La crisis económica venezolana se hace perenne. Los malos presagios del FMI, que llegaron a calcular una inflación del 2.200% para 2017. De momento se sitúa en torno al 300%, y subiendo. Este escenario está generando situaciones trágicamente cómicas, como la publicada por el director financiero de la consultora Capital Market Finance, Jesús Casique, que recoge Bloomberg: el dinero en muchos casos ya no se cuenta, se pesa.
"No merece la pena contarlo, es perder el tiempo". Y realmente es así: cuando los precios han alcanzado valores tan sumamente elevados, es mayor el precio del tiempo que cuesta realizar un recuento que la desviación que se pueda dar en una medida al peso.
Es una situación que ya se ha visto en otros países a lo largo de la historia, como Zimbabwe, que en pocos años pasó a ser la nación con los millonarios más pobres del mundo debido a su inflación salvaje. La Alemania de la década de los veinte del siglo XX, tras la I Guerra Mundial, fue otro ejemplo. La extinta Yugoslavia pasó por algo similar tras la Guerra de los Balcanes. Ahora es el turno de un país que se va por el desagüe.