Las premisas del experimento de prisión de Stanford eran tan interesantes como atractivas. Un grupo de alumnos siendo separados en dos grupos al azar, prisioneros y guardias. Se les paga para que pasen el tiempo es una prisión falsa mientras son grabados para ver cómo reaccionan. El objetivo del estudio: confirmar que el ser humano, cuando adquiere poder absoluto sobre un miembro de su propia especie, tiende naturalmente a abusar de él de todas las maneras posibles.

Incluso en Hipertextual hemos sido engañados por el ingenioso Philip Zimbardo, director del experimento. Su estudio parecía tan verídico, contando con un par de películas basadas en él, decenas de libros, centenas de artículos, documentales, alabado por expertos, etc. ¿La verdad? El experimento de prisión de Stanford no es más que una obra de teatro elaborada y camuflada como ciencia.

De la misma manera yo me camuflo en una fiesta para conseguir chicas.
De la misma manera yo me camuflo en una fiesta para conseguir chicas.

La versión original afirma lo siguiente: a los pocos días de comenzado el experimento, los guardias comenzaron a abusar de su poder de formas bizarras. Identificaban a los prisioneros con números, evitando llamarlos por su nombre para restarles su identidad. Castigaban a los presos con confinamiento solitario, los desnudaban, los obligaban a hacer flexiones, les ponían bolsas negras por encima de sus cabezas. En resumen, intentaban denigrarlos de todas las maneras posibles.

Zimbardo describe esta metamorfosis como si lo sorprendiera, como si se sintiera atónito con los resultados que está obteniendo; cuando, en realidad, este "científico" se encontraba detrás de cada insulto, castigo o rebelión.

Según las declaraciones de John Mark, uno de los sujetos que hacían de guardias, todas las polémicas fueron promovidas por el propio Zimbardo. Citando a Mark: "Durante el turno diurno, cuando me tocaba trabajar, nadie hacía nada fuera de lo común entre lo que habría de esperarse en una situación como esa. Pero Zimbardo se esforzaba en crear tensión con cosas como forzar a los prisioneros a quedarse despiertos toda la noche —de verdad se estaba pasando de la raya—. No me gustaba todo el asunto de constantemente molestar a los presos, ordenándoles que recitaran su número de prisionero. Tampoco me gustaba cuando ponían a cualquiera de ellos en confinamiento solitario".

En la imagen: Philip Zimbardo. Prueba viviente de que cualquiera puede dar una TED Talk.
En la imagen: Philip Zimbardo. Prueba viviente de que cualquiera puede dar una TED Talk.

La mayoría de los guardias estaban drogados con marihuana la mayoría del tiempo, sumado a las órdenes de Zimbardo, es posible que dichos sujetos creyeran que lo que estaba pasando era un gran chiste. Si alguien tratara de convencerte de que fastidiaras a otra persona mientras estás profundamente drogado, probablemente también lo tomarías a broma. Algunos incluso hacían favores a los prisioneros y se negaban completamente a tomar parte en algún tipo de abuso.

Para rematar todo, cuando Zimbardo le "sugería" a un guardia en específico que castigara a un prisionero con confinamiento solitario, este no tenía razón para negarse. Una figura de autoridad, que le estaba pagando para participar en el experimento, le ordenaba hacer algo que, al menos en la superficie, podía ser considerado como inocente, dado que todo tomaba lugar en un ambiente controlado y falso.

En las vísperas del comienzo de su experimento, Zimbardo consultó a dos expertos en psicología de prisiones, Craig Haney y Curt Banks. Como recalca Carlo Prescott (el consultor en jefe del estudio) en su interesante artículo, técnicas de castigo como poner bolsas negras por encima de las cabezas de los prisioneros, encadenarlos juntos y obligarlos a usar cubetas en vez de inodoros para hacer sus necesidades, no fueron ideas que surgieron espontáneamente de los sujetos que interpretaban a los guardias en el experimento, sino que Zimbardo les dio instrucciones para que implementaran estas técnicas, basándose en información de prácticas reales en prisiones reales. Pensar que los jóvenes caucásicos de clase media que componían el experimento inventaron esto de la nada es completamente absurdo.

No sabemos quién fue el individuo al que se le ocurrió tomar esta genial imagen.
No sabemos quién fue el individuo al que se le ocurrió tomar esta genial imagen.

Zimbardo debió limitarse a realizar una película sobre sus ideas. Su "experimento" no es más que una farsa teatral inmoral, que logró engañar tanto a psicólogos con experiencia, como a miles de páginas web y textos universitarios. Si en algo se le puede elogiar es que sabe construir una mentira, y encima sacarle muchísimo provecho.

En conclusión, este experimento no prueba nada. Lo único que logra es nublar nuestro entendimiento a la hora de estudiar las verdaderas situaciones en las que el ser humano olvida la compasión y la empatía para convertirse en un monstruo sin escrúpulos.