La versión más disparatada de los Premios Nobel comenzó con un lanzamiento de aviones de papel, en el que los asistentes demostraron bastante mala puntería. Como cada año desde 1990, la ceremonia de los Ig Nobel se ha celebrado para hacernos reír y pensar a partes iguales.
El Memorial Hall-Sanders Theatre de la Universidad de Harvard fue el escenario elegido por los organizadores del Ig Nobel para la entrega de estos galardones que rozan lo absurdo. Para muestra el primer premio, otorgado en la categoría de fisiología, en la que se reconoció el trabajo de Ahmed Shafik. El científico realizó un experimento en el que probó diversos tipos de pantalones en 75 ratas durante un año. ¿El objetivo? Ver si el tejido de poliéster, algodón o lana afectaba a la actividad sexual de los roedores.
Los científicos se ríen de sí mismos
Los Ig Nobel son una demostración de que los científicos también pueden reírse de sí mismos, como demostraron varios Nobel durante la gala llevando sombreros estrafalarios o gafas coloridas. Seguir la gala de estos disparatados premios es sinónimo de carcajada y asombro. Que se lo pregunten sino a los premiados en la categoría de Economía, que fueron galardonados por investigar las "personalidades de marca" de diferentes tipos de rocas desde una perspectiva de marketing y ventas. No es broma. Con este galardón, los organizadores también hicieron un juego de palabras (Ig Nobel rocks), aunque no sería el momento más cómico de la noche.
Este instante llegó, sin duda, en la entrega de los Ig Nobel de Química. Y es que cuando se escuchó que el premiado era ni más ni menos que Volkswagen por "resolver el problema del exceso de emisión de contaminación de los coches", los asistentes estallaron en aplausos. Más de uno agradecería el toque crítico disfrazado de ironía tras el escándalo de polución del año pasado. El anuncio de esta categoría llegó tras una demostración científica y el primer acto de una representación musical sobre el 'leap second', el segundo adicional del que disfrutaremos durante la Nochevieja de 2016. Una pequeña ópera donde los científicos contaban la historia de unos malvados que aprovechaban ese tiempo extra para hacer operaciones bursátiles sin que nadie se enterase y llevar el caos a la economía. Casi nada.
So this just happened. #paperairplanes #ignobel pic.twitter.com/D69yHETzEV
— Jessica Schilling (@dzesika) 22 de septiembre de 2016
El "toque español" de la edición de los Ig Nobel 2016 fue protagonizado por el húngaro Ramón Hegedüs, de la Universidad de Girona. Su estudio, premiado en el área de Física, consistió en determinar cómo el color de los caballos, obtenido gracias a la polarización de la luz, es clave para la salud de estos animales. En particular, los ejemplares blancos sufren menos picaduras de tábanos que sus homólogos más oscuros. Los segundos, por el contrario, presentaban un menor riesgo de padecer cáncer de piel y problemas de vista. De premiar una investigación relacionada con la veterinaria, los Ig Nobel pasaron a hacer entrega del premio en Medicina. Y el galardón tampoco defraudó. El equipo de Christoph Helmchen fue reconocido por un estudio en el que determinaron que, si nos pica alguna zona en la parte izquierda de nuestro cuerpo, podemos aliviar la sensación mirándonos a un espejo y rascando la parte derecha al mismo tiempo.
El premio de Literatura fue para un escritor que escribió una autobiografía sobre los placeres que proporciona recolectar insectos vivos y muertos. Además, el Ig Nobel de Percepción fue para unos científicos japoneses que estudiaron un interrogante que, sin duda, nos reconcome a todos. ¿Se ve el mundo de forma diferente en función de la posición? Estos investigadores descubrieron que sí: al agacharnos y poner la cabeza entre nuestras piernas, nuestra perspectiva del mundo cambia. Se trata de un trabajo que jamás será reconocido por la Academia sueca, pero que sirve para hacer chanza de los resultados mientras nos preguntamos cómo es posible que plantearan un experimento de este tipo.
Lo que suele ser una cuestión importante en nuestra vida diaria es la tendencia a decir la verdad o mentir. Pero, ¿somos más mentirosos a medida que nos vamos haciendo mayores o viceversa? Una encuesta realizada entre más de mil visitantes de museos de ciencia reveló el comportamiento de los voluntarios, con edades comprendidas entre los 6 y los 77 años. A la hora de recoger su Ig Nobel, uno de los científicos recordó que para saber si Donald Trump o Hillary Clinton decían o no la verdad, primero había que estudiar la mentira. Eso, o al menos conocer cuáles son sus respuestas ante los problemas principales de EEUU y del planeta.
En la categoría de Biología, el teatro disfrutó de un hombre haciendo de cabra sobre el escenario. La razón no era casual, sino que se reconocía un trabajo en el que dos investigadores contaban cómo era posible vivir en la naturaleza disfrazado de animal salvaje. No contentos con mimetizarse con un zorro, una cabra, un tejón o un pájaro, los científicos decidieron escribir sendos libros para contar sus experiencias, un trabajo reconocido por los Ig Nobel. Merecido lo tenían, al igual que el Ig Nobel de la Paz, que reconoció un estudio en el que se dedicaron a analizar la recepción y detección de "mierdas pseudoprofundas", incluyendo las conocidas frases de Paulo Coelho.
La gala de la versión más hilarante de los Nobel, antesala de los premios de Estocolmo que se entregarán la primera semana de octubre, también contó con los clásicos momentos 24/7. En ellos, un investigador debe explicar un concepto técnico utilizando veinticuatro segundos, para luego hacerlo empleando sólo siete palabras. Así fue como el premio Nobel Rick Roberts afirmó, sin pestañear, que "el gen clock es el culpable del jetlag". La demostración más clara de que los Ig Nobel, además de hacernos reír y pensar, son una excelente forma de sacar a la ciencia de su "torre de marfil". En definitiva, una buena manera de hacer divulgación amena y desternillante.