Viajemos millones de años atrás, cuando los dinosaurios todavía paseaban por nuestro pequeño planeta. Imaginemos a uno de estos enormes animales rodeados de frondosas selvas y altas estepas. Ahora, acerquémonos y pongamos una mano sobre su cuerpo. ¿Qué sentiríamos? ¿Cómo era la piel de los dinosaurios? ¿Qué tacto tenía? Aunque es difícil tratar de responder a esta pregunta a partir pedazos de roca y restos fosilizados, las técnicas de análisis más novedosas salen al rescate. Gracias a ellas, hoy día sabemos que muchos dinosaurios (aunque ni mucho menos todos) tenían plumas. Otros tenían escamas duras parecidas a las de los cocodrilos. Otros, por el contrario, tenían sofisticadas pieles. Esto es lo que sentirías si tocaras a un dinosaurio.
La piel de dinosaurio era caliente
Casi todos los expertos están de acuerdo hoy día en que los dinosaurios eran endotermos. Eso quiere decir que eran animales de sangre caliente, como lo son las aves actuales. Eso se traduciría en que la piel de los dinosaurios estaría caliente al tacto. Al contrario de lo que ocurre con los reptiles ectotermos, que necesitan del calor del sol para poder mantener cierta temperatura corporal. Así que lo primero que sentiríamos sería ese tacto templado propio de la piel de un gran animal. ¿Y qué hay del tacto?
Rugosa, escamosa o emplumada
Otro detalle importante de la piel de dinosaurio es que no todas eran iguales. En un punto de su evolución, los dinosaurios comenzaron a desarrollar protoplumas y plumas. El tacto de esta piel de dinosaurio sería similar al de un avestruz. Otros, por el contrario, tenían grandes placas coriáceas montadas una sobre la otra. El aspecto sería parecido al de un pangolín. Algunos poseían escamas continuas, muy parecidas a las que tienen los cocodrilos y otros arcosaurios. Otras era montadas y duras, como las de las serpientes y otros reptiles. Los había, incluso, con escamas sencillas y piel rugosa, lo que daría una sensación al tacto parecida a la que tendría el tocar a un elefante.
Los dinosaurios tenían sangre roja
Los últimos estudios sobre el tejido blando de los dinosaurios muestran varias cosas bastante familiares: en primer lugar, en el torrente sanguíneo de los dinosaurios hay proteínas conocidas. Como el colágeno, una de las moléculas esenciales en nuestra piel y tejidos blandos. De hecho, un recientísimo estudio publicado en Nature muestra cómo utilizando técnicas complejas de espectroscopía se pueden obtener imágenes muy reveladoras. Así, el equipo liderado por Robert Reisz y Yao-Chang Lee ha descubierto la molécula de colágeno más antigua hasta la fecha, la cual data de 195 millones de años, y que ha sido hallada en un Lufengusaurus. Además del colágeno, en los restos se han encontrado cristales de hematites lo que los investigadores conectan con la sangre.
La sangre tiene partículas de hierro que podrían haber sido el origen de este mineral al cabo de los millones de años. No es la primera vez que se observan restos de sangre en las "venas" de los dinosaurios. Tiempo atrás se descubrieron fibras y estructuras ovaladas fosilizadas muy parecidas a los glóbulos rojos típicos de grande aves, como los emúes. A estas alturas, es bastante coherente pensar que los dinosaurios tenían sangre roja, caliente y con células parecidas a las de las aves actuales.
No sabemos qué color tenían
Por mucho que hemos tratado de adivinarlo, lo cierto es que solo podemos hipotetizar sobre el color de la piel de los dinosaurios. Algunos expertos creen que muchas de las pieles serían pardas y grises, como la de los elefantes. Sabemos que no tenían pelo, así que descartamos las coloraciones típicas del pelaje, como podrían ser las de una vaca o un caballo. Por otro lado, también existirían ciertas manchas que podrían ayudar al camuflaje. Otro cantar serían los dinosaurios emplumados. Estos podrían tener diversos patrones de colores según las plumas. Esto último lo sabemos gracias a la recuperación de partículas especiales como los melanosomas, obtenidas a partir de restos de plumas fosilizadas.
Solo podemos imaginar a qué sabrían
Puede que una de las cuestiones que se quedará eternamente en el aire sea a qué sabían los dinosaurios. Como especie omnívora, es bastante natural plantearnos esta cuestión. Pero, sinceramente, todo lo que entre en este campo es pura especulación. Probablemente casi todos los dinosaurios carnívoros tendrían un sabor único y muy fuerte. Esto se debe principalmente al tipo de dieta, lo que supone una inclusión de grasas y proteínas características que permitirían una mayor oxidación de la carne, dando un toque rancio demasiado acentuado. Los dinosaurios más cercanos a las aves actuales, la rama de los terópodos, serían los más cercanos a los pollos actuales, en materias de sabor de la carne. Sin embargo, casi todos los terópodos carnívoros y corredores tendrían un sabor variante que recordaría a los de un gran felino, como un tigre o un guepardo, mientras que los terópodos hervíboros, como los Ornithomimus, sabrían parecido al avestruz. Otros dinosaurios herbívoros más tranquilos, tendrían sabores más suaves, como la ternera o el venado, probablemente. Pero seguramente nunca podremos saber a ciencia cierta a qué sabía un filete de dinosaurio. Por mucho que avance la ciencia.