Los expedientes empiezan a acumularse encima de la mesa de los encargados de las investigaciones de los casos de machismo que afectan a Uber.

Tras siete días convulsos por el relato de Susan Fowler, después de haber trabajado durante un año entre las filas de ingenieros de una de las mayores tecnológicas del mundo, la polémica parece que no quiere abandonar el mundo de Kalanick. Entre unos camiones supuestamente plagiados, de momento sólo con la evidencia de Alphabet y unas empleadas que piden algo más que investigaciones que no suelen llevar a ningún sitio —según ellas, el departamento de recursos humanos ya tiene constancia de lo ocurrido desde hace años, por lo que de hacerse una investigación sólo tendrían que acercarse a hablar con los miembros de este equipo—, parece ser que el tema aún puede dar más de sí. Más de lo que ya lo ha hecho y lo caro que le estaría saliendo.

Ahora, un posible caso de intento de violación contra una usuaria de Uber, por parte de uno de los conductores, se suma al historial de la polémica. Parece ser que Jane Doe, una mujer en Minnesota, habría demandado a la empresa alegando el mencionado intento de violación en agosto de 2016.

Lo sorprendente de esta demanda es que, al contrario de lo que ha sucedido con las anteriores, este caso se centra directamente en el modelo de negocio de la compañía; alegando que Uber podría haber estado reduciendo su implicación en la seguridad para aumentar en la medida de lo posible sus beneficios. Esto pondría en entredicho todas las medidas de la compañía tomadas hasta la fecha, después de que se incrementasen los casos de agresiones en su historial.

Continúa el caso Fowler

Como suele ocurrir en este mundo, cuando salta la liebre en los albores de alguna de las compañías, también saltan las hordas de rumores relacionadas con ella.

La cuestión es que, según han publicado varios medios, después de que Fowler publicase su relato y Kalanick anunciase su investigación en firme, algunos compañeros y conocidos del objetivo de la polémica habrían estado recibiendo llamadas anónimas para conocer el pasado personal y laboral de la ex-empleada.

Uber no ha tardado en anunciar, a través de unas declaraciones a Recode, que esas llamadas no tienen nada que ver con ningún departamento o miembro de la compañía, —de lo contrario esto entraría en contraposición con lo mencionado por el CEO–. Pero las redes sociales no han cejado en su intento de culpar a la empresa partiendo de una referencia del pasado: no sería la primera vez que Uber, y otra serie de compañías, contrata a una empresa externa con el objetivo de conocer el pasado de alguno de sus empleados. Aunque, en este caso, lo más seguro sea que tenga que ver con el sector de la prensa ávido por conocer más de la polémica de Uber.