron de alta, conseguí un socio y me convertí en un chofer de Uber.

El examen de Uber consistía en tener unos conocimientos de la Ciudad de México, una tarea algo complicada partiendo de la base de que la capital mexicana es una de las urbes más grandes el mundo con una superficie de casi 1.500 kilómetros cuadrados y con uno de los tráficos más intensos del mundo.

Sin embargo, el reto fue más que superado por Yoseth, quien se ha convertido en un chofer con muy buenas calificaciones por parte de sus usuarios y con casi 3.000 viajes realizados.

La alianza por los refugiados

Mónica Redondo

La oportunidad que tuvo el salvadoreño para tener un trabajo en la compañía de Travis Kalanick surgió a través de la alianza de la empresa con la Casa de Refugiados, la cual ofrece opciones de autoempleo a personas recién llegadas a la Ciudad de México.

"Nos interesó muchísimo la alianza, los refugiados son personas que llegan literalmente sin nada, con su familia o a veces llegan solos y no tienen contactos. Es gente con muchas ganas de trabajar y de generar dinero. Uber es un lugar donde ellos pueden empezar a trabajar, explicó Roberto Fernández, director de Uber México Centro en entrevista con Hipertextual.

A través de charlas que se realizan en la Casa de Refugiados, Uber explica las condiciones de trabajo a las que pueden aspirar los recién llegados, quienes cuentan con las mismas condiciones que los otros choferes que trabajan en la plataforma.

A pesar de que la situación migratoria se tiene en cuenta en Uber para elegir a los candidatos refugiados, estos no cuentan con ningún tipo de privilegio. Tanto en las condiciones de trabajo como en la seguridad, los refugiados que empiezan como conductores tienen los mismos requisitos y obligaciones que otro chofer mexicano o de cualquier otra nacionalidad.

En la actualidad, 22 refugiados trabajan en Uber, 15 de ellos como conductores y los otros siete como repartidores del servicio UberEats. La mayoría de ellos provienen de Centroamérica y, si ya cuentan con el permiso de residencia y el premiso de conducción, solamente tienen que presentarse al examen y conseguir un socio para convertirse en conductores de la plataforma.

La alianza con la Casa de Refugiados y Uber se inició hace seis meses, dentro del plan de la empresa de transporte privado para colaborar con organizaciones y asociaciones. En la actualidad, el único acuerdo en materia de refugiados se encuentra en la capital mexicana, donde también están en proceso de llevar a cabo el mismo acuerdo con el Consejo Ciudadano para ofrecer oportunidades para las personas deportadas de Estados Unidos por las políticas migratorias del presidente estadounidense Donald Trump.

Roberto Fernández concluye:

No hay listas de espera, quien tenga el interés puede hacerlo. Hemos visto que el servicio de los refugiados es muy bueno y eso se refleja en las buenas valoraciones de los usuarios. Ver esas interacciones y retroalimentación de los usuarios ha sido muy bueno.

Además de ser el primer refugiado que se convirtió en conductor de Uber, Yoseth también participa en las charlas del centro de refugiados, donde cuenta su experiencia a otras personas en la misma situación que él cuando llegó a México. A pesar de que la valoración de su estancia en el país y como chofer es buena, todo conductor tiene siempre historias que contar sobre los usuarios.

En el caso de Yoseth, un usuario le pidió en una ocasión ir hasta Villahermosa, en el estado a Tabasco, a 800 kilómetros de la Ciudad de México. A las 9 de la mañana inició el viaje que duró unas 9 horas de ida y otras 9 de vuelta. En otro caso, un usuario le puso una mala valoración por comer unos cacahuates durante el viaje, y le instó a que si va a vivir en México debe comportarse como debe ser y que si la gente es así en su país de origen, en México son diferentes.

Las experiencias buenas y no tan buenas son comunes para los conductores, sobre todo para los que trabajan de 12 a 16 horas diarias como hace Yoseth. El Salvador será siempre el hogar de esta familia y, si la situación se mejorase, no durarían en volver a su lugar de origen. Sin embargo, han encontrado en México una forma de sobrevivir sin estar bajo el yugo de la violencia de las maras. "Estoy muy contento y feliz aquí y tomé la mejor decisión de quedarme aquí. La gente nos ha tratado muy bien y nos ha apoyado. Pero por muy bien que me traté México, El Salvador siempre será mi casa".

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