Con la emisión del episodio 600 de The Simpsons nos toca celebrar un hito de la televisión. Pocas obras han tenido una influencia tan amplia en la cultura popular de tantos países como la creada por Matt Groening en 1989. 27 años después, los habitantes de Springfield nos han enseñado mucha más filosofía que muchos de los pensadores clásicos.

Cuando catalogamos los mejores episodios de la serie pudimos recalcar una verdad evidente: la serie ha perdido calidad humorística y narrativa con el paso de los años. La pregunta es ¿por qué? Ante una pregunta tan amplia, nos adentramos en la serie para intentar averiguar la respuesta. Una serie tan compleja como The Simpsons está hecha por profesionales que van y vienen, que se inspiran, se pelean y se ayudan. Quizá ahí esté la respuesta.

Los años 90 como bandera

Antes de que Internet estuviera establecida como algo constante en nuestras vidas, existía la televisión. Una caja situada, normalmente en los salones de los hogares, que servía para visualizar ondas electromagnéticas. Y por ahí llegaba a los hogares la historia de esta familia amarilla. La serie no tardó en alcanzar su máximo esplendor.

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Podemos ver cómo la serie toca el cielo en la cuarta temporada, donde permanece cuatro o cinco años, para después comenzar una disminución gradual de calidad. En cuestión de tres años, de 1996 (temporada 8) a 1999 (temporada 11) la serie sufrió un cambio radical en las valoraciones de sus episodios. Para cuando quisimos darnos cuenta, la serie había bajado a niveles no mediocres, pero sí mejorables. La abundancia de nuevas series que la propia serie de Groening hizo eclosionar, hizo aún más patente que había perdido el ritmo.

The Simpsons capturó como nadie el espíritu de la vida de los 90. Uno de los chistes recurrentes es Bart llamando al bar de Moe desde el fijo de su casa, ¿cuándo fue la última vez que un niño de diez años utiliza el teléfono de su casa?

Cada vez que una novedad tecnológica aparece en la serie, lo hace de forma estrambótica. Como si fuesen futuristas objetos de Star Trek y no como elementos cotidianos de la población en la que la familia Simpson dice inspirarse. Internet, el smartphone, las tabletas, los coches eléctricos, Google Maps, Facebook… no tienen el mismo peso en Springfield que en el mundo real. En los 90 esta diferencia no existía.

Las nuevas generaciones de personas que nunca vieron el glorioso pico de The Simpsons y quedan atónitos ante la nostalgia de sus padres y hermanos mayores que no hace tanto veían en la serie la vanguardia de la televisión. Para muchos la serie no es más que un viejo documento de la historia a la que asomarse a través de recopilaciones de YouTube.

Desde Springfield se emitía al mundo el próspero periodo entre el final de la Guerra Fría y el inicio de las guerras americanas en Oriente Medio. No es casualidad que la serie tuviera dos de sus mayores impactos internacionales en la Alemania reunificada, Polonia y otros países de la Europa del Este. Mientras sus creadores hacían un interesante ejercicio de crítica a los vicios de una sociedad americana liberalizada, muchos en Europa veían una elemento de propaganda de la hegemonía cultural que vendría, camuflada, en forma de comedia.

Donde unos veían un padre vago y alcohólico, y unos hijos víctimas de un sistema educativo fallido, otros veían una familia nuclear, estructurada y donde un sueldo podía mantener una amplia casa, dos vehículos y tres hijos.

Los guionistas claves

Además de Brooks, Simon y Groening, por la serie han pasado grandes guionistas y miembros de la industria de la comedia de Hollywood hoy tan renombrados como Bill Odenkirk o el hoy reconocido presentador Conan O'Brien.

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Cuando pasamos a mirar los datos analizados por temporada y guionista, salta a la luz claramente un factor asociado al declive. Hay una división de guionistas en la primera década buena de la serie, y otra que se ha encargado de llevar adelante las segundas dos décadas con menor calidad.

O'Brien, fuera del gráfico, no escribió muchos episodios, pero sí fueron de los mejores (Marge and the Monorail, Homer goes to College o New Kid on the Block) y estuvo al frente de la serie como productor durante muchos más episodios. En 1993 cambió la serie por el Late Night, donde sigue desde entonces.

Como se puede observar claramente en el gráfico, podemos ver casi dos series distintas. Jon Vitti y John Swartzwelder fueron seguramente los dos mejores escritores que tuvo la serie. Vitti dejó de colaborar en la novena temporada, y Swartzwelder empezó a desentenderse de la serie a partir de la sexta, pasando a un rol mucho más secundario hasta la 16ª.

La aparición de Joel H. Cohen, Rob LaZebnik, Kevin Curran o John Frink —entre muchos otros— casi una década después de iniciarse la serie marcó un nuevo estilo incapaz de superar los nuevos retos a los que la sociedad que veía la serie, y la propia familia Simpson se enfrentaban.

Cuestión de personajes

Siguiendo con el mismo conjunto de datos, podemos ver qué personajes fuera de los cinco miembros de la familia Simpson son los que participan en los episodios más divertidos, y así intentar sacar relaciones. Un buen personaje puede dar un acento muy distinto a un episodio, o por falta de variación y repetitiva, hacerlo caer.

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Analizando la nota media de los episodios donde aparece un personaje —con más de 10 apariciones—, vemos como de los seis primeros personajes, cuatro ya no están en la serie (Lionel Hutz, Maude Flanders, Troy McClure y el Dr. Marvin Monroe) y dos apenas aparecen (Herman, Captain McCallister), lo que nos lleva a la triste realidad: los actores mueren.

Phil Hartman fue el doblador de Troy McClure y Lionel Hutz, dos de los personajes más míticos de la serie, fue asesinado por su mujer en 1998. Sus personajes fueron retirados de la serie en la 10ª temporada tras el episodio “Bart, The Mother” el último episodio donde podemos escuchar la voz de los labios del actor más famoso de Springfield. La retirada de los actores fue una decisión del propio Matt Groening, muy amigo de Phil, y que acabó homenajeando otorgando su nombre de pila a Philip J. Fry, nuestro repartidor galáctico favorito en Futurama.

Otra realidad de nuestras vidas son las disputas laborales, como fue el caso de Maggie Roswell, quien prestaba la voz de Maude Flanders. Roswell solicitaba un aumento salarial, los productores se negaron. Una cosa llevó a la otra y Maude fue asesinada de forma involuntaria por unas cheerleaders.

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Como nota curiosa, dejamos los personajes cuyos episodios son los menos valorados, y que más se desvían de la media de la serie. Personajes cuya aparición en un episodio se correlaciona —aunque no debería causar— una pérdida de calidad directa. Las tramas secundarias quedan apartadas a episodios más mediocres.

Los invitados

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Otra hipótesis que muchos mantienen sobre la caída en desgracia de la serie fue la progresiva inclusión de personajes famosos invitados —la gran mayoría estadounidenses— que pasaban por Springfield. A medida que la serie iba ganando popularidad, la presión aumentaba para incluir más y más famosos invitados.

Esta tendencia creó una dicotomía interesante. La valoración se descompensó a medida que los famosos invitados se hacían más locales y menos globales. Durante las seis primeras temporadas hubo un total de 30 personas interpretándose a sí mismas, incluyendo variedad clave como los integrantes de los Ramones, Neil Armstrong o Magic Johnson. Todo esto sin contar míticas presencias como George Bush padre o Bill Gates, doblados por actores.

La séptima temporada fue donde se produjo un mayor cambio de tendencia, con 20 invitados solo durante una temporada. Una cifra que pasaría a reflejar la nueva realidad de la serie: para hacer más actuales los acontecimientos, tenían que contar con más estrellas del momento (Justin Timberlake, Serena Williams, Mark Zuckerberg) y menos con personas reconocidas en todo el mundo.

Diagóstico y tratamiento

Tras este análisis podemos ver cómo el paciente es víctima de varias enfermedades incurables. Una serie envejecida que ha sido incapaz de adaptarse con el tiempo, una renovación de creadores fallida después de la salida de los guionistas fundacionales. La muerte y retirada de algunos actores también hizo mella en la calidad de la serie.

Tras la prognosis, el tratamiento recomendado es meramente paliativo. Muchos recomendarían una eutanasia retroactiva de la serie. No se puede resucitar a Philip Hartman ni traer de vuelta a guionistas como O'Brien, Vitti o Swartzwelder, pero sí se puede —como lo están haciendo— reducir el número de estrellas invitadas, naturalizar la época actual en Springfield en vez de crear clichés temporales.

Quizá se pudiera haber solucionado haciendo envejecer a los personajes como si fueran actores reales, o con un paso de los años más lento —digamos, un año de Springfield por cinco nuestros—. Por ejemplo, Lisa en segundo grado de la escuela tiene una lista de problemas muy limitado, pero si crece, el personaje se enfrenta a nuevas experiencias. Esto habría evitado de raíz la Flanderización de la serie, donde las características de un personaje se remarcan hasta convertirse en caricaturas.

Mantener una evolución 1:1 haría de Bart hoy alguien más viejo que Homer cuando empezó la serie. Un paso del tiempo progresivo podría haber dado una evolución a los personajes, eliminar algunos e introducir a otros podría haber dado a la serie la necesidad para adaptarse a los nuevos tiempos.