Un 9 de enero de hace veinticinco años, dos científicos del Observatorio de Arecibo, en Puerto Rico, publicaban un artículo en Nature que iba a cambiar nuestro conocimiento sobre el universo. En 1992 se describió por primera vez la existencia de un exoplaneta, un mundo situado más allá de las fronteras del sistema solar. "Fue una sorpresa para muchos", explica a Hipertextual el Dr. Guillem Anglada Escudé, reconocido como uno de los mejores científicos de 2016 por el hallazgo de Proxima b, el mundo potencialmente habitable más cercano a la Tierra encontrado hasta la fecha.

Aleksander Wolszczan y Dale Frail explicaron en Nature el descubrimiento de un sistema planetario alrededor del astro PSR1257 + 12. La estrella, también conocida como Lich, se sitúa en la constelación de Virgo, a 980 años luz de la Tierra. Sin embargo, los exoplanetas no orbitaban alrededor de un astro como nuestro Sol, sino que giraban en torno a un púlsar, una estrella que emite radiación muy intensa a intervalos cortos y regulares. Esas emisiones llegan a la Tierra en forma de pulsos habituales; sin embargo, "al tener un planeta alrededor, el púlsar se aleja y se acerca a nosotros por lo que los pulsos no llegan exactamente de forma periódica", señala Anglada Escudé.

La "guerra fría" de la astrofísica

Al igual que ha sucedido años después con el descubrimiento de otros exoplanetas, los mundos que orbitaban Lich no pudieron ser observados directamente. "Estos retrasos y avances del púlsar fueron lo que permitió detectar los planetas. Nadie esperaba algo así, y no se han encontrado muchos más [de este tipo] después", señala el profesor de astrofísica de la Universidad Queen Mary de Londres. Corría el año 1992, y al mismo tiempo que se organizaban los Juegos Olímpicos de Barcelona, los investigadores asistían asombrados al hallazgo de al menos dos planetas fuera del sistema solar moviéndose en órbitas circulares alrededor del púlsar.

El descubrimiento realizado gracias al radiotelescopio de Arecibo cambió para siempre la astronomía. En los meses anteriores, diversas investigaciones sobre posibles mundos fuera del sistema solar habían sido retiradas, como recuerdan desde la Universidad de Arizona. El trabajo de Wolszczan y Frail, que sería confirmado durante 1993 y 1994, fue un punto de inflexión que abrió una nueva ventana al cosmos. Los exoplanetas existían y además era posible detectarlos. "Wolzczan y Frail tuvieron mucha anchura de miras y valor para anunciar algo tan raro y fuera de contexto como planetas alrededor de un púlsar", resalta Anglada Escudé.

Aquel estudio tan relevante, que cumple hoy su vigésimo quinto aniversario, continuó en 1995. Michel Mayor y Didier Queloz, de la Universidad de Ginebra, detectaron el primer exoplaneta que orbitaba una estrella similar a nuestro Sol. Unos días después, según recuerda la NASA, Geoff Marcy y Paul Butler, de la Universidad de California, confirmaron el hallazgo. Era cierto que existían mundos fuera de las fronteras de nuestro propio sistema planetario, e incluso podían orbitar alrededor de estrellas como la nuestra. Comenzaba así una auténtica "guerra fría" de la astrofísica, protagonizada por dos grupos de investigación a un lado y otro del océano Atlántico.

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Geoffrey Marcy, uno de los protagonistas de la "guerra fría" en la búsqueda de exoplanetas. Fuente: NASA/Media Telecon (Wikimedia)

Ambos equipos detectaron un exoplaneta conocido como 51 Pegasi b, un mundo parecido a Júpiter que giraba alrededor de un astro como el Sol. La competición entre los grupos de Estados Unidos y Suiza "fue extrema durante casi dos décadas", relata Anglada Escudé, y hasta que no se lanzaron misiones al espacio, a partir de 2007, fueron estos científicos los que dominaron la búsqueda de exoplanetas. Como consecuencia, hubo un cierto estancamiento tecnológico hasta que en 2002 se construyó el instrumento HARPS y posteriormente, se enviaron sondas como COROT, de la Agencia Espacial Europea, y la más conocida, Kepler, de la NASA.

El científico de la Universidad Queen Mary atribuye a esa "guerra fría" la carencia temporal -ya superada- de herramientas para detectar mundos fuera del sistema solar. "Los grupos no iban a soltar cómo funcionaban sus instrumentos. Afortunadamente, cuando la presión se relajó gracias a técnicas como la del tránsito, se empezó de nuevo a desarrollar nueva instrumentación", cuenta Guillem Anglada Escudé. En la actualidad, la ciencia ha logrado encontrar entre 2.000 y 3.000 mundos fuera del sistema solar, aunque algunas estimaciones elevan esta cifra hasta los 5.000 exoplanetas, incluyendo las detecciones no confirmadas realizadas por Kepler, datos que pueden ser consultados en el catálogo de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo.

"Será posible encontrar vida fuera"

Desde entonces, la búsqueda de exoplanetas ha permitido entender que el sistema solar "es bastante excepcional", asegura Anglada Escudé. A juicio del Dr. Jesús Martínez Frías, jefe del Grupo de Investigación del CSIC de Meteoritos y Geociencias Planetarias en el Instituto de Geociencias (IGEO), "el cambio ha sido paradigmático". El también director de la Red Española de Planetología y Astrobiología (REDESPA) sostiene que no sólo han evolucionado la diversidad y combinación de métodos de detección, sino que los conceptos científicos sobre planetología y criterios de habitabilidad se han transformado de manera considerable. "Se han ampliado y recogen nuevas y sorprendentes posibilidades", explica a Hipertextual.

Uno de los desafíos que existen en la actualidad, según su opinión, es la identificación de marcadores litosféricos, señales que representen la "vitalidad geológica" de un planeta y puedan servir de guía para determinar y comprender sus condiciones de habitabilidad. Anglada Escudé, por su parte, apunta a la necesidad de obtener imágenes directas de los planetas fuera del sistema solar ya que hasta la fecha no ha sido posible, salvo alguna excepción. La razón es que, en general, las estrellas a las que orbitan son demasiado brillantes. "En algunos casos, si el planeta transita y se puede medir su masa con el método Doppler, estamos empezando a caracterizar sus atmósferas", dice el científico de la Universidad Queen Mary.

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NASA Ames/JPL-Caltech (Wikimedia)

Ese no ha sido el caso de Proxima b, el mundo potencialmente habitable más cercano a la Tierra. Situado a 4,5 años luz, el exoplaneta gira alrededor de Proxima Centauri. El equipo de Anglada-Escudé trata de averiguar si transita enfrente de su astro, aunque las posibilidades son escasas. De ahí que el reto principal sea "encontrar planetas cercanos con buenas perspectivas de ser caracterizables, y además refinar la tecnología para obtener datos de sus atmósferas".

Respecto a la posibilidad de encontrar vida extraterrestre, Guillem Anglada Escudé piensa que ya es factible hallarla dentro, y que en los próximos años habrá tecnología para detectarla fuera del sistema solar. "Si se encuentra o no dependerá de si la hay", reconoce. Una opinión en la que también coincide Martínez Frías, que señala que es una pregunta para la que aún no tenemos respuesta. La dificultad añadida es lograr avances que nos permitan cubrir distancias tan grandes. "Pensemos que la Voyager tardó treinta años en salir del sistema solar, y está a unas 20 horas luz, mientras que Proxima b está a 4,2 años luz", destaca Anglada Escudé. "Hoy en día no es viable, pero será cuestión de tiempo", añade Martínez Frías. La búsqueda de exoplanetas continuará en el futuro con la esperanza de descubrir algún día vida fuera de la Tierra y, tal vez, poder visitar estos mundos tan distantes como cautivadores.