la noche de los lápices

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En la madrugada del 16 de septiembre de 1976, siguiendo las correspondientes órdenes de detención expedidas por el servicio de inteligencia del Ejército argentino, un contingente militar del régimen represor de Jorge Rafael Videla acudió a los domicilios de seis estudiantes de educación secundaria que residían en La Plata y, tras presentarse como policías, los sacaron de allí de forma violenta, agrediéndoles y amenazando a sus padres armas en mano. Se los llevaron consigo y, hasta el día de hoy, pese a todos los esfuerzos de sus familias por recuperarlos, nadie les ha vuelto a ver.

Los secuestradores formaban parte de lo que en la jerga de la última dictadura cívico-militar que padeció Argentina, entre marzo de 1976 y diciembre de 1983, se denominaba “grupos de tareas”, un eufemismo indignante para referirse a aquellos agentes que raptaban, torturaban, violaban y asesinaban a los ciudadanos a los que el régimen consideraba subversivos y peligrosos, llegando incluso a robar sus posesiones, casas incluidas, como si de un auténtico botín de guerra se tratara.

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Los estudiantes asesinados: Claudia Falcón, Claudio de Acha, Horacio Ungaro, Clara Ciocchini, Daniel Racero, Francisco López Muntaner - Neuronasatentas.com.ar

Fue, pues, en su manos que cayeron estos estudiantes, casi todos menores de edad y señalados como objetivo por su temprana militancia política en la Unión de Estudiantes Secundarios de La Plata, opuesta al régimen, y en concreto, por haber participado el año anterior en una marcha de protesta para reclamar la restitución del boleto estudiantil, gracias al que se les descontaba una fracción vital del importe para desplazarse en autobuses o colectivos. Respondían a los nombres Clara Ciocchini y Claudia Falcone, arrancadas ambas del domicilio de la tía abuela de la segunda, Horacio Ungaro y Daniel Racero, ambos en el del primero, Claudio de Acha y Francisco López Muntaner.

Pero estos estudiantes no fueron los únicos secuestrados, ya que a Gustavo Calotti se lo llevaron cuando trabajaba en la mismísima Tesorería de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante la tarde del 8 de septiembre; a Patricia Miranda y Emilce Moler, de sus casas en la madrugada del día 17, y a Pablo Díaz, que se había marchado de la suya al enterarse a tiempo de lo que les había sucedido a Ciocchini y sus otros cinco compañeros, en la noche del día 21, la misma en que había decidido regresar a petición de su padre.

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Mural en homenaje a las víctimas de la Noche de los Lápices - Redsudakas.blogspot.com

Calotti, Miranda, Moler y Díaz sobrevivieron, fueron liberados unos años más tarde y prestaron testimonio de las atrocidades que sufrieron ellos y los desaparecidos en centros de detención como el de Arana, el Pozo de Banfield o el de Quilmes: amordazados, en ropa interior y con vendas en los ojos, siendo objeto de torturas en las que les arrancaban las uñas y les aplicaban picanas eléctricas en pezones, dientes, genitales, mucosas y otras partes delicadas del cuerpo, y durante las que ellas eran violadas en repetidas ocasiones. Todo para obtener información de sus actividades y sobre otros posibles camaradas.

La declaración que hizo Pablo Díaz en el Juicio a las Juntas, el proceso judicial contra los responsables de las infinitas violaciones de derechos humanos que se produjeron durante la dictadura, sirvió para que los ciudadanos de Argentina tuviesen un conocimiento generalizado de lo ocurrido en la Noche de los Lápices y el cautiverio de sus víctimas. Díaz apuntó que con la eliminación del boleto estudiantil se pretendía descubrir a “los potenciales subversivos” de cada escuela para detenerlos, y mencionó precisamente un documento firmado por el comisario general de la jefatura provincial de la Policía, que también había estampado su firma en las órdenes de detención, documento encabezado con estas significativas palabras: “La Noche de los Lápices”.

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Monumento de la Plaza de los Lápices en Bahía Blanca - Museosdeartebahiablanca.blogspot.com

Y aunque otros, como Moler, niegan esta hipótesis de Díaz, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, que investigó los hechos, pudo determinar que la Policía de Buenos Aires había organizado un operativo para escarmentar a los que habían acudido a la marcha en favor del boleto estudiantil y doblegar a “la subversión en las escuelas”. No obstante, Miranda no llevaba a cabo ninguna actividad política y ni siquiera había intervenido de la manifestación por el boleto, e igualmente fue secuestrada.

La CONADEP precisó también que Ciocchini, Falcone, Ungaro, Racero, De Acha y López Muntaner habrían sido fusilados en alguno de los primeros días de 1977, sumándose a los más de 30.000 desparecidos que dejó la dictadura. El horror que sacudió a Argentina durante la Noche de los Lápices, parte de la propia noche oscura en la que vivió el país entero durante el Gobierno de Videla y sus compinches, es un ejemplo rotundo de lo que hay que responder a aquellos que dicen que en estos regímenes por lo menos hay tranquilidad y orden: será la tranquilidad y el orden de los camposantos, será la que les apetece para otros a los que comulgan con ellas.

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