Virtuoso fue el hombre que decía: "de niño se vive y después se sobrevive". Filósofos innatos o piadosos por naturaleza, entre Socrates y Jesucristo hemos catalogado como debería ser nuestra infancia.
Recuerdos hay muchos, pero determinar las cualidades de la niñez puede realizarse observando las situaciones en las que esta lleva la batuta. Mis primos pequeños pelean, uno empuja al otro severamente, y cuando cae brutalmente contra el suelo, mira a su alrededor en busca de respuestas. Consecutivamente, nuestras reacciones al suceso producen ya sea un enorme lloriqueo por caras de preocupación, o una cálida risa por miradas distraídas.
Todo niño viene al mundo con cierto sentido del amor, pero depende de los padres, de los amigos, que este amor salve o condene
Caracterizados por unas ansías infinitas de juego, queremos correr, saltar, bailar. Un cuerpo enérgico que busca movimiento nos mueve a concebir dispositivos como el Wii, y en esos momentos comenzaba un proceso lento que nos introducía a la tecnología de una vez por todas.

Mi primera consola de videojuegos portátil vino tardía con una especie de Game Boy SP que le compré a un amigo con el dinero de mis tías, gran parte de mi familia pensaba que terminaría alienado.
Con una gran dosis de tecnología en mi niñez, es una enorme mentira que todo era alimentado por el polvo mágico de la imaginación. Últimamente, observando a esos mismos primos jugar, puedo darme cuenta que algunos dispositivos pueden alienar y de vez en cuando deberíamos regalarles una caja y pintar un arcoiris con nuestras manos. Veamos algunos de esos niños, que simplemente no tenían opción más que usar sus cabezas y esperemos que en el futuro la infancia vaya un poco más allá de sobar las pantallas de nuestros smartphones y tabletas.
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