En el hemisferio norte, el otoño ha llegado. Y con la tercera estación del año también regresan la caída de las hojas de los árboles, los colores rojizos y amarillos en nuestros bosques o la mejor época para recoger setas. Lo que parece menos evidente es que, en estos meses, también vuelven unas viejas conocidas: las alergias.

Cualquier alergia está caracterizada por una susceptibilidad inusitada que presentan algunas personas hacia uno o varios elementos externos. Estas sustancias extrañas, denominadas alérgenos, provocan una reacción exagerada de nuestro organismo y, en particular, del sistema inmunológico. Cuando el polen de las plantas, algunos alimentos, los mohos o los ácaros del polvo, por citar algunos ejemplos, entran en contacto con nuestro cuerpo, se desencadena una respuesta por la que se generan anticuerpos específicos contra ese elemento.

La explosión que desencadena una alergia

Los anticuerpos, que presentan una curiosa forma de "y", viajan entonces a unas células conocidas como mastocitos, abundantes en los ojos, la nariz o los pulmones, como recuerdan desde el Ministerio de Sanidad. Los anticuerpos se "pegan" a la superficie de estas células, de forma que, la próxima vez que una persona alérgica entre en contacto con el alérgeno que le da reacción, se desencadena una respuesta explosiva. No es para menos: los anticuerpos, al reconocer a esa sustancia extraña, provocan que los mastocitos estallen.

Esa auténtica "explosión celular" es la respuesta que provoca la liberación de elementos contenidos en el interior de estas células. Entre otros, la histamina. Este compuesto está relacionado con efectos comunes en aquellos que padecen alergias, como la inflamación, la secreción de moco, el enrojecimiento y el calor o el picor. Este es el motivo por el que los medicamentos antihistamínicos son los fármacos más utilizados para bloquear el impacto de esta sustancia sobre nuestro organismo. Así conseguimos reducir los efectos de la histamina, responsable de los síntomas característicos de las alergias.

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En la imagen se observan las células, conocidas como mastocitos, cargadas de histamina. Fuente: Joel Mills (Wikimedia)

Las reacciones alérgicas se asocian normalmente con la primavera. Sin embargo, hay alergias que ocurren durante todo el año. Este sería el caso de las personas susceptibles a ciertos alimentos, como los frutos secos, o a algunos medicamentos. Sus alergias, por desgracia, son atemporales. Por el contrario, los pólenes alergénicos varían en función de la vegetación y el clima. Normalmente, el polen de los árboles, como el procedente de chopos, predomina durante el invierno y principios de la primavera; el polen de las gramíneas durante la primavera y, por último, el polen de las malezas durante el verano y el otoño. En este último caso, las personas alérgicas a ese tipo de polen lo pasarán peor en estas dos estaciones.

Los ácaros del polvo regresan con el otoño

Hay otra razón por la que las alergias "regresan" en otoño, aunque haya algunos tipos que tengan carácter atemporal. La mayor parte de las reacciones alérgicas a los ácaros del polvo aparecen durante esta época. ¿Por qué? El aumento de la humedad ambiental y la bajada de temperaturas (que provoca que cerremos las ventanas y encendamos la calefacción, haciendo que nuestros hogares se ventilen menos) están detrás de la proliferación de estos organismos vivos.

El 25% de los casos de alergia en España se relacionan con los ácaros del polvo. Y dichos seres vivos mantienen su ciclo vital durante el otoño, de forma que, en el caso de las personas alérgicas, desencadenan reacciones tan conocidas como la congestión nasal, los estornudos, el asma o el enrojecimiento de la piel. La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) recuerda que los individuos asmáticos deben haber continuado con su medicación durante el verano -aunque en esta estación disminuyan los síntomas- ya que, en caso contrario, se agravarán las crisis durante la época otoñal.

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Un ácaro del polvo, retratado por microscopía electrónica. Fuente: CSIRO (Wikimedia)

A pesar de que las alergias a los alimentos presentan un carácter atemporal, la vuelta a la rutina puede provocar mayores susceptibilidades. Según datos de la SEAIC, siete de cada diez reacciones alérgicas a alimentos ocurren al comer fuera de casa. En el caso de los más pequeños, un tercio de las reacciones alérgicas en los niños se da por primera vez en la escuela. "Es un entorno donde pasan muchas horas y donde los factores de riesgo se multiplican: comida en comedores, tomar comidas de los compañeros, cumpleaños, etc.", explicaba el año pasado Paloma Ibáñez, presidenta del Comité de Alergia Infantil de la SEAIC. Reacciones como estas explican por qué las alergias vuelven con el otoño. O quizás, mejor dicho, nunca llegaron a irse.