Cuando una persona se sube al metro de la Ciudad de México, puede tener suerte y que el vagón se pare unos 20 o 30 segundos en cada estación. O puede ser testigo de cómo el metro se para en medio de un túnel en el camino, a veces hasta por más de 10 minutos.
Si la espera ya puede se angustiante, estar en un vagón repleto de personas y con poca ventilación puede convertirse en el infierno.
En el año 2015, 1.623 millones 828.642 usuarios viajaron en el metro de la capital mexicana, según cifras del Gobierno capitalino. El Sistema de Transporte Colectivo Metro es uno de los más congestionados y puede saturarse en pocos minutos en la hora pico.
En las últimas semanas, el número de usuarios diarios en el metro ha ascendido debido a la subida del precio de la gasolina, que ha provocado que muchas personas prefieran el transporte público antes que pagar las nuevas tarifas del combustible.
Fuera del subterráneo, el panorama no mejora. En la ciudad más abarrotada del mundo, según el índice de Tom Tom de 2015, sus habitantes pasaron en promedio 34 días y noches en el coche.
Los que viven en la periferia de metrópoli y trabajan en el centro de la ciudad son los que más padecen el tráfico y la congestión en las calles mexicanas, por las que circulan unos 6 millones de vehículos, según datos oficiales. Una de las consecuencias del intenso embotellamiento es además uno de los retos más difíciles para el Gobierno de la Ciudad de México: la contaminación.
La única manera de reducir el tráfico y con ello, la contaminación, es volver a mirar a las saturadas entrañas de la capital: el sistema del metro. Sin embargo, muchos usuarios critican el sistema de transporte capitalino por resultar insuficiente para transportar a las millones de personas que se trasladan cada día dentro de la Ciudad de México y su periferia.
Para que la red del metro consiguiera mejorar su servicio, tendría que crecer como mínimo una tasa de 10 kilómetros por año, lo que costaría unos 1.000 millones de dólares, de acuerdo con el diario El País. Dichas mejoras —según el mismo artículo del periódico español— sólo serían posibles a través de un aumento en las tarifas o de los impuestos.
Promesas incumplidas
El precio del boleto de metro ya subió en 2013, cuando pasó de 3 a 5 pesos (unos 23 céntimos de euro). El objetivo del incremento era el de mejorar el servicio gracias al acondicionamiento de los vagones y el incremento de la seguridad.
Si el costo del Metro fuera de 5 pesos y con estos 2 pesos adicionales el Gobierno del Distrito Federal se compromete a no aumentar más la tarifa en el sexenio, a poner más trenes en servicio y darles un buen mantenimiento a fin de que se reduzcan las aglomeraciones, los tiempos de espera, los retrasos en el servicio y se pueda viajar con ventilación y seguridad, ¿estaría dispuesto a pagar 5 pesos?
Pocos respondieron que no a las preguntas hechas por las encuestadoras Mitofsky, Parametría y Covarrubias, en las que se basó el Gobierno de la capital mexicana para avalar el impopular aumento a la tarifa del metro. Sin duda, cualquier persona que sea usuario a diario del metro de la Ciudad de México apoyaría todas las iniciativas para que se mejoren las condiciones del transporte más utilizado en la metrópoli.
Casi tres años después de la aprobación de la subida de la tarifa, un informe de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) afirma que la mayoría de las reformas que explicaron el incremento nunca fueron aplicadas.
La recomendación de la Comisión señala que la gente sigue viajando en vagones saturados y con poca ventilación, además de el sistema cuenta con una infraestructura deteriorada y sin mantenimiento. "Las mejoras en el servicio no son aún perceptibles en el día a día de los usuarios".
Dentro de las 11 compromisos que prometió el STC se encuentra la reparación de 105 trenes que están fuera de servicio, el fin del comercio informal y la incorporación de 1.200 policías más “para fortalecer la seguridad del Metro e inhibir el comercio formal en sus instalaciones”.
Esta última promesa ha sido la única llevada a cabo en su totalidad. En los andenes se encuentra un gran numero de policías encargados de mantener la seguridad y controlar que se respeten los vagones especializados para mujeres y niños.
Sin embargo, los robos en el metro aumentaron un 66% de enero a noviembre de 2016, meses en los que se registraron más de 670 hurtos en las instalaciones subterráneas. Por otro lado, el informe afirmó que el comercio ambulante sigue siendo común en los vagones.
Según la Comisión, el mal funcionamiento de escaleras eléctricas y lámparas, el retraso en la salida de los trenes y el hacinamiento de los pasajeros son motivos suficientes para sustentar que se está violando el derecho de los ciudadanos a un nivel de vida y a una movilidad adecuados.
La STC ha aceptado la recomendación de la CDHDF y ha afirmado que realizará un "diagnóstico sobre el servicio y las instalaciones que le permita identificar las necesidades de operación y mantenimiento y establecer un plan de trabajo", informó la red en un comunicado.
Aun así, los retos son grandes para una de las ciudades más grandes del mundo. El masivo crecimiento urbano de la capital pone de relieve la necesidad de nuevas reformas para mejorar la calidad de vida de los mexicanos en cuestión de transporte y movilidad.
Mientras las personas viajan hacinadas en el metro, otras se desesperan en el coche durante su largo camino al trabajo. Las cada vez menos opciones para moverse sin problemas por la Ciudad de México hacen de la metrópoli un pequeño gran infierno de contaminación, tráfico y millones de personas que esperan una solución efectiva.