En 1971 se llevó a cabo un experimento psicológico sobre la influencia de un entorno extremo como el de la vida de un preso en las conductas de las personas y su evolución a lo largo del tiempo. Tanto para los presos como para sus carceleros. Tuvo lugar en la cárcel de Stanford, y desde entonces se le conoce como "El experimento de la cárcel de Stanford" o, simplemente, "El experimento de Stanford". Todavía hoy, 44 años después, es objeto de estudio en las facultades de psicología y sociología. Y eso que tuvo que ser cancelado bastante antes de lo previsto. Sus consecuencias fueron mucho más duras de lo que se llegó a prever.

Los investigadores

El equipo de investigación estaba capitaneado por Philip Zimbardo, que debutó en la Universidad de Stanford tres años antes, y es un personaje célebre en Psicología Social y estudios sobre el comportamiento desde entonces. El estudio arrancó con recursos procedentes del ejército estadounidense, que quería entender las causas de los conflictos en sus prisiones.

Philip Zimbardo días antes del comienzo del experimento. Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="449" class="size-large wp-image-334747" /> Philip Zimbardo días antes del comienzo del experimento. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Asimismo, Zimbardo quería probar su teoría, que decía que muchos de los abusos vividos en dichas prisiones tenían su origen en cierta "autoselección" mediante la cual tanto cautivos como guardianes (prisioneros vs carceleros) adoptaban y asumían sus roles, y en base a sus guiones tenían lugar todas las situaciones posteriores.

Prisioneros y guardianes

Todos los participantes fueron escogidos mediante un proceso de selección homogéneo, sin distinguir entre prisioneros y guardianes. De los 70 candidatos, el equipo de investigadores se quedó con 24, imponiendo el equilibrio mental y una buena salud psicológica como principales factores de selección. De los 24, todos eran estudiantes universitarios y la mayoría respondían al habitual perfil de varón blanco de clase media.

Recorte del anuncio en el periódico en el que se pedían candidatos para el experimento. Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="300" height="407" class="size-medium wp-image-334748" /> Recorte del anuncio en el periódico en el que se pedían candidatos para el experimento. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

A todos ellos se les prometió un pago de 15 dólares diarios por su contribución a la investigación (según un cálculo rápido, equivalentes a 88.5 dólares diarios de 2015). Una vez aceptaron, el grupo se dividió en dos de forma aleatoria. Aquella primera división causó el primer conflicto: muchos de los prisioneros decían que era evidente que los guardianes habían sido escogidos por tener en general un físico más rocoso y grande que el de los prisioneros.

En realidad el sorteo había sido tal, sin una influencia hacia un resultado determinado, y ni siquiera había diferencias reales entre el físico de unos y otros. Más bien fue producto de la sugestión de los que quedaron en el papel de prisioneros, lo cual dice bastante de cómo iba a continuar el experimento.

Una vez fueron seleccionados los 24, se les mandó regresar a sus casas hasta que recibieran una visita que indicase que el experimento daría comienzo. Recuerden la parte de la "visita" para más adelante.

La cárcel

Aunque habitualmente se suele hablar de este experimento como el que "tuvo lugar en la cárcel de Stanford", no tuvo lugar en una verdadera cárcel. Pero casi. Los sótanos del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford fueron remodelados para que pareciese una auténtica prisión.

El acondicionamiento de los sótanos no fue solo para darle la apariencia de una cárcel, sino también para habilitar los entornos de observación y grabación para los investigadores. Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="455" class="size-large wp-image-334749" /> El acondicionamiento de los sótanos no fue solo para darle la apariencia de una cárcel, sino también para habilitar los entornos de observación y grabación para los investigadores. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

La implicación del equipo de investigadores es uno de los aspectos más discutidos de este experimento, como veremos más adelante a la hora de hablar de sus consecuencias. Zimbardo tomó el rol de superintendente, y un asistente suyo, el de alcaide.

El experimento de Stanford. Día 0.

El experimento arrancó con la comunicación de unas condiciones durísimas impuestas por Zimbardo, especialmente para los que hacían de prisioneros. El objetivo era que estos acabarán sintiéndose desorientados y deshumanizados durante los 14 días que iba a durar aquello.

- Los guardias recibirían uniformes de estilo militar, incluyendo porras.
- Sólo los guardias podrían trabajar por turnos y regresar a sus casas durante su tiempo libre. Los prisioneros estaban ahí las 24 horas.
- Los guardias llevarían gafas de sol de espejo para evitar el contacto visual con los prisioneros. Parte del proceso de deshumanización.

En cambio...

- Los prisioneros llevarían túnicas de muselina (una tela casi transparente, muy fina, utilizada a menudo para la confección de cortinas y visillos). Sin ropa interior.
- Su calzado serían sandalias con tacones de goma, ya que así nunca estarían del todo cómodos y aumentaría su desorientación.
- Una media en la cabeza les hacía parecer estar rapados. Aunque en la práctica simplemente era un complemento ridículo.
- Dentro del experimento, no tenían nombres. Sólo eran números, y así se dirigirían todos a ellos.
- Para aumentar la sensación de opresión, los prisioneros llevarían una cadena abrazando sus tobillos.

Las normas que se les impuso a los guardias antes de comenzar el experimento fueron escasas y algo difusas, lo único que se les prohibió fue ejercer violencia física. Se les pidió que dirigieran la cárcel de la forma que ellos creyesen oportuna, con todo lo que ello supone.

Comienza el experimento

¿Recuerdan lo de la "visita" que daría inicio al experimento? Los prisioneros del experimento fueron visitados en sus casas por policías reales del Departamento de Policía de Palo Alto. Se les acusó de robo a mano armada y fueron llevados a dependencias policiales, donde pasaron por un proceso de detención como el de la vida real, con fotografía policial y toma de huellas dactilares. Después pasaron a la "cárcel" de los sótanos del Departamento de Psicología, ahí fueron explorados desnudos, desparasitados y provistos de su nueva identidad en forma de números, no nombres.

Falsa detención, con policías reales, de los prisioneros. La "visita". Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="458" class="size-large wp-image-334752" /> Falsa detención, con policías reales, de los prisioneros. La "visita". Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Continuación de la detención en dependencias  policiales. Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="454" class="size-large wp-image-334753" /> Continuación de la detención en dependencias policiales. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="458" class="size-large wp-image-334750" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Atuendo de los prisioneros. Media en la cabeza, túnica fina, números identificadores, sandalia con tacón de goma. Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="300" height="401" class="size-medium wp-image-334751" /> Atuendo de los prisioneros. Media en la cabeza, túnica fina, números identificadores, sandalia con tacón de goma. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

El primer día fue más o menos normal, sin sobresaltos, con un trato incluso hospitalario. El segundo día los prisioneros hicieron un motín. La primera consecuencia fue que los guardias sacrificaron su tiempo libre para hacer horas extra no remuneradas y ayudar a controlar la situación. La segunda consecuencia fue que el experimento se le fue de las manos tanto a investigadores como a guardias, y nunca volvió a un estado normal.

Sadismo

Los guardias acabaron atacando a los prisioneros rociándoles con extintores como "armas" improvisadas, los obligaron a ir desnudos para humillarles, les negaron el derecho a ir al lavabo para convertirlo en un privilegio o una costosa recompensa, hasta se decidió convertir la comida en un premio en lugar de mantenerlo como derecho fundamental.

Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="456" class="size-large wp-image-334754" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

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CBS." width="610" height="454" class="size-large wp-image-334755" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

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CBS." width="610" height="452" class="size-large wp-image-334758" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

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CBS." width="610" height="454" class="size-large wp-image-334759" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

De ahí se pasó a prácticas aún más crueles, como obligar a algunos prisioneros a dormir en el suelo de hormigón, desnudos, tras quitarles tanto sus túnicas como los colchones de sus celdas. También se les impusieron castigos en forma de ejercicio físico forzado e incluso tener que limpiar retretes con las manos desnudas, lo cual es un síntoma claro de que se abrazó rápidamente la humillación gratuita, ya ni siquiera los castigos normales eran suficientes.

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CBS." width="300" height="404" class="size-medium wp-image-334756" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

La medida más eficaz y que más hizo desmoronarse psicológicamente a los prisioneros fue una actuación improvisada pero que resultó tener precedentes en otras prisiones de Estados Unidos: se decidió separar a los prisioneros en "celdas para buenos" y "celdas para malos" de forma semialeatoria, dando la sensación de que había chivatos que se delataban entre ellos. A partir de ese momento creció la desconfianza entre los prisioneros, hasta entonces unidos por un enemigo común, y nació la impotencia. De formar un equipo de oprimidos se pasó a individuos incapaces de reaccionar, de rebelarse, de luchar.

Los guardias comenzaron a ejercer prácticas de sadismo puro, especialmente cuando se hacía de noche y creían que las cámaras que grababan sus movimientos estaban apagadas. Cuando llegó el cuarto día del experimento, llegó a los oídos tanto de Zimbardo como del equipo de guardias el rumor de que los prisioneros estaban preparando un plan para huir de la falsa prisión. Su reacción fue tratar de que el experimento se trasladase a una cárcel real, o al menos a un conjunto de celdas reales, las de la policía de Palo Alto. La policía no quiso prestarse a ello y Zimbardo llegó a enfadarse por su poca cooperación.

Zimbardo esperó durante toda la noche en la salida tras el rumor de fuga. Como los participantes, acabó actuando como un superintendente real. Las líneas entre realidad y ficción se difuminaron. Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="458" class="size-large wp-image-334772" /> Zimbardo esperó durante toda la noche en la salida tras el rumor de fuga. Como los participantes, acabó actuando como un superintendente real. Las líneas entre realidad y ficción se difuminaron. Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="458" class="size-large wp-image-334757" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Sin embargo, algo que se fue percibiendo y que defendió Zimbardo posteriormente al experimento es que cada uno aceptó su papel, asumió que era parte de un juego de rol incluso tras experimentar unas condiciones tan duras. Esto se pudo comprobar tras un pequeño intra-experimento dentro del ídem: a cada prisionero se le ofreció la "libertad condicional" a cambio de renunciar a su paga. Casi todos aceptaron. Luego se les informó que dicha libertad condicional había sido rechazada. En lugar de abandonar el experimento, como parecía lógico que hicieran una vez ya habían decidido perder todo el dinero, todos se quedaron en la "cárcel". Podían haberse salido libremente en cualquier momento y no quisieron, sólo lo aceptaron cuando el entramado formaba parte del juego (lo de esa "libertad condicional"). Como objeto de estudio de la conducta es una de las partes más interesantes del experimento, realmente resulta muy inquietante.

Consecuencias

Los prisioneros, tras ser sometidos a un trato sádico, a humillaciones reiteradas y a una opresión brutal que les dejaba físicamente extenuados y mentalmente bloqueados, sufrieron transtornos y desórdenes emocionales muy graves incluyendo depresiones profundas. En algunos casos llegaron a tener su reflejo físico, como el de un sarpullido psicosomático que le salió a un prisionero cuando su libertad condicional fue rechazada.

No se podía pensar con claridad. La comunicación entre prisioneros se hizo difusa. Se oían llantos en las celdas. El estrés y el pánico dominaban. Mientras tanto, el sadismo de los guardias continuaba desarrollándose. Dos prisioneros sufrieron traumas tan graves que fueron reemplazados durante el experimento. Uno de sus reemplazos quedó tan impactado por el trato que los guardias sometían a sus compañeros que inició una huelga de hambre.

Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="300" height="401" class="size-medium wp-image-334762" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Foto de Philip Zimbardo, vía <a href=
CBS." width="610" height="459" class="size-large wp-image-334765" /> Foto de Philip Zimbardo, vía CBS.

Como castigo, lo recluyeron en un pequeño cubículo y lo obligaron a sostener las salchichas que se había negado a comer. Sus compañeros prisioneros, en lugar de verlo como un recién llegado que había decidido solidarizarse con su durísima situación, lo interpretaron como un alborotador que acabaría causándoles problemas a todos. Cuando los guardias detectaron esta actitud, decidieron usarla en su propio beneficio (sádico).

Ofrecieron a los prisioneros renunciar a las mantas y terminar con el confinamiento al recluso en huelga de hambre, o en su lugar conservar las mantas y permitir que el confinamiento durase toda la noche. Los reclusos escogieron quedarse con las mantas, aunque al final Zimbardo entró en escena y obligó a permitir que el preso en huelga de hambre volviese a su celda.

Fin del experimento

Cuando habían pasado seis días desde que comenzó el experimento, Zimbardo decidió cancelarlo. El motivo fue la visita de una estudiante, Christina Maslach, a las instalaciones donde tenía lugar para realizar algunas entrevistas. Ella, que no había tenido constancia de cómo era la rutina allí, cuestionó la ética y la moralidad de ese entorno, de esas condiciones.

Zimbardo cayó en la cuenta de que nadie hasta entonces había cuestionado algo tan evidentemente reprobable. Los guardias estaban disfrutando de su rol, los prisioneros parecían haber aceptado su sometimiento y sus condiciones, y los investigadores estaban atendiendo al experimento en sí sin tener en cuenta el factor humano y los límites de una investigación con personas como sujetos. Mientras tanto, algunos padres de los voluntarios del experimento reclamaron la suspensión del experimento y la "liberación" de sus hijos. Lo hacían tras algunos horarios de visita concertados durante el mismo. Aunque Zimbardo ordenaba que tanto los voluntarios como sus celdas estuviesen limpios en esas ocasiones, esta petición fue inevitable. Se desestimaba en todo momento.

Philip Zimbardo - experimento stanford 19

Recursos

En 2001 se grabó la película "El experimento" (título original, "Das Experiment", en alemán), dirigida por Oliver Hirschbiegel. Bastante fidedigna en el desarrollo aunque con un final puramente cinematográfico.

YouTube video

En 2010 se grabó otra película igualmente titulada "El experimento", pero esta vez en Estados Unidos, dirigida por Paul Scheuring y protagonizada por Adrien Brody. Es un remake de la de 2001, que si ya de por sí tenía algunas licencias, en esta cinta se opta por abrazar una mayor recaudación en taquillas antes que por mantenerse fiel a la trama original.

En inglés, un buen resumen del experimento y sus hallazgos, si bien es cierto que como se suele indicar, está rodeado de polémica: la muestra es pequeña, el tiempo fue breve, y las condiciones que rodearon al experimento fueron muy particulares como para pretender sacar conclusiones y generalizaciones.

También se puede echar un ojo a la web de Philip Zimbardo y comprobar que, más de 40 años después, sigue siendo alguien bastante peculiar. Desde allí enlaza a la web oficial del Experimento de Stanford, con una larga lista de artículos, enlaces, documentación y hasta un DVD a la venta. Como curiosidad histórica final, documentos originales de la época escaneados con el informe del experimento.