La Nochevieja de 2016 tendrá un segundo añadido o leap second. La adición del también conocido como segundo intercalar responde a un ajuste frecuente con el fin de acompasar el reloj atómico con el tiempo rotacional terrestre. La medida, que se ha tomado en veintiséis ocasiones desde 1972, hará que las agujas del reloj de la Puerta del Sol, punto de encuentro habitual para celebrar la Nochevieja, marquen las 23:59:60.

La adición del segundo intercalar tiene un impacto mediático importante en una fecha, por lo demás, marcada por la rutina y la tradición. La crónica que publicó ABC hace casi un siglo describía la Nochevieja del 31 de diciembre de 1916 como "la fiesta de las uvas". Los madrileños y aquellos que visitaban la capital se reunían en las inmediaciones de la Puerta del Sol para festejar la llegada del año nuevo. Y aún hoy lo hacen, comiendo las tradicionales uvas al ritmo de las doce campanadas.

Un pastor convertido en relojero

Lo que es menos conocido es el trabajo de José Rodríguez Losada, creador del símbolo de la Nochevieja. El reloj de la Puerta del Sol, el libro escrito por Luis Alonso Luego editado por la Comunidad de Madrid, describe al artesano que fabricó con sus propias manos la maquinaria que se puede contemplar en lo más alto de la Puerta del Sol. El relojero, liberal y conspirador contra el absolutismo de Fernando VII, se vio obligado a huir a Londres por sus ideas políticas. Fue allí donde construyó el reloj que corona el Big Ben y el reloj de la Puerta del Sol, la máquina que tardó tres años en fabricar y regaló posteriormente al entonces Ministerio de Gobernación.

La historia del relojero Losada comienza en la Cabrera, una remota comarca descrita como "las Hurdes leonesas" por el escritor Ramón Carnicer. En el pequeño pueblo de Iruela, que en el siglo XVIII pertenecía al municipio de Losada, nació el segundo hijo del matrimonio de Miguel Rodríguez y María Conejero. Aunque el constructor del reloj de la Puerta del Sol siempre ha sido reconocido como José Rodríguez Losada, su biografía está llena de lagunas. Su verdadera identidad era todo un misterio hasta que hace unos años un investigador aficionado, Francisco Cañueto, buscó entre los libros parroquiales del pueblo. Así fue como descubrió, según recogió Diario de León, que el relojero más famoso ni se llamaba José ni nació en 1797, como proclama la historia oficial.

La realidad es que sus padres tuvieron tres hijos. El primero, nacido en 1797 y bautizado como José, murió a la edad de tres años. El primogénito falleció cuando el segundo hijo de la familia, Manuel, tenía apenas un año. Tiempo después, nacería el verdadero creador del reloj de la Puerta del Sol. Según esta desconocida investigación, el relojero en realidad se llamaba José Manuel, en honor al nombre del santo del día de su nacimiento (19 de marzo de 1801) y de su padrino. ¿A qué se debe el error de los cronistas oficiales? Cañueto apunta que, probablemente, el pícaro relojero utilizó la identidad de su hermano muerto, que hubiera contado con cuatro años más si no hubiese fallecido, para adelantar su emancipación y entrar antes en el ejército.

puerta del sol

En la Cabrera, lugar de origen del artesano, circulan numerosas historias y leyendas acerca de la biografía de Losada. Una de ellas, recogida por E.P. Martínez en la Revista Española de Defensa, cuenta que el joven tuvo que marchar apresuradamente de su tierra porque perdió una de las cabezas del ganado familiar que cuidaba. Por temor a las consecuencias, el entonces pastor huyó rápidamente y cambió su apellido, como era costumbre entre los emigrantes de la época, por el nombre del municipio del que procedía. Así el relojero pasó de ser José Manuel Rodríguez Conejero a José Rodríguez Losada, como le conocerían internacionalmente años después.

La segunda emigración del relojero Losada llegaría años más tarde, cuando marchó a Londres, la ciudad donde trabajaría y viviría el resto de sus días. Su fama alcanzó nivel mundial. Allí el joven leonés pasó de ser aprendiz a convertirse en uno de los maestros del oficio, regentando una relojería en la calle londinense de Regent Street, en el número 105, desde donde abriría nuevas filiales en Europa, América Latina y Filipinas. Además de completar la maquinaria del Big Ben, Losada también construyó algunos relojes y cronómetros para el Ejército español y para nobles y reyes de todo el mundo, incluida la propia Isabel II.

El creador del reloj de la Puerta del Sol regresó a España en tres ocasiones. En una de ellas, Losada paseaba por Madrid cuando se topó con el edificio que ocupaba por entonces el Ministerio de Gobernación y que después sería la sede de la Dirección General de Seguridad, en la dictadura franquista, y, más recientemente, de la Comunidad de Madrid. El artesano se dio cuenta del malestar de los madrileños con el reloj que se situaba en aquella época en el kilómetro cero, y decidió, al regresar a Reino Unido, que construiría una maquinaria para coronar aquella plaza. Losada, que también era íntimo amigo del poeta y dramaturgo José Zorrilla, regaló a la ciudad "un reloj de torre único en toda Europa", como relató Sampeiro. Casi 150 años después, el leonés recibiría un merecido homenaje por parte de la Comunidad de Madrid. Así empezó el corazón del tiempo a marcar horas y minutos, con equivocaciones incluidas, y a recordarnos los años que vienen y van, como también cantara Mecano.

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