Pertenecer a la clase baja está asociado con una reducción significativa de la esperanza de vida, según un estudio publicado en la revista The Lancet. Un grupo de investigadores ha analizado las condiciones de vida de 1,7 millones de personas en el mundo comparando este parámetro con otros generalmente relacionados con la salud y el bienestar, como la inactividad física, la diabetes, el consumo de alcohol y tabaco o una elevada presión sanguínea. Su conclusión principal es que los determinantes socioeconómicos deben ser incluidos dentro de los factores de riesgo que influyen en la salud de la población.
"Uno de los hallazgos más consistentes en investigación epidemiológica es el hecho de que unas malas circunstancias socioeconómicas afectan a la salud", explica a Hipertextual la Dra. Silvia Stringhini, investigadora del Instituto de Medicina Preventiva y Social de Lausanne y líder del estudio. Su trabajo en The Lancet corrobora esta evidencia mediante un análisis de los datos procedentes de 48 cohortes de siete países diferentes (Reino Unido, Francia, Portugal, Suiza, Italia, Estados Unidos y Australia). Pese a que la investigación no incluye a España y México en sus estimaciones, Stringhini sostiene que los resultados son extrapolables en el primer caso al ser una región con rentas altas.
Un factor de riesgo olvidado
Según el estudio, tener un bajo nivel socioeconómico se relaciona con una reducción de 2,1 años en la esperanza de vida para individuos de edades comprendidas entre los 40 y los 85 años. Este impacto es similar al que presentan otros factores como la inactividad física, que se asocia con 2,4 años menos de vida y superior a otros determinantes como el consumo de alcohol (0,5 años), la obesidad (0,7 años) o la hipertensión (1,6 años). Por el contrario, los parámetros que más reducen la esperanza de vida son la diabetes (3,9 años) y el consumo de tabaco (4,8 años). Al comparar la situación socioeconómica con los principales factores de riesgo de las enfermedades no transmisibles, esta investigación señala el olvido político sobre unos condicionantes fundamentales en el bienestar general.
"En la actualidad, la clase socioeconómica no se considera como un factor de riesgo principal dentro de las estrategias de salud pública para prevenir y controlar enfermedades crónicas. Sin embargo, nuestros resultados apoyan que lo sea", afirma Stringhini. Las primeras evidencias sobre la relación entre los determinantes sociales y el estado de salud se descubrieron en el siglo XIX, pero no fue hasta entonces 1980, con la publicación del Black Report, cuando se confirmó su importancia. Este estudio epidemiológico de Reino Unido, que se convirtió en un auténtico best-seller, fue el primero en demostrar que el riesgo de morir (antes de los 65 años) es mayor en las clases más desfavorecidas.
"La desigualdad en salud es la peor de nuestras epidemias", comenta a Hipertextual el Dr. Joan Benach, director del Grupo de Investigación en Desigualdades en la Salud de la Universitat Pompeu Fabra. El experto, que no ha participado en la elaboración del trabajo en The Lancet, explica que "la gente en peor situación no es solo la más pobre, sino que sufre más problemas: tiene más sobrepeso y diabetes, fuma y bebe más o afronta problemas de vivienda. No es un único parámetro de riesgo, sino una situación social donde se acumulan muchos factores". A su juicio, la visión sobre la salud "es muy miope", ya que se centra en una perspectiva muy individualista. "Se repite una y otra vez la importancia de la biología y de la genética o de los hábitos de vida, que son fundamentales, pero olvidamos la salud de los grupos que componen la población", dice.
Benach cita el ejemplo de las personas desempleadas, que suelen encontrarse “más deprimidas y angustiadas”. “Se observan más suicidios, más mortalidad, beben más alcohol, por enumerar algunos problemas. Si consumen más alcohol, su hígado estará peor. Pero la causa de la enfermedad no es un daño hepático, el origen es otro”, afirma. “Son las clases sociales más pobres y explotadas, las mujeres, los inmigrantes y en general los colectivos más desfavorecidos los que tienen peor salud”, comenta el especialista. A día de hoy se habla de un gradiente social de salud: a peor situación socioeconómica, peor será también nuestro bienestar. No es una cuestión de blanco o negro, sino que existen muchos matices. “Hay gente que no está mal del todo, que podría estar peor, pero que su salud es peor que la de otras personas y se muere antes”, sostiene el investigador de la Universitat Pompeu Fabra.
El trabajo en The Lancet pone el acento en las condiciones socioeconómicas, al igual que han hecho, tímidamente, documentos como el informe Determinantes sociales de la salud de la OMS (2008) o la Declaración política de Río sobre determinantes sociales de la salud (2011). "Aunque estos esfuerzos han jugado un papel clave para concienciarnos sobre las desigualdades socioeconómicas en la salud, parece que las estrategias internacionales de prevención siguen centrándose en el tratamiento de otros factores de riesgo", lamenta Stringhini. Una opinión en la que coincide Benach, quien critica el “exceso de retórica” y las nulas políticas para reducir la desigualdad. Muy al contrario, medidas como las reformas laborales, que a su juicio han incidido en la precarización del empleo, la vulnerabilidad y la falta de protección social y de derechos solo han agravado la situación de una parte muy importante de la ciudadanía. "Por eso proponemos que las políticas sociales sean incluidas en la agenda de salud global para prevenir y controlar las enfermedades crónicas", concluye Silvia Stringhini.