Hace cuatro años, la industria de los wearables estaba dando sus primeros pasos, al menos en el formato en que hoy entendemos que funciona un wearable. Sony había lanzado un reloj inteligente que tuvo nulo impacto en ventas, Jawbone fue capaz de acaparar muchas miradas con sus atractivos y arriesgados anuncios, y Fitbit fue dando en la tecla, lo cual le permitió posicionarse como líder muy temprano e ir desbancando a sus competidores. Lo que pasó después fue un cambio de paradigma: el grueso de ventas, que estaba en manos de pequeñas compañías enfocadas única o en gran medida en dispositivos corporales, fue poco a poco deslizándose hacia otro donde tenían más protagonismo los gigantes tecnológicos.

A finales de 2013, Samsung abrió su línea de wearables, Sony reforzó su apuesta por ella, y un pequeño llamado Pebble iba haciéndose grande. Durante los meses posteriores Google lanzó su plataforma, Android Wear, y fabricantes como Motorola, LG o Huawei la aprovecharon. Apple lanzó el Watch y cambió por completo la forma de orientar un wearable. Paralelamente, Samsung renunciaba a ella para hacerse otro hueco notable en la industria.

Hoy, el panorama es totalmente distinto al de hace cuatro años. El mercado ha empezado a madurar. Aunque queda camino que recorrer en el proceso de búsqueda de identidad de los wearables, algunas ideas ya se van consolidando. Por ejemplo, las pulseras han sido desbancadas por los relojes completos, y algunos escarceos hacia enfoques puramente deportivos o del mundo del lujo han sido relegados hacia lo que parece que será el futuro de los corporales: medidores de actividad camuflados como relojes que hacen de espejo de notificaciones. Fitbit ha intentado recorrer este camino, pero lo ha hecho algo tarde y dejándose muchas ventas por el ídem. Para colmo, su menor margen de ingresos frente a los wearables de Apple le dejan en una situación complicada que se ha saldado con despidos masivos.

En términos de volumen, Apple y Fitbit han sido líderes de ventas, y lo siguen siendo, pero con tendencias distintas. En el último trimestre, Apple tuvo ventas récord de Apple Watch, mientras que las de Fitbit quedaron muy lejos de sus mejores tiempos. Fitbit se ha quedado en tierra de nadie: no tiene un diseño y una imagen de marca como tiene Apple, y el sector orientado al deporte lo acaparan otras empresas como Garmin. El público casual que le hizo crecer va migrando hacia relojes más completos de marcas mucho más grandes, lo cual significa que también tienen mayor margen para campañas de marketing o desarrollo de producto.

Hace un año, la diferencia de ventas entre el Apple Watch y las Fitbit eran de casi un 100% a favor de las segundas. 2016 cerró con una diferencia mucho menor: 6,5 millones para Fitbit, 5,6 millones para Apple. Si vemos los precios promedios de venta, la diferencia es más sangrante: 85 dólares Fitbit, 372 dólares Apple.

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Durante los dos últimos años ha sido difícil etiquetar las ventas del Apple Watch como un éxito o un fracaso por varias razones: Apple sigue incluyendo sus cantidades de ventas en el apartado "Otros", y todas las cifras vienen de análisis y estimaciones; no hay un espejo claro en el que mirarse, y la disponibilidad regional ha sido progresiva. En algunos casos, los problemas de stock han sido una barrera para las ventas, como con el Watch Series 2 justo antes de la campaña navideña. No obstante, sea el reloj un éxito o un fracaso, el único dato claro es que Apple se ha convertido en líder en el mercado de wearables.

Lo ha hecho tanto por el crecimiento de ventas del Watch como por el impulso que le faltaba para desbancar a Fitbit, el cual ha llegado a través de los AirPods en el último trimestre de 2016, pese a su limitadísima disponibilidad y los problemas de stock que han tenido, unidos a los retrasos que demoraron su comercialización hasta finales de diciembre.

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Tim Cook ya se refirió al ecosistema de wearables de Apple -incluyendo también a los Beats con el chip W1 de los AirPods- como un nuevo campo lleno de posibilidades que seguir desarrollando en el futuro, haciendo hincapié en la "facilidad de uso" que precisamente ha catapultado la fama de los AirPods. Mientras Apple siga cerrando su círculo, completando su ecosistema, hará más difícil a quienes ya están dentro salir de él, y más atractiva la entrada para quienes están fuera, así como irá forzando a quien sólo tiene una pieza del mismo a ir coleccionando más. Es decir, pasar de tener un iPhone a también un Mac, un iPad, unos AirPods, un Apple Watch, o uno de los servicios que tanto dinero está llevando a Cupertino.

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