Los problemas cardiovasculares constituyen una de las mayores amenazas para la salud mundial, tal y como muestran los datos de la Organización Mundial de la Salud. En 2012, por ejemplo, murieron diecisiete millones y medio de personas por culpa de un infarto. Es decir, el 31% de todas las muertes registradas a nivel mundial. Sin duda, esta es una de las mayores epidemias modernas a la que nos enfrentamos. Y para poder combatirla, además de educación, hace falta artillería pesada. Armas como las que proporcionan, por ejemplo, la cirugía o la más novedosa terapia celular. ¿Qué puede hacer esta última para ayudarnos? Todavía queda mucho por hacer, pero este tratamiento está cada día más cerca de ser una realidad clínica.
Cuando se rompe un corazón
Existen muchas razones por las que se puede sufrir un infarto. La gran mayoría de ellas están relacionadas con el sedentarismo, la mala alimentación y el consumo de diversas sustancias (como el tabaco). De pronto, lo que es una afección cardiovascular crea una crisis y el corazón sufre un infarto. Aunque no tenga consecuencias fatales, al pararse el corazón padece una serie de lesiones. Las células mueren y han de ser sustituidas. Pero son células muy especializadas y no es nada fácil reponer este tejido. De hecho, a lo largo de nuestra vida solo renovamos un 45% de todas las células cardíacas. Las lesiones se "rellenan" con fibroblastos, células especializadas en sellar la herida pero que no se pueden contraer como las células del corazón.
A la larga, y dependiendo de lo grave de la lesión, el corazón va perdiendo la capacidad de contraerse y bombear la sangre. Esto podría solucionarse si en vez de fibroblastos, la lesión "cicatrizara" con cardiomiocitos. Pero como decíamos, estas células son muy especializadas y difíciles de "hacer". Para poder convertirse en una de ellas, la célula tiene que encontrarse en un estadio "primitivo", conocido como célula sin diferenciar, totipotente o pluripotente, para poder diferenciarse en célula cardíaca. Este es un proceso irreversible de manera natural y no tenemos una reserva esperando a poder convertirse en este tipo de células. Por eso es por lo que los fibroblastos sustituyen las células heridas. Aquí es donde llega la terapia celular.
La terapia celular al rescate
Ya son algunos años buscando la aplicación de la terapia celular con fines terapéuticos. Hace unos años este tratamiento era muy polémico debido a sus implicaciones. Como hemos dicho, no tenemos una reserva de células sin diferenciar para convertirlas en lo que queramos. Estas células aparecen con la unión del óvulo y el espermatozoide, reproduciéndose y convirtiéndose en el feto, que ya va diferenciando sus células. Cuando nacemos, prácticamente todo nuestro cuerpo tiene células diferenciadas. Las primeras técnicas usaban embriones en las primeras etapas para obtener dichas células.
Gracias los investigadores Takahashi y Yamanaka (este último ganó el Nobel en 2012), sin embargo, ahora podemos revertir una célula diferenciada. Es decir, podemos darle la vuelta al proceso de especialización y convertirla de nuevo en una célula capaz de hacer cualquier cosa. Por ejemplo, podemos tomar células de la piel y transformarlas en células madre (así es como se conoce a las células toti o pluripotentes normalmente). Aquí es cuando la terapia celular coge más importancia.
Y es que con el debate zanjado, el siguiente punto es aprender a usar las células madre creadas en el laboratorio (o células IPS, como se les conoce técnicamente) para reparar tejidos dañados como el del corazón (o muchas otras enfermedades). La investigación ha conseguido logros increíbles en los últimos años. Un reciente estudio publicaba en Nature la posibilidad real de usar la terapia celular para "arreglar" corazones infartados. ¿cómo funciona?
Reparando un corazón de macaco
El estudio dirigido por Yuji Shiba, de la Universidad Shinshu de Japón, ha demostrado la posibilidad de recuperar un corazón lesionado por un infarto de macaco gracias a la terapia celular. Este es el primer paso real para poder transportar la técnica a seres humanos ya que los macacos son un excelente modelo animal, muy cercano a nosotros mismos. En el estudio se muestra cómo aplicar células madre al corazón herido le permite recuperar estas células perdidas, curando la lesión.
Entre otras cosas, el estudio trataba de solucionar una de las cuestiones más fundamentales de esta técnica: ¿células propias o células provenientes de un donante? Las células IPS propias presentan menos problemas a la hora de ser admitidas por el sistema inmune. Sin embargo, presentan diversos peligros de control y dificultades de producción. Las células IPS procedentes de un donante son más fáciles de producir y bastante seguras, pero el sistema inmune tiende a rechazarlas. Gracias a este estudio, Shiba a comprobado que se pueden producir dichas células sin que estas sean rechazadas por el cuerpo del receptor, recuperando el corazón con el infarto.
Es una gran noticia porque su técnica podría aplicarse a seres humanos en un futuro. Pero antes de eso, hay que solucionar otro problema observado durante el estudio: el corazón "reparado" presenta arritmias extrañas. Esto se deberá, probablemente, a las nuevas células cardíacas. Y podría provocar futuros problemas. Por tanto, el siguiente paso es monitorizar este problema y comprobar los peligros que puede conllevar. En el mejor de los casos, la misma técnica habría de estudiarse en células humanas y después pasar a fase clínica. Es decir, todavía queda un largo camino para poder usar la terapia celular para "arreglar corazones". Pero, al menos, ya estamos seguros de que las posibilidades son reales, un paso imprescindible en esta lucha contra los infartos.